La Basílica de Luján asoma sobre el horizonte llegando a la casa de Carlos Carrascosa. El viudo de María Marta García Belsunce ya no vive en un chalet majestuoso en un country de Pilar, en la zona Norte del Conurbano, como en 2002, cuando mataron a su mujer y a él le detonaron la vida hasta que la Justicia lo absolvió. Nunca volvió a ese lugar, salvo cuando visita a su abogado, Gustavo Hechem, quien adquirió la propiedad. Ahora, su tiempo lo pasa en un PH de dos ambientes ubicado en un complejo pequeño, en una calle común y corriente de un barrio de clase media de Luján; sin seguridad y con los vecinos más cerca de lo que le gustaría a cualquiera: por caso, durante la nota que le dio a Infobae se escuchaba el llanto del bebé de su vecina, cochera de por medio. Pero él no se queja: “Soy feliz porque tuve una vida muy feliz, y porque hice lo correcto en todo este tiempo”.
Han pasado poco más de 48 horas del fallo del Tribunal Oral Criminal N°4 de San Isidro que, por mayoría, absolvió a Nicolás Pachelo del crimen de María Marta, en un veredicto del que se habló mucho la semana previa, con denuncias de filtraciones del resultado de la votación de los jueces Osvaldo Rossi, Esteban Andrejin y Federico Ecke. Ese viernes 2 de diciembre pasado, en que se cumplieron 20 años de la autopsia donde se descubrió que la socióloga tenía cinco tiros en el cráneo y no había muerto en un accidente doméstico; Carrascosa dejó la sala de audiencia derrotado y en silencio. Solo se limitó a difundir una carta. Así se mantuvo hasta este domingo, cuando recibió a este medio: “De esta Justicia ya espero cualquier cosa. Ya haberme enterado del rumor me vino bien porque, quieras o no, tu subconsciente va trabajando y el impacto es menor”, explica el viudo.
— Si pudieras hablar con los jueces Rossi y Andrejin, que absolvieron a Pachelo, ¿qué les dirías?
— Yo les diría que se acuerden cuando se recibieron de abogados y juraron para jueces, que seguramene estaban sus familias orgullosas de que iban a tener un hijo o un nieto impartiendo Justicia. Y qué desilusión deben tener ahora después de ver lo que hicieron. Algo tan sublime como es la administración de Justicia, evidentemente, deben estar desilusionados... Leí algunos titulos, pero no me dio el cuero para leerlo todo porque a los 78 años (NdeR: los cumplirá el 13 de diciembre próximo) tengo que cuidarme un poco. Vi que hay vuelta a lo anterior… ¡No lo puedo creer! Lo que dijo el energúmeno de Pachelo, que creía que fue Irene… por Dios. Cuando cumpla los 9 años y medio de condena por los robos va a seguir haciéndole mal a la sociedad.
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En el voto disidente, el del juez Federico Ecke sobre el final del fallo citó una frase de Hamlet, de William Shakesperare: ‘Algo huele mal en Dinamarca’. Para Carrascosa, “eso fue bastante más claro: él sospecha, como yo, que hay un equipo que está pateando en contra, que es de (Diego) Molina Pico”.
Molina Pico fue el primer fiscal del caso García Belsunce, quien estuvo en la escena del hecho cuando se pensaba en que la torpe María Marta se había resbalado en la bañera; él mismo elevó la causa a juicio contra Carrascosa, y que le valió una condena por el homicidio, aunque 16 años después fuera absuelto de culpa y cargo por la Justicia, y así se habilitara la línea Pachelo. Y sigue: “Estoy muy triste, la verdad. No soy de expresarme mucho, pero la procesión va por dentro… Esta es una causa en la que todo no es lógico, todo es inesperado. Evidentemente, hay un Maquiavelo atrás de esto. No tengo ningún pelo en la lengua para decirlo: acá Molina Pico, para salvar su trabajo, destruyó todo lo que había a su paso; y como siga trabajando de fiscal, le va a destruir la vida a la gente, porque es un inútil”.
Entonces, el viudo lanza su teoría sobre el ex vecino, pese a la absolución: “Yo creo que Pachelo entró a mi casa era porque había algo importante para él, y para mí estaba su mujer”. Sin embargo, la presencia de Inés Dávalos Cornejo, la ex de quien fue acusado por el crimen, en el country Carmel ese día fue desestimada en base al testimonio de una amiga y pericias. “Sí, lo sé que la sacaron, pero en ese sentido no estoy de acuerdo”, soltó.
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<b>En el recuerdo</b>
Carrascosa hace el esfuerzo y en su memoria vuelve a buscar el recuerdo de María Marta de ese 27 de octubre de 2002 trágico: “El almuerzo de ese mediodía”, dice y se sonríe: “Fue ese el último momento feliz que vivimos, cuando estábamos comiendo en la casa de mi amigo. Tengo la imagen en la cabeza perfecta, y ahí acordaron con su amiga de ir a jugar al tenis”.
El viudo reconoce: “Tuve una vida demasiado linda, tanto de mi juventud la Marina, y después de casado. Es la vida, la vida te cambia en un minuto, lo triste es que te la cambie otro… No creo haber hecho nada malo en la vida como para que Dios me castigue así, al contrario, yo creo que me benefició ¿Por qué? Porque me dio los hombros para bancarlo”.
