Un ramo de flores blancas se pierde sobre el pasto que crece descontrolado en el frente de la casa que ocuparon Magdalena Espósito Valenti, Abigail Páez y Lucio Dupuy, en la calle Allan Kardec al 2300. Hace algunas horas el Tribunal de Audiencias de Santa Rosa comunicó los delitos por los que la pareja cumplirá prisión perpetua y los vecinos del barrio Río Atuel comienzan a levantarse de la siesta.
Los chicos son los más curiosos en torno a la cámara. Ríen, posan, señalan sitios clave en la trama policial y potenciales entrevistados. “La señora que está allá, seguro habla”, deslizan como una travesura mientras rodean al equipo de Infobae.
Recuerdan, también, los graves incidentes que se desataron tras la detención de la madre del niño de 5 años y su pareja. Describen el miedo que sintieron y las imágenes de los heridos que siguen patentes. “Tuve mucho miedo de salir a la calle mucho tiempo”, confiesa una de ella, la más verborrágica del grupo.
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“Acá venían y dejaban de todo: velas, pañuelos, cartas y ositos de peluche, pero vino la policía y lo sacó todo porque molestaba”, aseguran. La propiedad tuvo hasta hace poco tiempo otro inquilino pero, en la actualidad, está vacía. La casa de enfrente aún conserva la cámara de seguridad que tomó a Páez con Lucio en brazos, desvanecido.
“Nunca escuchamos nada, tampoco la música fuerte de la que hablan. No sabíamos nada, si no, hubiéramos hecho algo”, jura la dueña del dispositivo de seguridad. “Fuimos los primeros que nos enteramos, porque la policía nos pidió la imágenes y ahí vimos todo”, detalla la vecina que, como otros, se convirtió en testigo de la causa.
“Yo la vi (a Paéz) cuando pasó con el nene desmayado desde acá”, cuenta una mujer desde uno de los pisos de las torres ubicadas a una cuadra de distancia. “Es muy fuerte”, dice acongojada sobre el momento y pide desde la altura: “Que no estén juntas”.
“Se merecen lo peor”, opina otra que está por subirse a un colectivo. “Ellas pueden estar mil años encerradas pero él no está más. La condena no lo devuelve”, se lamenta. No se explica cómo nadie escuchó gritos o golpes.
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“Siento angustia, dolor, impotencia porque nadie pudo ayudarlo”, confiesa una vecina que también reclama que Valenti y su ahora exnovia dejen de compartir pabellón en el Complejo Penitenciario N°1 de San Luis. “Si yo hubiera sabido... No sé por qué el nene no pidió auxilio y no entiendo por qué la vecina pegada no hizo nada”, agrega.
“A ellas casi no la veíamos, por ahí salían a comprar algo o lo llevaban a Lucio al Jardín pero no estaban ni en la vereda. Una sola vez hubo un episodio en el que la mamá de Lucio salió de la casa a los gritos y llorando, atrás salió Abigail. Alguien llamó a la policía, pero se fueron después de que hablaron con ellas. Al nene nunca le vimos golpes, tal vez porque llevaba ropa de abrigo”, aventura otra persona que acepta hablar.
“Hay que separarlas. No pueden estar haciendo una vida como si no hubiese pasado nada. Hicieron algo horroroso. No puede ser que una criatura haya tenido ese fin, es muy triste”, opina una mujer desde su patio. “Es perpetua, pero nunca se va a hacer justicia. Lo que le hicieron a él no tiene perdón”, dice la dueña de un kiosco cercano.
Los nenes del barrio, a medida que empieza a atardecer, se van alejando. Cruzan la calle sin mirar, corren a salvo, se ríen y vuelven a sus casas a contarles a sus papás el pequeño tour vecinal. Esperan verse pronto en la nota de la que participaron. Habrá que darles el crédito.
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