Una foto de Juan Francisco Fernández Acosta, en la que aparece sonriendo frente a una bandera de su patria, Venezuela, rodeada de flores y velas, fue la decoración que colocaron en el atril de la Parroquia Nuestra Señora de Caacupé, del barrio porteño de Caballito, donde este martes se realizó la misa en homenaje al joven de 27 años asesinado en la madrugada de domingo pasado por un delincuente que le quiso robar el celular.
Decenas de amigos, vecinos, miembros de su comunidad y compañeros de los dos trabajos que tenía el ingeniero electrónico, que por las noches hacía delivery para completar sus ingresos mensuales, se acercaron hasta la iglesia ubicada sobre la avenida Rivadavia al 4879 para recordarlo.
“Era una persona increíble. Muy alegre, muy emprendedor y siempre dispuesto a progresar y a ayudar a los demás. Era un chamo (chico) muy divertido, podían pasar días que no hablábamos, pero me mandaba un audio de Whatsapp y de la nada me hacía estallar de la risa”, contó a Infobae una muchacha que conocía a la víctima desde el 2019, cuando ambos llevaban poco tiempo viviendo en Buenos Aires.
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Cerca de las 20:00, cuando todas las personas ya habían llegado y se encontraban sentadas en los bancos de la capilla, el padre Eusebio, quien auspició la ceremonia, les dio la bienvenida a todos con unas palabras de aliento ante el dolor que se sufre cuando “la distancia de lo que se ha dejado en la otra patria se hace sentir fuerte por algo que golpea en estas latitudes”.
“Hoy nos reunimos como comunidad venezolana de la diáspora para despedir a este amigo nuestro, a este joven que salió de su país buscando una vida digna, buscando ayudar a su familia, lo que todos venimos a buscar a este suelo argentino”, señaló.
Además, el cura les envió sus condolencias a los padres de Fernández Acosta, que se encuentran en Caracas, y remarcó que “cuando uno pierde a sus papás, es huérfano; cuando alguien pierde a un hijo, ese dolor no tiene nombre”.
“En el orden de la fe, está bien mirar al cielo; en el orden de la Justicia, tenemos que mirar hacia adelante y pedir justicia por la vida arrebatada de este hermano nuestro. Es, también, una de las verdades más elevadas, la Justicia: que cada uno tenga lo que tiene que tener, pero también que cada uno pague por lo que hace en su vida”, remarcó.
Sobre el final, el representante religioso destacó que Juan Francisco era “un venezolano de ley, que sabe que siempre se tiene que ir hacia adelante, con la bendición de los padres”, y que pasó sus últimos días “pedaleando por la Ciudad de Buenos Aires, buscando el pan cotidiano”.
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“Hoy también pedimos misericordia para todos aquellos que pasan por esta migración forzada, porque el mal siempre lo pagan los inocentes. Mientras que otros se enriquecen, otros siguen agarrados al poder, piensan en sí mismos, inocentes emigran y muchas veces se encuentran lejos de su patria, lo que no se merecen”, cerró.
Una vez finalizada la misa, todos los presentes se acercaron hacia el altar, donde el cura les entregó una vela que cada uno encendió con la llama que ardía al lado de la foto del joven venezolano, mientras el coro seguía cantando músicas cristianas, acompañado por una banda.
En ese momento, todos hicieron una ronda alrededor de Jessika Talavera, una amiga cercana de Fernández Acosta, a quien conoció en la escuela, de niños, en su Venezuela natal, y con quien se reencontró en la Argentina para fortalecer el vínculo que los unía.
La chica dio un breve discurso ante la multitud, en el que remarcó que la víctima era “un excelente hijo, hermano y amigo, que no tenía maldad, que tenía muchísimos deseos y pasión por lo que hacía, y toda la vida por delante”.
“Es muy injusto lo que pasó, porque él no estaba haciendo nada malo, estaba con un amigo, sentado en la cuadra de su casa, tomándose una cerveza, en pleno Palermo, que se supone que es un lugar seguro. Es casi irónico, porque uno en Caracas sabe lo que ocurre, sabe a qué se enfrenta, pero viene aquí y parece que nada cambia”, agregó Talavera, en diálogo con Infobae.
Ya en el patio delantero de la parroquia, todavía con algunas velas encendidas, sus amigos y compañeros dijeron unas últimas palabras en su honor frente al padre Eusebio y dos monaguillos que sostenían la fotografía del joven.
Un poco alejando del tumulto, caminando de un lado al otro, como sin encontrar un destino, y con la cabeza gacha, estaba Thomas Vázquez, el chico, también venezolano, que estaba tomando la cerveza con Juan Francisco la noche del crimen, quien sobrevivió al ataque y llamó al 911 para pedir la ambulancia que tardó 20 minutos en llegar.
Varios compatriotas del joven asesinado, que también se encuentran en Buenos Aires, están recolectando dinero con el objetivo de traer a los padres de Fernández Acosta a la Argentina, ya que, debido a que hay una investigación en curso, prevén que el cuerpo no podrá ser repatriado hasta dentro de un tiempo, cuando terminen todas las pericias pertinentes. El o los homicidas, en tanto, siguen prófugos y no habían sido identificados.
Sin embargo, se trata de una iniciativa con más de una complicación, ya que Asdrúbal y María Angélica tienen los pasaportes vencidos y renovarlos bajo la dictadura chavista es un trámite burocrático muy largo y que pocas veces los ciudadanos logran completar.
Pasadas las 21:00, la gente se comenzó a ir del lugar, mezclándose con los peatones que caminaban apurados por la transitada avenida Rivadavia, donde el caos porteño continuó su marcha habitual. A tan solo dos cuadras de la iglesia, una policía de la Ciudad le tomaba la denuncia a una mujer que había sido testigo de un robo.
*Fotos: Gustavo Gavotti.
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