La elevación a juicio de los ocho rugbiers acusados de matar a Fernando Báez Sosa recuerda que el día del hecho, Ciro Pertossi envió audio a las 6:06 AM que decía: “chicos no se cuenta nada de esto a nadie”. Poco antes, su primo Lucas Pertossi se habría presentado el lugar del crimen de Fernando. Alertó a sus cómplices con el siguiente mensaje: “Estoy acá cerca donde está el pibe y están todos ahí a los gritos, está la policía, llamaron a la ambulancia”. Luego, dijo: “Caducó”.
Carolina Giribaldi Larrosa, que declaró hoy a la mañana en el juicio contra los acusados, fue la médica que llegó a bordo de esa ambulancia una hora antes de ese mensaje, cerca de las 5:09 AM. Su recuerdo es el registro de los últimos momentos de Fernando, con su intento de salvarle la vida antes de que sea pronunciado muerto, con su cuerpo que luego atravesó una autopsia a cargo del forense Diego Duarte, otro de los testigos de la jornada.
Giribaldi Larrosa es médica generalista y emergentóloga desde hace 18 años en el Hospital municipal de Villa Gesell.
Ante el Tribunal N°1, contó que la madrugada del 18 recibió un llamado al 107 a las 5, que avisó sobre “un masculino inconsciente en la vía pública”. “Fuimos en ambulancia y encontré a este joven sin signos vitales. Estaba siendo asistido por personal. No identifiqué si era de los bomberos. Le estaban haciendo RCP. Le había colocado un DEA. Se trata de un desfibrilador automático muy sencillo de utilizar”, afirmó. La ambulancia, según ella, tardó entre siete y nueve minutos en llegar.
Consultada acerca de cómo se constató que Fernando no tenía signos vitales, la mujer respondió: “No tenía movimiento respiratorio y no tenía pulso”.
En el viaje al hospital, contó, se le continuó practicando RCP y con oxígeno porque no presentaba signos vitales.
En su relato, Giribaldi no especificó cuándo Fernando fue pronunciado legalmente muerto.
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Así, el fiscal Juan Dávila le preguntó por los protocolos aplicados en estos casos. La testigo afirmó que se debe practicar RCP por 40 minutos.
“Yo le hago la constatación de los signos vitales entre las 5.07 o 5.09. En ese momento el desfibrilador externo automático (DEA) informó: ‘Paciente en asistolia. Continúe el masaje cardíaco’. Cada vez que me detenía para ver el monitor, es decir, si había alguna respuesta del corazón, el aparato volvía a decir lo mismo. Cuando el paciente está en asistolia, el DEA no dispara. Recién lo hace cuando se recupera el ritmo. Si eso hubiera pasado el DEA lo hubiera censado e indicado que me alejara para volver a un ritmo normal”, explicó la testigo. Es decir, según el aparato, el corazón no latía.
“Lamentablemente no hubo ninguna respuesta. Cuando llegué al hospital hice el pase del paciente a otra doctora, Silvia Romero, que lo estaba esperando en el shockroom”, siguió.
El fiscal Dávila le preguntó por la lesión en el cráneo de Fernando, descrita por el forense Duarte en la autopsia. La testigo dijo que Fernando, básicamente, no tenía chances, que cuando hay una hemorragia cerebral masiva no hay posibilidad de sobrevivir. “El tronco encefálico es fundamental. El paro cardíaco es irreversible: se puede estimular el corazón manualmente, pero no tiene estímulo propio”, siguió.
No se pudo volver a aplicar el desfibrilador, afirmó. Básicamente, nunca se pudo aplicar porque el aparato sirve cuando el corazón vuelve a funcionar.
Consultada sobre el estado de la víctima, Giribaldi sostuvo: “Tenía manchas de sangre en la nariz y la boca, pero no era abundante. No tenía camiseta, sí pantalón. Estaba tendido en el suelo y había mucha gente alrededor. Nadie me explicó qué era lo había sucedido”. Sobre las lesiones en rostro y cuello de la víctima, la testigo dijo que eran hematomas grandes y longitudinales. “Se veía una marca atípica, rara, en forma de zigzag del lado de la mejilla”, dijo. en referencia a la lesión compatible con la zapatilla luego atribuida a Máximo Thomsen.
Luego, llegó el turno del forense Duarte. Los padres de la víctima dejaron la sala.
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