“Estoy bien, después te cuento”.
Con ese mensaje enviado pasadas las 20:20 del úlltimo miércoles, Malvina Araya —madre de tres hijos— buscó transmitirle tranquilidad a uno de sus amigos más cercanos, quien le había escrito esa noche para saber si estaba fuera de peligro. Aquel fue el último WhatsApp que Malvina le respondió: minutos más tarde, su ex pareja Andrés Orrego —el padre de las criaturas— la apuñaló en la esquina de Ituzaingó y Ferrari de Brandsen y luego se quitó la vida. El hombre la había atormentado durante más de 17 años.
Cansada de los golpes, las amenazas y tras haberse salvado de dos intentos de asesinato, en febrero de este año, Malvina se había animado a huir de su casa. Desde entonces, vivía casi como prófuga, aunque en realidad era víctima: se movía por diferentes ciudades del país y trabajaba a cambio de comida y una habitación para dormir.
Durante las últimas semanas nadie supo de su paradero. Ni siquiera los tres hijos adolescentes que tenía con su agresor, quien no sólo les arrebató a su mamá sino que también los dejó sin papá: él se colgó de un árbol y se ahorcó a metros de donde cometió el femicidio.
Desde su huida, Malvina se esforzó por mantenerse oculta de su agresor, por lo que se limitó a tener contacto solo con su hermana menor y su amigo D. V. Este amigo, en diálogo con Infobae, relató cómo fueron los últimos días de la mujer a la que conocía desde los 19 años. Él la alojó hasta este lunes en su casa de la localidad bonaerense de Gómez, la cual ella dejó cuando quiso volver a su ciudad con la intención de “empezar de cero”.
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“Estuvo viviendo en diferentes lugares hasta fines de marzo, cuando me mandó un mensaje contándome su situación. Le dije que no podía trabajar por un plato de comida y que viniera a mi casa. Se quedó como tres semanas, estaba viviendo como cautiva. La semana pasada me dijo que quería volver a trabajar y a ver a sus hijos, por eso volvió. Pero él apenas se enteró que estaba en Brandsen la asesinó”, contó con impotencia el hombre que aún sigue consternado por el femicidio.
Mucho antes de escapar, Malvina limpiaba casas en su barrio y vivía con Orrego y sus hijos en la vivienda de un campo donde él trabajaba. La agresión y los celos eran parte de la cotidianidad.
Fue por estas escenas que, a sus 20 años, Araya había preferido alejarse de casi todo su entorno para evitar discusiones. Aunque también sufría humillación a diario: mientras ella limitaba sus actividades sociales, él hasta tenía otra novia a quien mostraba públicamente.
“Yo la conozco desde que éramos chicos, pero durante años solo podía saludarla de lejos para que él no se enojara. Perdimos mucho contacto hasta los últimos meses que lo retomamos. Él se ponía loco si la veía hablar con alguien, pero tenía otra mujer que la paseaba por todos lados y no le importaba”, relató D., quien habló con su amiga hasta —literalmente— el último minuto.
La huida de Malvina
Según contó, hace tiempo que Malvina sentía que su calvario jamás iba a tener fin y que la única solución era huir de su casa. Pero no quería dejar a sus hijos siendo chicos. Por eso esperó para irse a que la menor cumpliera sus 15 años a principios de 2023.
Su partida desesperó a Orrego que automáticamente la denunció como desaparecida y se encargó de difundir fotos suyas en las redes sociales pidiendo que, ante cualquier información, le dieran aviso a él.
Luego de unas semanas viviendo en un barrio porteño que eligió como primer destino, Malvina se notificó frente a las autoridades y denunció que se había escapado porque sufría violencia de género. Fue la tercera denuncia que hizo. Esta vez, un Juzgado de Paz emitió una orden de restricción para el hombre con vigencia hasta el 28 de abril.
Pero la medida no le garantizaba seguridad a Malvina que, inmersa en el miedo, continuó su fuga: “Después de eso ella se fue a 25 de mayo hasta que me escribió y vino a mi pueblo. Se fue de casa esta semana. Iba a parar en lo de su papá en Brandsen donde me dijo que estaba segura. Me contó que había publicado un aviso buscando trabajo, que lo había conseguido y que el viernes trabajaba todo el día. Ella quería retomar su vida”, contó su amigo.
Poco más de un día después de que la mujer volviera a su ciudad, D.V. le mandó un mensaje para saber cómo estaba. Fue el miércoles cerca de las 20. Ella le respondió unos minutos más tarde. “Estoy bien, después te cuento”, le dijo.
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En ese momento, Malvina estaba yendo al encuentro con su agresor, que se había enterado de que estaba en Brandsen y, según contó el amigo, coordinó para reunirse. A las 21 fue el ataque, en el que el hombre la apuñaló en el abdomen en plena vía pública: la debieron trasladar de urgencia al Hospital Municipal Francisco Caram, donde la operaron para intentar salvarle la vida, pero murió.
“Le escribió y la manipuló diciéndole que tenían que encontrarse a hablar para organizarse con los chicos. Le dijo que había cambiado. Ella cayó. Se encontraron en esa esquina y la mató como un cagón”, indicó.
D. V. se enteró del femicidio a través de las redes sociales, cuando medios locales comenzaron a publicar sobre un asesinato. “Sabía que era ella, ni lo dudé”, afirmó.
Unas horas después, le llegó el mensaje que lo confirmó. Era la hermana menor de su amiga, quien le avisaba que Malvina estaba muerta.
“Él se ahorcó a como 10 kilómetros del lugar porque no tuvo los huevos para decirle a sus hijos que había matado a su madre. Estoy triste y con bronca e impotencia, pero lo que hice por Malvina lo volvería a hacer”, concluyó.
La causa de Malvina Araya se investiga como “homicidio agravado por el vínculo y Suicido” y quedó a cargo de la Unidad Funcional de Instrucción y Juicio de Brandsen.
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