Hoy viernes, en la quinta jornada del juicio a los ocho rugbiers acusados de matar a Fernando Báez Sosa que se celebra en el Tribunal N°1 de Dolores. se desarrollará un momento clave en la historia del caso: el allanamiento ocurrido a las 10:30 el 18 de enero de 2020 en la casa de Villa Gesell donde los diez acusados originales fueron arrestados. Para esto, fueron citados a declarar los policías que participaron en el episodio bajo las órdenes del fiscal Walter Mércuri.
En ese allanamiento a la casa de dos plantas ocurrieron dos situaciones que marcaron la historia del caso. Allí, los rugbiers inculparon a Pablo Ventura como su cómplice, una acusación que resultó ser totalmente falsa. También, se halló la zapatilla negra cubierta de sangre que Máximo Thomsen usó para patear a Báez Sosa en el cráneo, mientras estaba indefenso en el piso.
En la casa, sobre la calle 202, a tres cuadras de Le Brique, se habían encontrado bolsas con ropa. Los peritos de medicina legal encontraron marcas en los puños de los acusados. Un rastro de cámaras había llevado a la Bonaerense hasta allí. Pero el hallazgo de la zapatilla cambió todo.
Un testigo clave de esa jornada rememora a Infobae:
“La casa que alquilaban estaba llena de policías. No se inmutaron cuando se leyó de qué los acusaba. No se inmutaron en general. Solo cambiaron su actitud cuando se encontró la zapatilla de Máximo Thomsen, manchada con sangre. Allí, se alborotaron. Varios de ellos comenzaron a mencionar a Ventura”.
La escena continúa un policía que agita la zapatilla con sangre y pregunta de quién es.
“De Pablito Ventura”, respondió uno, luego otro, caóticamente. Luego, uno de los rugbiers se convirtió en el portavoz de esa mentira.
En la audiencia de hoy viernes, un policía y un perito de alto rango de Policía Científica presentes en el allanamiento confirmaron bajo juramento ante los jueces que quien incriminó falsamente a Ventura fue el verdadero dueño de esa zapatilla: Máximo Thomsen.
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Ventura resultó ser inocente. La zapatilla, todo lo contrario: puede ser la prueba que lleve a Thomsen a una condena a prisión perpetua, junto con todos los testimonios que lo incriminaron gravemente esta semana en el juicio. Un experto, citado en la audiencia de hoy, tomó medidas de los pies de todos los acusados. La zapatilla negra fue peritada por la Policía Federal, con un análisis scopométrico. El ADN de Báez Sosa estaba en su puntera blanca, reveló otro análisis. El estudio scopométrico -que determina pisadas y marcas de pie, entre otros puntos- señaló inequívocamente al rugbier Thomsen: la pericia descubrió que la plantilla tenía la marca de su pie.
La historia completa de ese allanamiento se reconstruye con la transcripción del expediente, en ese entonces a cargo de Mércuri y luego bajo Verónica Zamboni, quien finalmente lo elevó a proceso. A las 10:30, tras el seguimiento de cámaras y la pista entregada por Andrea Ranno, empleada de un hotel de la zona, una delegación que incluía al jefe de la DDI Pinamar y al jefe comunal de Villa Gesell apareció en la casa. Abrió la puerta un joven al que reconocieron rápidamente por la colita en su pelo, que habían visto en los videos de las cámaras. Era Matías Franco Benicelli.
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El sumario posterior notó algo insólito con respecto a Benicelli. Dos de los policías de la Bonaerense que declararon ayer aseguraron que tras el crimen, interceptaron a varios de los rugbiers frente al supermercado Marina y los dejaron ir, al no coincidir con las características que tenían. Uno de ellos, notaron al abrir la puerta, era Matías Franco. Entonces, le tomaron los datos. Dijo ser chapista de profesión. Ciro Pertossi fue el segundo en aparecer.
Así, rompieron. A las 10:36, los diez presentes ya estaban aprehendidos por el delito de homicidio agravado. A las 10:45, un móvil de Estación de Policial Comunal Villa Gesell Primera con dos efectivas llegaba para ayudar a esposarlos. A las 11:20 llegaba Christian Novelino, entonces jefe de la DDI de Dolores.
Notaron que los rugbiers tenían varias lesiones compatibles con una pelea. Así, los policías tomaron a un testigo, un chico oriundo de Temperley.
Ante el testigo, Policía Científica marcó que Enzo Tomas Comelli “presenta hematoma sobre el labio inferior, mientras que el aprehendido Máximo Pablo Thomsen presenta presunto tejido hemático en su mano derecha, y el aprehendido Luciano Pertossi presenta escoriaciones en el cuello y axila izquierda, como también el aprehendido Lucas Pertossi presenta escoriaciones parte axila posterior derecha y axila frontal izquierda y el aprehendido Alejo Milanesi presenta escoriaciones lineal cara posterior del cuello y mano izquierda parte frontal”.
Dicho en simple, Thomsen tenía sangre en la mano que usaba para golpear. Ni siquiera se había lavado las manos. Poco después, secuestraban su auto, un Chevrolet Corsa.
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Para ese entonces, los rugbiers -nunca se supo quién- ya habían manchado a Pablo Ventura, entregando la descripción del Peugeot 208. El allanamiento se extendió hacia la tarde. Para las 15 ya les habían incautado los teléfonos, el efectivo y sus tarjetas. Les hisoparon las uñas en busca de ADN y les incautaron la ropa que llevaban.
El reconocimiento médico posterior a Thomsen fue más detallado.
“Presenta pequeñas escoriaciones lineales en región malar izquierda, escoriaciones y equimosis en nudillos de mano derecha. Escoriación en tercio medio de brazo derecho. Escoriación en línea axilar posterior a nivel de la 6ta y séptima costilla de hemitorax derecho. Escoriación lineal en cara interna de brazo derecho. Que ello denota claramente, que esas lesiones fueron seguramente producto de la agresión proferida a Fernando Baez Sosa”, asegura el informe.
Había 19 pares de zapatillas en la casa, pero la de Thomsen, más allá de la sangre, fue sospechada desde el comienzo. Policía Científica estableció, todavía sin una pericia scopométrica, que la suela se asemejaba a la marca en la cara de Báez Sosa que fue vista en la autopsia.
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