Ivana Romina Molina, de 29 años, fue vista por última vez el 1° de abril en la capital de Mendoza. Su sobrina Estefanía denunció su desaparición 10 días después. Hasta hoy, nunca fue encontrada, viva o muerta.
La sospecha en el expediente, a cargo de la fiscal Claudia Ríos Ortiz, recayó de inmediato sobre su pareja, Carlos Miguel Díaz, de 64 años. Las mentiras fueron evidentes desde el comienzo. Díaz declaró que no había visto a la mujer desde ese día. Sin embargo, varios testigos vieron a ambos en una fiesta, el día 8, o sea, una semana después. Luego, Díaz se esfumó.
Diversos medios locales como Los Andes hablaron de una relación conflictiva, marcada por la violencia de género. La sobrina había señalado específicamente que Díaz, técnico en reparación de ascensores, era el único que podría saber dónde estaba Ivana. Se hicieron rastreos con perros, se difundió su cara en redes sociales, sin resultado alguno.
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Para la Justicia, la desaparición no era otra cosa que un femicidio, un crimen sin cadáver. Según documentos de la causa, Díaz habría matado a la mujer en su casa del barrio Las Rosas, en la zona de Las Heras, para luego escapar hacia la provincia de Buenos Aires, con un pedido de captura sobre su cabeza desde mediados de abril.
Ayer, una brigada de detectives de elite de la División Homicidios de la PFA -que depende de la Superintendencia de Investigaciones Federales- lo capturó en la calle Stephenson al 1100, zona de Pablo Nogués, partido de Malvinas Argentinas, con un exhorto para su arresto firmado por el Juzgado de Garantías N°5 de San Martín.
La investigación para encontrarlo fue realizada en conjunto con la División Homicidios de la Policía mendocina. Un primer dato apuntaba a que Díaz había escapado hacia la casa de familiares en la zona de Ezeiza. Tras varias jornadas de clásico rastreo policial, se lo encontró en Nogués.
Así, fue llevado a la central de la División Homicidios en la calle Chacabuco, zona de San Telmo y luego fue encerrado en una celda de la Superintendencia de Investigaciones Federales en la calle Cavia, a la espera de su traslado a Mendoza, donde deberá responder por el crimen.
Su familia, irónicamente, fue clave para localizarlo. Tras esa pista, comenzó un relevamiento a pie, literalmente preguntarle a los vecinos si lo habían visto. Primero, fue un almacén. Luego, el dato llevó a una remisería. Finalmente, allí se apuntó a Díaz, que no hacía demasiado esfuerzo para ocultarse. “Salió a caminar a la noche y ahí cayó”, asegura una fuente clave en el expediente.
Fuentes policiales confirmaron a Infobae que Díaz tiene una condena previa por violencia de género. Recibió dos años y seis meses de prisión por un caso de amenazas agravadas por el uso de arma de fuego que data de 2017. La víctima: su pareja anterior.
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