Apenas habían transcurrido las primeras horas de la madrugada del 13 de noviembre cuando Nicolás García (18) salió del boliche Roca Bruja de Hurlingham con la cara desfigurada y ensangrentada. Minutos antes, un conocido suyo llamado Santiago “Chanchi” Martínez (18), le había destrozado el rostro clavándole los restos de un vaso roto. El ataque fue por la espalda, a traición, y el motivo insólito: el agresor había visto a la víctima hablando con su ex.
Luego del hecho, Nicolás García fue trasladado al hospital San Juan de Dios donde salvó su vida, aunque todavía trata de recuperarse de las heridas con la posibilidad latente de perder el ojo izquierdo. Por su parte, Martínez fue detenido de inmediato. Semanas más tarde, la fiscal Valeria Courtade decidió solicitar la prisión preventiva.
En una audiencia con todas las partes presentes, la jueza Marianela Tschifelly, a cargo del juzgado de garantías N°6 de Morón, confirmó ese pedido por lo que, por ahora, Martínez permanecerá detenido. La magistrada entendió que existen riesgos procesales. La imputación formulada en contra del detenido es grave. Se lo acusa, ni más ni menos, que de intento de homicidio. Sin embargo, en la audiencia la jueza realizó un cambio en la calificación. Es que la fiscal había entendido que el ataque tuvo como intención hacer sufrir a un tercero, en este caso la ex novia del agresor. Para la jueza, esa situación no fue así y le quitó ese agravante. Esto será apelado por el abogado de la víctima, el doctor Gastón Marano.
En su pedido de preventiva, la fiscal Courtade fue especialmente dura con Martínez y su actitud: “No le importó la vida de Nicolás, eligiendo el peor medio que tenía a su alcance, incrustándolo en su rostro, hasta llegar a despegar su carne, todo lo cual es indicativo que no puede controlar sus impulsos, las tentaciones o los deseos que siente, actuando sin tener en cuenta las consecuencias de sus actos”.
En ese documento, la fiscal también hizo referencia a la actitud obsesiva de Martínez para con su exnovia, que fue el desencadenante del hecho: “También ha quedado demostrada la obsesión que Martínez tenía con su ex. Aún terminada la relación, cuando se encontraban en el boliche, Martínez se sentaba a mirarla fijamente mientras ella bailaba, ésto lo hacía de una forma absolutamente controladora, conforme los dichos de una de las testigos, a quien esta actitud, a todas luces, no le parecía normal”
La calificación del delito que había elegido la fiscal y que ahora cambió la jueza, no era cualquiera. Lo que la fiscal entendió en su solicitud es que Martínez agredió a Nicolas con el único fin de hacer sufrir a M.P, su expareja. Incluso, la investigadora señala hechos graves que ocurrieron anteriormente. “No era la primera vez que Martínez realizaba actos para hacer sufrir a M. Este no fue un hecho aislado, la propia chica hizo referencia a otras oportunidades en que Martínez ha tenido relaciones íntimas con amigas cercanas de ella, e incluso ha quemado con un cigarrillo a una amiga suya”.
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La fiscal continúa relatando hechos violentos previos: “Es más, la joven contó que en una oportunidad, Santiago Martínez agredió físicamente con golpes de puño a un amigo suyo, R., por creer que había estado con ella. Situaciones que perfectamente encuadran en hechos perversos que sólo pretenden dañar los sentimientos de su pareja y demostrar dominación sobre la mujer”.
En otro tramo de ese pedido de preventiva, la fiscal especifica cómo fue la agresión y la saña particular que tuvo el atacante. Courtade escribió que Martínez “incrustó el vaso que tenía en su mano y, no contento con eso, socavó el adminículo en su rostro, haciendo movimientos con su muñeca, de manera tal que le generó un colgajo”. Vale aclarar que, como el ataque fue por la espalda, Nicolas no llegó a cerrar su ojo izquierdo y uno de los vidrios se le clavó directamente en ese órgano.
En su escrito, la magistrada no se expidió en cuanto a la solicitud de prisión domiciliaria que había realizado la defensa del acusado. Esa situación podría resolverse recien la semana que viene, en caso de que los abogados no apelen.
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