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Es imposible en el devenir de la charla que la absolución se cuele, la herida está recién abierta pero Carrascosa confía: “Sigo entero. La primera reacción es apelar, ponerse a trabar en eso. Y, después, ver qué hago de mi vida. María Marta era una persona que trabajaba mucho para la gente, y es una cosa que me atrae. Soy muy de estar en el problema del otro… Incluso, en algún momento pensé en hacer una fundación”.
— ¿Cómo sobrevivis?
— Vendí mi casa y lo que tengo me lo iré comiendo, y después algún sobrino se ocupará de mi, ya veré.
— En este momento pensás en esas terapias de rayos que no te permitieron ser padre...
— Para tener alguien que haya sido mi compañía en esto, tengo mucha gente. Por supuesto, un hijo es distinto, pero tengo mucha gente: 130 personas me fueron a ver a la cárcel. Algo que me sorprendió fue que cuando terminé de ver el partido de Argentina con Australia, fui al bar donde siempre tomo algo a la tardecita... La cantidad de gente que se me acercó. Me decía: ‘Carlos no pare’. Nadie creyó en la absolución de este hombre.
— Siempre llamó la atención el apoyo que te dio la familia de María Marta.
— Como uno más…
— También eso colaboró con la teoría conspirativa de la familia.
— Si querés pensar mal, lo pensás por ese lado. Pero yo lo pienso bien.
— ¿Y al que no te cree que le dirías?
— Por lo general, el que no te cree no te habla, hace silencio y al que tuvo dudas le he dicho: ‘Sentate, te explico’. Y lo he hecho con mucha gente, como por ejemplo, para explicarles sobre la confusión de La Gotita, el pituto. También le diría que no le deseo que le pase lo mismo.
— La limpieza de la escena del crimen, el velatorio familiar…
— La familia siempre veló en la cama y nunca se cremó a nadie. No sé si es porque son excesivamente católicos.... No yo, porque sí creo en Dios, estoy más unido que nunca. A la noche lo llamo y le digo: ‘Flaco aflojá un poco, bájame el pulgar, subime el pulgar’”.
— ¿Vos sentís que María Marta tiene paz?
— Creo que no tiene más derecho a amagarse. Yo creo que ella valora muchísimo lo que hice e hicimos con la familia. Siempre fue una persona que era muy recta, y protestaba por el desastre de la Justicia. Qué ironía que le haya tocado a ella: su muerte sigue impune.
— ¿Creés la teoría de que, de no haber sido por carácter, quizá estaría viva?
— No fue la primera vez que le robaron. La anterior fue en la oficia y tuvo una actitud totalmente distinta a la que se imaginan. Se quedó sentada, dejó hacer... Yo creo que la mataron más por el querer callarla que por la reacción de ella. Sí, porque lo conoció, sobre todo de alguien que no le da culpa nada. Y ya entramos en la parte de la psicología: dicen que la psicopatía no existe, que es un estado de ánimo, pero hay estados de ánimo que duran 50 años, ¿viste? Entonces, ya no sé si no existe.
— ¿Cómo fue ese momento en que encontraste a María en el baño?
— La encontré boca abajo, en la bañadera, debajo de las canillas. Instintivamente, la saqué y quedó con el torso afuera y las piernas en el baño. Yo pensé que se había caído y se había ahogado. Y ahí se me vino el final de mi madre, que se cayó en el baño, se le hizo un hematoma en el cerebro y quedó mal. Por supuesto, no podía creer que María estaba muerta: qué se te va a ocurrir que tenía cinco tiros en la cabeza, que, además, ninguno de los dos médicos los vio, no lo vio el fiscal, no lo vio el jefe de Policía. ¿Nosotros teníamos que haber visto los cinco agujeros? Y lo que menos quería era que María Marta quedara como mi madre.
Carrascosa prende un cigarrillo negro, luego otro; se acomoda en la silla de su pequeño living-comedor-cocina, y reconoce: “Ya mucho no me queda”.
— ¿Creés que vas a ver que se haga Justicia por María Marta?
— Llegaré hecho pelota, pero llegaré con vida… Capaz que en una cama, no sé, pero voy a llegar con vida. Ese va a ser mi Norte, lo quiero ver. No me voy a conformar con lo que hice. Le debo mucho a la Negra, yo era un descarriado y, bueno, fuimos grandes amigos, amantes, compañeros… Lo único que me dejó tranquilo después de la muerte es que no tenía nada pendiente con ella. Lo peor que te puede pasar es que se muera tu padre y te quedás con esa culpa… No tengo culpa, porque siempre hablé todo con ella.
— ¿Y qué no tenés resuelto con Pachelo?
— No sé, para mí es un batracio… Creo que el mejor lugar donde estaría el resto de sus días es en la cárcel. Ahora va a tener que vivir lo que yo vivi por 14 años, acusado de matar a mi mujer, pese al periodismo, con un halo de inocencia de la gente.
— ¿Te dio algo de consuelo la condena por los robos?
— Si, más que nada por la tranquilidad. Sería distinto que estuviera libre... A mí no me calienta a los 78 pirulos, pero hay mucha gente alrededor, y me preocupa. Creo que no los va a buscar, pero se lo pueden encontrar por cualquier circunstancia: chocar con el auto, por ejemplo.
— ¿Te imaginaste qué pasaría si te lo cruzás en la calle?
— La verdad que no, porque me destroza si quiere.
Fotos y video: Gastón Taylor
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