El 10 de febrero pasado, a las 13.50, en la intersección de las calles Tulissi y Ramon Cajal, en Francisco Álvarez, dos policías interceptaron una camioneta utilitaria blanca y le apuntaron con sus armas a los dos ocupantes: Osvaldo Martín “El Tío” Torres y Julieta Zárate. El procedimiento de los agentes de la Seccional VI de Moreno resultaba un poco extraño. No había orden y, sin más, los uniformados tomaron los cinco ladrillos de cocaína que transportaba la pareja en el interior del vehículo y los guardaron en el patrullero en malas condiciones y con la pintura gastada en el que habían llegado junto a un tercer oficial que esperaba en el móvil.
De esta manera, “El Tío” -un hombre robusto de 1,75 metro y unos 90 kilos- veía alejarse los 25 mil dólares que había pactado por la droga que iba a entregar a un “transa” cuando fue sorprendido por los policías. Para colmo, tuvo que pagar otros 4 millones de pesos para que los oficiales que lo emboscaron liberaran a Zárate, su pareja y compañera incondicional.
“Me cortaron. Me agarró la Policía, me sacaron 5 kilos y me están pidiendo que ponga cuatro palos si no no me la largan a Julieta”, decía desesperado. Todavía engañado, Torres llamó a un familiar y lo alertó sobre posibles allanamientos que nunca se realizarían porque el episodio era, en realidad, una puesta en escena. De acuerdo a la investigación, el acta del falso procedimiento quedó registrado como una tenencia para consumo personal de 0,4 gramos de cocaína. Todo parecía haber terminado.
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No fue así: cinco días más tarde, sicarios ejecutaron en el patio de su casa a José “Diosito” Gutiérrez, un bicicletero de General Rodríguez dedicado a la venta de droga al menudeo al que solía visitar el jefe narco. Mientras los vecinos escuchaban con miedo los balazos, su mujer y sus hijos gritaban horrorizados y encerrados en el baño. Era la venganza de “El Tío”.
Es que el falso operativo había sido montado para convencer al jefe narco de que había caído a raíz de una investigación judicial inexistente. El plan no resultó. Torres descubrió el engaño y llegó al fondo del asunto: muy pronto supo que se había tratado de una “entrega” orquestada entre policías y dealers para quedarse con la cocaína.
“El Tío” había descubierto que Gutiérrez había sido parte de la “mexicaneada” ideada junto a Miguel Ángel “El Viejo” Delgado y Pablo “Gordo” Lugones, quién se encargó de contactar a la “mano de obra”: los policías Ángel Morales, Roberto Torres y Claudio Branchi.
Pactaron que cada grupo (dealers y policías) se quedarían con 2,500 kilos de cocaína. Poco después de arrebatarle la droga al “Tío”, los uniformados entregaron su parte a sus cómplices en cercanías a la comisaría.
Delgado y Lugones no imaginaron que serían víctimas, minutos después, de la misma artimaña que habían creado. Antes de que pudieran partir, aparecieron Sebastián Perin, Leonardo Biotti, Eduardo Viera, Ramón Acosta y Alexis Romero, todos ellos miembros del Gabinete de Drogas Ilícitas de la DDI de Moreno-General Rodríguez.
Los agentes los detuvieron y les sacaron la droga. El episodio motivó la conformación de una segunda expediente falso que fue puesto al descubierto en la investigación del crimen del bicicletero, a cargo de la fiscal Gabriela Urrutia, titular de la Unidad Funcional de Instrucción N°10 de General Rodríguez, y el Cuerpo de Instructores de Delitos Complejos.
“Merca en la mesa” y fuga a Gualeguaychú
Julieta Zárate, de baja estatura, corpulenta y de pelo corto, acompañaba a “El Tío” en todas sus actividades narco en los barrios Bicentenario, La Lata, Ruffo, Fraternidad y el centro de General Rodríguez. “Está siempre como custodiando y controlando todo”, dijo un testigo sobre la mujer a quien algunos señalan como la verdadera jefa.
“Puso la merca en la mesa y me dijo: ‘Agarrate y llevate para probar’”, declaró un testigo en relación a una visita que hizo a la casa del narco, ubicada en un barrio semi cerrado de José C. Paz. Ese día, a su lado, estaba Zárate. Permanecía callada. Solo le hablaba a su concubino, todos monosílabos. Otras personas que declararon en la causa también destacaron su carácter silencioso. “Ni saludaba”, dijeron sobre la mujer.
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Pese a ser conocidos como pesos pesados de la zona, ninguno de los dos tenía antecedentes penales previos a ser atrapados por el crimen del bicicletero. “El Tío” se enteró horas antes de los allanamientos que se desencadenaron tras el homicidio. Estaba cercado. Tomó lo poco que pudo agarrar y escapó junto a su mujer en micro rumbo a Gualeguaychú, en Entre Ríos.
La geolocalización de su celular llevó a los detectives a la casa de su sobrino, donde se ocultaban. El narco cayó el 25 de mayo pasado, cuando dejó la propiedad para compras hogareñas. Zárate, preocupada debido a que su pareja no regresaba, salió a la vereda. Ahí mismo le pusieron las esposas.
En un último intento por salvar a su mujer, la defensa de “El Tío” argumentó que ella nada tenía que ver con las operaciones de su marido. Sin embargo, el 29 de diciembre, los jueces Carlos Risuleo e Ignacio Gallo de la Sala III de la Cámara de Apelaciones y Garantías de Mercedes confirmaron las prisiones preventivas de ambos.
Lo misma determinación tomaron con los policías arrestados que, desde entonces, pasan sus días en el sector destinado a personal de seguridad en la cárcel de San Martín.
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