“Quiero pedir disculpas principalmente porque jamás en la vida se me hubiese ocurrido matar a alguien”, dijo Máximo Thomsen ante el Tribunal Oral en lo Criminal N°1 segundos después de que su madre, Rosalía Zárate, citada a declarar como testigo en la jornada número once, se retiró de la sala. Después de dos años y diez meses de silencio, y de escuchar llorar a su madre durante casi ocho minutos, el más complicado de los imputados por el crimen de Fernando Báez Sosa, primero se secó las lágrimas y después declaró.
Aunque no estaba confirmado por parte de su abogado, Hugo Tomei, desde temprano se especulaba con la posibilidad de una declaración suya. “Estaba buscando el momento para hablar y, después de escuchar a su madre, decidió hacerlo. Quería desahogarse”, confiaron a Infobae desde su círculo.
Durante las declaraciones de Juan Pedro Guarino, uno de los dos sobreseídos, y de T.I.C., el joven de Zárate señalado como el “rugbier número 11″, Thomsen le hizo varias señas a su defensor. En esos momentos Tomei se acercó a él para intercambiar diálogo de cuclillas y al oído. Supuestamente, la palabra de su madre sirvió para allanar el camino.
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La última vez que Thomsen declaró ante la Justicia fue el 19 de febrero de 2020. Ese día el acusado se negó a responder las preguntas que le formuló la fiscal Verónica Zamboni acerca del asesinato de Fernando. “No (voy a responder) porque no confío en la fiscal porque se nos mintió desde el primer día. Voy a presentar un escrito”, dijo.
En marzo de 2022, al igual que el resto de los ocho imputados detenidos en la Alcaidía N°3 de Melchor Romero en La Plata, Thomsen se rehusó a someterse a las pericias psicológicas y psiquiátricas. “No me siento cómodo ni seguro en hacer una evaluación por el hecho de que ya violaron muchas cosas privadas mías y no quiero que vuelva a pasar”, sostuvo ante los peritos oficiales y el perito propuesto por la defensa, Agustín Costa Shaw.
Este lunes, si bien pidió declarar, la estrategia no fue muy diferente. Se limitó a dar su versión de los hechos y, cada vez que se le preguntó por el resto de los imputados, contestó con la misma frase: “No voy a responder por otra persona”.
La previa
Eran las 17.29 horas cuando Rosalía Zárate, la madre de Máximo Thomsen, ingresó a la sala para declarar como “testigo de concepto”. La mujer de profesión arquitecta, que se desempeñó como secretaria de Obras Públicas de la ciudad de Zárate hasta el momento del crimen, había llegado al Palacio de los Tribunales de Dolores a las 9.15, en compañía de su hijo, Francisco.
Su testimonio ante los jueces María Claudia Castro, Christian Rabaia y Emiliano Lázzari duró ocho minutos en los que repasó cómo era la vida de su hijo hasta el 18 de enero de 2020. “Lo que más amaba era hacer deporte. Su papá y yo nos separamos cuando él tenía seis años. Siempre fue mi compañero”, sostuvo.
También contó que, desde hace dos años, está enferma de cáncer y que está haciendo tratamiento. “Fueron muchos los insultos, empecé a sentirme cada vez peor, cada vez más angustiada, y ahí me enfermé. No quería salir de mi casa. Hasta que un día no aguanté más el dolor y me fui a atender. Me hicieron un estudio y me dijeron que tenía algo malo. Luego me derivaron a un médico que me dijo que tenía cáncer. Me operé, me hice rayos y quimioterapia. Todavía sigo en tratamiento, lo dejé para poder venir acá. Lo único que hago es salir de mi casa para ir a ver a mi hijo al penal e ir al médico. Así (estoy) hace dos años”, explicó Zárate entre lágrimas.
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Y cerró con un pedido desesperado: “No puedo más. No puedo seguir sobrellevando todo esto. Es una pesadilla”.
Al escuchar a su madre desde la segunda hilera del banquillo, Thomsen, que hasta ese momento estaba erguido en la silla y mirando al frente, se desarmó en el asiento. Con la vista al suelo, y sosteniéndose la nariz con los dedos índice y pulgar, el rugbier lloró. Luego pidió declarar.
Para esa altura, los padres de Fernando Báez Sosa ya no estaba en la sala: se habían retirado un rato antes.
