El audio que la mujer de Catamarca logró enviar a su madre en medio del cautiverio no decía todo.
“Mami, cuando vos me llames, voy a decir que no me quiero ir, pero sí me quiero ir. Nada más que él me hace poner en altavoz el celular y la madre de él también. Porque si yo le digo que sí, a la noche me va a hacer cagar. Y a donde estamos, estoy sola yo”.
Días después de ese mensaje, el 1° de diciembre, cuando los policías de la DDI de San Isidro llegaron hasta la casa de la localidad bonaerense de Boulogne, la mujer vio la única oportunidad que tuvo para darle fin al tormento que padeció junto a su hija de 3 años. A través de señas, le avisó a los uniformados que estaba peligro y necesitaba ayuda. Había viajado con la menor en busca de trabajo, de una nueva oportunidad. Terminó -según su propio testimonio- secuestrada y sometida a violaciones y trabajo esclavo por parte de uno de los dueños de la casa, Eduardo Leguizamón, en complicidad con la madre, Mirtha Gómez. Finalmente fue rescatada. Leguizamón y Gómez fueron detenidos en el acto, en un caso esclarecido por el fiscal Marcelo Fuenzalida.
Se secuestraron dos pistolas, una escopeta, manoplas, rebenques y nueve puñales. La última violación, se supo luego, había ocurrido 48 horas antes del rescate.
Según informaron fuentes de la investigación a Infobae, la historia comenzó a principios de noviembre cuando a través de Facebook se contactó con Leguizamón, quien le ofreció viajar desde la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca hasta la provincia de Buenos Aires, con la promesa de que le conseguiría una casa para vivir, un empleo y hasta un jardín para su nena. Como el hombre se encontraba en Catamarca, aprovecharon para encontrarse y fue entonces que la convenció.
O. vio la oportunidad para rehacer su vida y la de su hija. Si bien tenía un trabajo como cuidadora de adultos mayores, la joven se había separado del padre de la nena tres meses antes, tras repetidos episodios de violencia de género. Necesitaba una nueva vida. Entonces, ella y su hija tomaron un micro.
El 21 de noviembre pasado, Leguizamón las pasó a buscar al estación de micros de Retiro y las llevó hasta su casa, ubicada en la calle Asamblea, de la localidad de Boulogne, partido de San Isidro. Cuando llegó al domicilio, la joven vio que allí vivían también el padre del hombre, la hermana, una sobrina y la madre, Mirtha Gladys Gómez, una mujer de 69 años.
Casi de inmediato comenzaron las mentiras y los abusos. Cuando la joven catamarqueña le preguntó por el trabajo, Leguizamón le dijo que tenía que esperar a que le confirmaran. Pero eso fue apenas el comienzo. Al día siguiente ocurrió el primer episodio de violencia. En un momento, la víctima quiso tomar mate con la hermana de Leguizamón sin imaginarse la violenta reacción del hombre: invadido por la furia, le prohibió hablar con su familiar y de forma agresiva, le quitó el chip del celular y la dejó completamente incomunicada.
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Después de eso vinieron las prohibiciones, los maltratos excesivos, el trabajo esclavo y las violaciones. Hace menos de dos semanas, después de uno de los partidos de la Selección argentina en el Mundial de Qatar, la chica quiso llevar a su nena a la plaza. Leguizamón se lo prohibió. La tomó del brazo y la amenazó: “Vos de acá no te vas porque si no re voy a cortar en pedacitos”. Luego, tomó una rebenque y la golpeó en una de sus piernas.
Día a día, Leguizamón se mostraba todavía más violento. Esto, sumado a que desde el día uno, la obligó a tener relaciones sexuales con él bajo la amenaza de que si no lo hacía, iba a matarla a ella y a su hija de tres años. Además, le advertía que si intentaba escapar, asesinaría a su mamá en Catamarca. La víctima, completamente sometida por su captor, un ex empleado de empresas de seguridad, no tuvo más remedio.
Hubo otro detalle clave que le permitió al acusado cumplir con sus supuestos deseos: Gladys, su propia madre. De acuerdo con las fuentes consultadas por este medio, mientras el hombre de 34 años se ausentaba de la casa, la mamá le decía a la víctima que no se fuera porque “su hijo era bueno”. Para asegurarse de que no huyera, la mujer le habría quitado los picaportes a las puertas de la casa.
Leguizamón no sólo usaba la fuerza física para presuntamente violar a su víctima. Según se pudo establecer en la investigación, cada vez que podía, le exhibía las armas que tenía en la vivienda para obligarla a tener sexo, según adelantó Crónica. La hermana le contó a la mujer catamarqueña que esas armas -que incluían pistolas, escopetas y cuchillos- eran propiedad del hombre. Gómez, en cambio, le dijo a la joven que pertenecían a su otro hijo, quien supuestamente estaba preso en un penal.
Otro detalle que pudo averiguar la víctima a través de la hermana de Leguizamón es que en relaciones amorosas anteriores, también habría sido violento con sus parejas. “Las novias no le duraban mucho”, le dijo.
Las escasas comunicaciones que pudo mantener la mujer con su familia fueron a través del hombre que la estaba sometiendo, quien para no generar sospecha, llamaba a la mamá de la víctima en Catamarca y la obligaba a hablar con el altavoz para que le dijera que “todo estaba bien”.
Finalmente, la víctima se las ingenió para enviarle un mensaje a su mamá y poder avisarle todo lo que estaba pasando, el audio que ilustra esta nota. Fue a través de la sobrina menor de Leguizamón, una menor de sólo 13 años, a quien la mujer catamarqueña pudo darle el número telefónico y pedirle que le contara todo. En el medio, grabó el audio.
Ya con la certeza de que su hija estaba en peligro, la madre acudió a la Policía de Catamarca y elevó la denuncia. De inmediato, los policías solicitaron colaboración a sus pares de San Isidro y rápidamente se inició una investigación bajo la dirección de la Unidad de Violencia Familiar y Genero N°2 de San Fernando del Valle de Catamarca, que ordenó averiguar el paradero.
Finalmente, el pasado 1 de diciembre efectivos de la DDI de San Isidro localizaron el domicilio donde estaban las víctimas, ingresaron y las rescataron. Al llegar, Gómez y Leguizamón mostraron cierta resistencia a dejar ingresar a los uniformados. Cuando los policías entraron, la joven le hizo las señas y al notar que estaba segura, rompió en llanto y contó todo lo que había sufrido.
El hijo y su madre quedaron detenidos y a disposición del fiscal Fuenzalida, de la Unidad Funcional de Instrucción Violencia de Género San Isidro, quien los imputó del delito de los delitos de privación ilegítima de la libertad y coacción agravada, así como de abuso sexual con acceso carnal.
Ambos acusados se negaron a declarar. Fuenzalida cree que la hija de la mujer no habría sufrido delito alguno.
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