Casi tres años después de su salida de la cárcel de Dolores, Alejo Milanesi (22) y Juan Pedro Guarino (22) volverán a pisar a la ciudad. En el marco del juicio por el crimen de Fernando Báez Sosa ambos fueron citados como testigos para abrir la jornada número once del debate. Fueron convocados defensa, a cargo de Hugo Tomei, y también los abogados del particular damnificado, Fernando Burlando y Fabián Améndola. La expectativa por lo que pueden llegar a declarar es alta.
¿Cómo fueron las horas previas al brutal ataque frente a Le Brique? ¿Qué vieron? ¿Escucharon algo? Sus ocho amigos, ¿“acordaron darle muerte” a Fernando Báez Sosa, como sostiene la acusación? ¿Por qué huyeron después de golpiza y pactaron no contar nada a nadie? Bajo juramento, y ante los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal N°1, se espera que ambos jóvenes den su versión de los hechos.
Hasta el final de segunda semana del juicio, los testimonios de Milanesi y de Guarino se esperaban para la última de las audiencias, la del 18 de enero, fecha que coincide con el tercer aniversario del crimen. Por una reorganización en el cronograma de testigos, al cierre de la décima jornada, el abogado de los acusados confirmó que iban a declarar el lunes 13 de enero.
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Ese día también lo harán T.I.C. (el denominado “rugbier número 11″, menor de edad al momento del hecho, que estuvo con los acusados esa noche pero jamás fue imputado), José Aníbal Leguiza, Santino Massagli (amigos de Blas Cinalli) y Juan Ignacio Neme Correa (amigo de los imputados).
Son las personas con las que los acusados mantuvieron contacto vía WhatsApp o telefónico luego del hecho. Santino Massagli, por ejemplo, fue el destinatario del mensaje: “Amigo, flasheamos, creo que matamos a uno”, escrito por Blas Cinalli.
Milanesi y Guarino quedaron en libertad 23 días después del crimen.
A diferencia de los ocho imputados finales, a los que dejó con prisión preventiva y acusados de “homicidio doblemente agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas”; la fiscal de instrucción Verónica Zamboni solicitó que ellos dos no continuaran detenidos, ya que —a esa altura de la investigación— no había evidencia suficiente para ubicarlos en el lugar y el momento de la agresión que terminó con la muerte de Fernando Báez Sosa. David Mancinelli, juez de garantías, validó la decisión
El primero en traspasar el portón gris de la cárcel de Dolores fue Milanesi. Atrás suyo, también de remera y pantalón, y con una bolsa de papel madera en la mano, lo siguió Guarino. Delante de ambos, allanando el paso ante el inminente avance de camarógrafos, fotógrafos y periodistas, su abogado, Hugo Tomei, intentaba hacerles de escudo. Las preguntas volaban como dardos: “¿Podrían contar algo?”. “¿Están bien?”. “¿Están tranquilos?”. Con la vista hacia abajo y sin hacer declaraciones, Milanesi se apuró. En medio de varios empujones, Guarino lo sujetó de la remera para no alejarse. Al final, lograron meterse dentro de un vehículo. Jamás dieron una entrevista o hicieron apariciones públicas.
Diez meses más tarde, el 16 de noviembre de 2020, Zamboni pidió su sobreseimiento.
A la hora de tomar su decisión, la fiscal tuvo en cuenta varios puntos. Para empezar, las ruedas de reconocimiento en contra de Milanesi y Guarino resultaron negativas, como así también las pericias de los teléfonos celulares y los seguimientos de las cámaras de seguridad.
“Si bien estuvieron en el interior de ‘Le Brique’ junto al resto de los imputados, que efectivamente salieron del bailable, resultando incluso filmados desde el propio celular de Lucas Pertossi, lo cierto es que no han podido tampoco ser ubicados, por las secuencias fílmicas, en el lugar directo de la agresión a Fernando, sino solo en inmediaciones y alejados de la víctima”, sostuvo Zamboni en un escrito.
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Pero sobre todo, la fiscal valoró que los estudios de ADN realizados sobre sus propias prendas de vestir y zapatillas no encontraron rastros compatibles con las muestras tomadas sobre la víctima. Tampoco había restos de piel de ambos jóvenes bajo las uñas de Fernando Báez Sosa, que llegó a defenderse y, en ese intento, rasguñó a alguno de sus atacantes. El dedo meñique derecho de Fernando, por ejemplo, tenía ADN de Fernando.
“Si bien es cierto que Guarino y Milanesi moraban en la misma finca -en Villa Gesell- que los demás, y que todos luego del hecho se retiraron a tal vivienda, no menos cierto es que ello no permite por sí, y por el solo hecho de compartir un espacio físico para residir transitoriamente, afirmar que resultan partícipes del hecho”, concluyó Zamboni.
De momento, poco se sabe del presente de Milanesi y Guarino. Fuentes cercanas a su círculo confiaron a Infobae que los jóvenes siguen viviendo en Zárate y que, a pesar de estar sobreseídos, “quedaron marcados para siempre. No pueden ni ir a cargar nafta sin que les hagan un comentario o los miren de reojo”.
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