Marcelo Corazza, acusado de corrupción de menores, fue trasladado hoy junto con los otros tres imputados de su causa a la Unidad N°28 del Servicio Penitenciario Federal, la alcaidía de los tribunales de la calle Talcahuano, tras ser alojados en una celda de la Policía de la Ciudad, a cargo de sus arrestos. Allí, esperarán hasta que el SPF determine a qué penal federal serán enviados.
Por otra parte, el juez Javier Sánchez Sarmiento continúa la investigación de la causa bajo secreto de sumario. El próximo paso son las pericias que podrán determinar el rumbo del caso: los análisis a los dispositivos incautados a Corazza, Francisco Angelotti, Andrés Charpenet y Raúl Mermet, con celulares, computadoras, tablets, discos rígidos y pendrives que fueron incautados en los allanamientos a sus domicilios. En la casa de Angelotti -acusado de ser el líder de la organización y el principal reclutador y abusador- ubicada en Oberá, Misiones, se encontraron dos CPU, una notebook, una tablet, tres celulares. Corazza guardaba en su casa de Tigre cuatro teléfonos y doce viejos videos VHS. Mermet tenía, por su parte, siete teléfonos.
Gendarmería Nacional, según confirmaron fuentes oficiales, se encargaría de realizar la copia forense de cada aparato, para luego entregar los resultados a la Justicia. Los dispositivos todavía no fueron recibidos por la fuerza federal.
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Los contenidos de los teléfonos que pueden redireccionar la investigación y definir imputaciones de cara a un procesamiento y pedido de prisión preventiva se suman a las 100 horas de escuchas a los acusados, donde conversan entre sí sobre hechos aberrantes de pedofilia, un literal club de perversión sexual. Comparan abusar a un chico con “comer carne de ternera” o “caviar”.
La investigación del caso comenzó en octubre pasado, cuando la primera víctima del expediente, hoy de 35 años, se presentó en la PROTEX -el área de la Procuración dedicada a investigar delitos de trata de personas- para señalar a Angelotti por presuntos abusos que sufrió de manera sistemática entre 1999 y 2001.
En 2001, precisamente, Angelotti lo entregó a Corazza, según su relato, con un encuentro que comenzó en Plaza Miserere y continuó a bordo del auto del entonces ganador del primer Gran Hermano en Costanera, una situación cuyo desarrollo claramente encuadra con el delito de corrupción de menores. “Alguien te quiere conocer”, le dijo el comerciante misionero al chico. Su edad agrava la imputación para Corazza: corromper a un chico de hasta 13 años tiene una pena de seis a quince años de cárcel.
Por lo pronto, Corazza cuenta con la defensa de un estudio de abogados. Su situación en la causa difiere radicalmente de la de los otros imputados. Es, hasta ahora, el menos complicado de todos.
En los contenidos del expediente que trascendieron, Corazza es mencionado una única vez. El hecho de 2001 sería el único hallado hasta ahora. Angelotti, en cambio, es investigado por abusos cometidos desde 1999 hasta 2003, más de dos décadas. En los últimos años, según escuchas, habría atacado a un chico de 15, al que llamaba “el baby” y a quien “aflojaba”.
Corazza no figura en las comunicaciones interceptadas, por otra parte. Tampoco registra denuncias en su contra en la Cámara Criminal y Correccional porteña, o en la Cámara de San Isidro, donde Tigre, donde queda su domicilio, tiene jurisdicción.
El hecho de 2001 denunciado 21 años después podría terminar en un sobreseimiento por prescripción, mucho más allá del plazo de 12 años para denunciar un delito que determina la ley, coinciden fuentes en Tribunales. Sin embargo, la investigación deberá ser exhaustiva. Investigadores del caso apuntan que hay elementos claramente compatibles con el delito de trata de personas. Para Corazza, lo que se encuentre en los teléfonos podría dar un giro a su situación, en más de un sentido.
De 11 víctimas enumeradas en el pedido de detención el caso, solo tres están identificadas. Hallar sus nombres será un desafío. Todos los imputados se negaron a declarar.
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