Qué dijo Thomsen
“Escuché varias cosas sobre mí durante varios años. Cosas en las que no me reconocía porque generaban tanto odio hacia mi persona. Yo jamás en la vida tendría la intención de matar a alguien. Es algo que nunca en la vida hubiese buscado. Quería aprovechar hoy, en este lugar, para contar la realidad de lo que pasó ese día, esa noche”, arrancó Thomsen y dio su versión de lo que ocurrió aquella madrugada del 18 de enero de 2020 en Villa Gesell.
A continuación algunos fragmentos de su declaración:
“Fuimos a Le Brique como a las tres o cuatro de la mañana porque no queríamos perdernos el show del artista (Neo Pistea). Había muchas personas: tenías que moverte con la marea de gente. Fuimos a la barra, la del costado derecho, y nos quedamos ahí. Creo que nunca saqué el celular porque no quería perderlo. Estábamos tomando algo con un amigo y conociendo a una chica. Me acuerdo que había tanto movimiento que se te volcaba el vaso. Yo decidí ponerme contra la barra: mientras mi amigo y la chica tomaban, yo los cubría para que no les volcaran los tragos”.
“En un momento dije: ‘Basta de empujar’ y sentí que alguien me respondió: ‘Estamos todos en la misma’. Me di vuelta y era un amigo que tenía un ‘chichón’. Cuando le pregunté qué le había pasado (los patovicas) lo agarraron de atrás y lo levantaron del cogote. Cuando vieron que yo era amigo suyo, a mí también me quisieron sacar”.
“En la desesperación le pedí (al patovica) que me explicara por qué me quería expulsar. Ahí me agarraron de atrás y me cruzaron el brazo, sentí una presión fuerte: me estaba asfixiando. ‘Llévenlo a la cocina que lo cagamos a palos’, escuché que decían. Cuando pasé por el pasillito me pegaron dos piñas en las costillas y, al final, me sacaron. Me quedé insultando al boliche porque yo solo quería entrar de nuevo. ‘Ya está. Andate y mañana vení de nuevo’, me dijo el de seguridad”.
Sobre lo que ocurrió a la salida de Le Brique, Máximo Thomsen contó:
“Me di vuelta y vi que los chicos estaban cruzando. Vi que uno de mis amigos se estaba por meter en una ronda de gente desconocida. Ahí salí corriendo atrás de él: pensé que se iban a pelar. Me pegaron una piña en la cara y reaccioné tirando patadas. No sé a quién ni cómo. Estoy seguro de que pegué dos patadas, pero jamás en la vida con intención de matar”.
“En un momento sentí que alguien me puso la mano en el pecho y era un amigo y me dijo: ‘Basta’ y yo me quedé parado. Miré al costado, vi que nadie estaba pegando, me di vuelta y me fui. Llegué a la casa, me parece que llegué primero, y me puse ropa cómoda porque tenía la camisa rota. Cuando llegaron los demás empezaron a comentar de la pelea. A final llegó otro de los chicos y me dijo: ‘Creo que (la pelea) terminó mal’. Yo le dije: ‘¿Cómo va a haber sido la nuestra si fueron segundos?’. Alguien me dijo de ir a comer a McDonald’s y, como mi idea principal era esa, creo que fui con Lucas y después volví a dormir. Para mí la pelea fue un abrir y cerrar de ojos”.
“Al otro día supe lo que había pasado. Cuando estábamos todos en el piso (la policía) nos dijo: ‘¿Ustedes saben porqué están acá? Ustedes mataron un pibe’. Ahí me empezó a dar vueltas todo en la cabeza y me puse a vomitar, pero yo hasta el día siguiente no lo creía, mi cabeza no lo podía procesar porque yo no lo entendía”.
Al final de su declaración, al ser consultado por la fiscalía, Máximo Thomsen identificó sus zapatillas negras marca cyclone, cuya suela estaba estampada en la cara de Fernando Báez Sosa.
“Son mías”, dijo y aseguró haberlas usado el 18 de enero de 2020.
Cuando Fernando Burlando quiso interrogarlo, Thomsen se negó. “No me siento cómodo respondiéndole a una persona que dijo muchas barbaridades sobre mi persona y que insultó a mi mamá”.
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