Durante 2021, Lucio Dupuy asistió a la salita de 4 del Jardín de Infantes Nucleado (JIN) N°7 de Santa Rosa, en La Pampa, a 20 minutos a pie de la casa de Allan Kardec al 2385, en la que era sometido a maltratos físicos y psicológicos por parte de sus asesinas, su madre, Magdalena Espósito Valenti, y su entonces novia, Abigail Páez.
La mención a ese establecimiento apareció varias veces en las conversaciones por WhatsApp entre las dos condenadas a prisión perpetua por el homicidio calificado por alevosía y ensañamiento (en el caso de Páez, se sumó el delito de abuso sexual). A ambas, les preocupaba que las maestras descubran las marcas que dejaban sus golpes y que Lucio hablara sobre sus padecimientos.
Nadie descubrió nada. El 26 de noviembre de 2021, cerca de las 21.30, Lucio llegó sin signos vitales al Hospital Evita. Tenía una fractura de cráneo, hematomas por todo el cuerpo -de reciente y larga data-, signos de violencia sexual y vómito en su boca. El médico Hugo Argüello fue quien declaró la muerte a las 21.45.
Cuando Argüello le levantó la remera, vio cicatrices en tórax de larga data y una escoriación en la cara interna del muslo izquierdo. Cuando lo rotó, notó las lesiones en la espalda: una marca de una zapatilla y un hematoma muy grande en la región del glúteo derecho. “Eran golpes y patadas, sobre todo en la espalda. El golpe sobre el glúteo era muy grande, abarcaba casi todo el glúteo”, declaró el médico en el juicio.
En el debate en el Tribunal de Santa Rosa también declararon las maestras de Lucio y la directora del Jardín, que no se percataron del horror que padecía el niño. Entre ellas, estaba la docente de música que estuvo con el grupo de la salita de 4 un día antes del crimen. Así, se conformó una figura incómoda, inquietante: el último día de Lucio con sus docentes antes de ser finalmente asesinado a golpes.
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La docente de música indicó que ese jueves 25 de noviembre, Lucio le contó que había comido chocolate en la casa de un amigo y que había vomitado sangre, pero que “estaba bien”. La maestra les mostró videos en celular a los niños y luego realizó un ejercicio de relajación que consistía en tomar aire por nariz y boca, luego recostarse.
Cuando estaba por finalizar, Lucio le dijo que le dolía la espalda, contó la mujer en la sala del Tribunal de Audiencias. Le indicó, entonces, que se quedara sentado. Recordó que Lucio miró al resto de sus compañeros, todos tendidos en el piso y Lucio se acostó de costado. “Los saludó con puñitos”, dijo. Fue su última clase con él.
Sostuvo, al mismo tiempo, que “nunca vio a Lucio decaído, con sueño, siempre entraba con una sonrisa, nunca lo vio golpeado”. También señaló que el niño “se destacaba en la clase, era mediador con sus compañeros y activo”.
La maestra a cargo de a sala, también dio su testimonio e indicó que “Lucio se integró al Jardín a principio de año cuando arrancaron las clases, en marzo, no recuerda el día; se integró bien era un grupo en el que a ninguno le costó la integración, era año de pandemia”. “No hubo actividad con la familia”, agregó.
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Al mismo tiempo, describió su desempeño escolar: “Era un nene súper dulce y súper bueno, muy buen compañero, hablaba bien, tenía buen vocabulario, contaba cosas cotidianas, los intercambios dan lugar a que diga qué hacía el fin de semana, era muy inteligente, era el que más se destacaba del grupo, dibujaba bien y entendía la consigna”.
“Generalmente lo llevaba y lo buscaba su mamá, en pandemia no tuvieron muchas reuniones ni contacto, sí por WhatsApp, fue cuando enviaban actividades y las mandaban por WhatsApp, después organizaron una vez por semana por Zoom, Lucio generalmente la hacía y las pasaba por WhatsApp, las hacía bien”, señaló y recordó también que Magdalena Espósito Valenti le dijo que Lucio se iría a General Pico al terminar el año escolar, a pasar las vacaciones con el padre.
“Siempre que faltaba, la madre avisaba. Era uno de los que más asistía, ya que durante la pandemia los niños faltaban mucho, aunque no se entregaban certificados médicos”, reconoció.
La directora del JIN Nº 7 precisó que después del hecho “se hizo un trabajo de investigación institucional, recabaron entrevistas con los docentes, con la familia de la sala y con el equipo de enseñanza, buscando registros o indicios anteriores pero no había ninguna fuente de documental, la docente siempre hizo referencia a un alumno alegre, feliz y participativo, que no había tenido ninguna manifestación de un hecho de violencia”, aseguró frente a los jueces Alejandra Ongaro, Andrés Olié y Daniel Sáez.
El legajo escolar, sin embargo, sirvió como prueba documental de las palizas. En él surgen inasistencias: el 26 de marzo, con aviso por día de lluvia; el 14 de abril; el 4 y 11 de agosto, justificando inasistencia por crisis de nervios por supuestos problemas del niño con su papá; 15, 18, 19, 27 y 29 de octubre, justificando la inasistencia de algunos días por resfrío, tos y vómitos y el 1 y 23 de noviembre.
Esos días, según surge de los chats entre Espósito Valenti y su pareja, Lucio había sido víctima de la furia de las dos mujeres. Sobre todo, de Páez, que ejercía la mayor violencia sobre el cuerpo del niño. Y esa violencia, que no vieron las maestras, dejaba marcas, como lo revela la conversación del 27 de octubre:
AP: Eso te iba a decir, no va a ir al Jardín. Así que ni te gastes en hacerle comida o nada, que se quede ahí. Si podemos estar solas, tranquilas. Cerramos las puertas y que se quede ahí en el patio.
MEV: Porque le pegaste igual. Los moretones eso no se le van a ir más.
AP: Le metí una cachetada.
MEV: Ya fue blda (sic), no le pegues más. Eso sabes muy bien que no me gusta, déjalo en penitencia y listo. Anda con toda la cara marcada horrible. Tras que encima se hace el víctima por todo, tiene motivos para hacerlo si está marcado.
AP: Con vos se hace el víctima.
MEV: Y con medio millón de personas. Andá a saber ayer que le dijo a tus compañeras.
AP: No le voy a pegar más porque quiero que se vaya. Ya me lo metí en la cabeza.
MEV: Es que exactamente por eso te lo sigo.
AP: Y cuanto antes se vaya, mejor.
MEV: En menos de un mes ya no va a estar acá, ya fue.
MEV: Es que no lo tenés que sacar mas a ningún lado. Déjalo encerrado acá y listo. Ya te lo dije un montón de veces.
AP: Yo no le pego más, pero tampoco lo saco más ni le hablo.
MEV: No veo la hora de que se vaya para poder levantarme y estar sola y en paz.
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