Celia Benítez, Celia Giménez y Érica Paola Garraza, alias “Tormenta”, se hacían llamar “Las Viejas” en la “zona roja” del barrio El Mondongo de La Plata, donde Johana Ramallo (23) trabajaba al tiempo de su desaparición, a fines de julio de 2017. Su cadáver mutilado sería hallado en las costas de Berisso en agosto de 2018. Si bien las mujeres no están relacionadas con el crimen, sí eran parte del contexto tétrico en el que la víctima era explotada sexualmente por el proxeneta Carlos Omar Rodríguez, alias “El Cabezón”, detenido en junio pasado.
Todos ellos están imputados en la causa que investiga el juez Alejo Ramos Padilla, titular del Juzgado Federal N°1 de La Plata, por la desaparición y el femicidio de Ramallo. Además de “Las Viejas”, el magistrado procesó este miércoles a Hernán Rubén García (47), Nicole Guerra Guerrero (40), de nacionalidad peruana; Sayuri Valentina León (33); nacida en Ecuador, Andrea Camila Barreto Clavijo (30), alias “Boris” y oriunda de Perú; Carlos Alberto Espinosa Linares(38), apodado “El peruano”, “El loco” o “Carlitos”; y Mirko Alejandro Galarza Senio (27).
Según el procesamiento al que tuvo acceso Infobae, estos últimos están también imputados en la causa por la explotación sexual y venta de drogas, y eran parte del contexto en el que Ramallo se encontraba a la hora de desaparecer. Más allá de que encima de ella tenía a “El Cabezón”, cuando el detenido no estaba en la “zona roja” del barrio El Mondongo, la explotación funcionaba igual.
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De acuerdo a la investigación del juez Ramos Padilla, la Comisaria 9ª de esa zona de La Plata “necesariamente” tenía que estar en “convivencia” con los regenteadores para que el lugar funcionara. Así lo detallan varios testigos que declararon en la causa. Sin embargo, por el momento, no hay pruebas contundentes contra los policías que trabajaban en esa seccional en ese momento.
A Ramallo, de acuerdo a la investigación, “El Cabezón” la promocionaba en su perfil de Facebook para prostituirla. Subía fotos de ella y la ofertaba. Para la Justicia, aprovechaba la situación de vulnerabilidad de Johana y de las demás chicas. Por eso, para él, la cocaína no servía solo para hacer dinero: la utilizaba con las trabajadoras sexuales para generarles dependencia y así poder controlarlas.
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De igual modo, para los investigadores del caso, el femicidio de Ramallo sirvió para descubrir cómo era el contexto en el que Johana trabajaba y, gracias a eso, encontraron más víctimas de este tipo de lógicas de explotación sexual: esas mujeres brindaron testimonios y ayudaron a llegar a los últimos procesados.
“Las Viejas” son el claro ejemplo del mecanismo perverso que funcionaba en el lugar donde explotaban a Johana. Son un grupo de tres ex trabajadores sexuales que tomaron el rol de regenteadoras del delito y eran dueñas de las “paradas”, como le llamaban a los puntos donde se ubicaban las prostitutas para conseguir clientes.
Así, “Las Viejas” recaudaban dinero a costa de las mujeres que trabajan en esas “paradas”. Lo mismo hacían con respecto a la venta de drogas que, según la investigación, era suministrada por uno de los detenidos en el marco de la causa.
“Las Viejas” eran parte del entramado que funcionaba en el barrio “El Mondongo”. Las mujeres eran una pata más del sistema articulado de explotación sexual del que era víctima Johana. La banda, además, convivía con los proxenetas, aunque a veces no en buenos términos: en el caso de “El Cabezón”, según indicaron fuentes del caso, tenían problemas por el lugar de las “paradas”.
Lo cierto es que, parte de las maniobras de manipulación partían por la “protección” que las mujeres le daban a las trabajadoras sexuales. “Se advierte que la actividad de la zona roja excede el simple ejercicio de la prostitución callejera y da cuenta de la presencia de una organización que, al menos en determinados casos, captaba y recibía mujeres con el fin de someterlas a un circuito de explotación sexual y consumo de estupefacientes, aprovechándose de su situación de múltiples vulnerabilidades: sociales, económicas, familiares, de salud física y psíquica”, se lee en el fallo del juez Ramos Padilla, donde procesó a “Las Viejas” y a más proxenetas que eran parte del contexto en el cual desapareció Johana en 2017.
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