Jorge no era su padre, sino su padrastro, pero le había dado su apellido. La joven había vivido junto a él casi toda su vida, desde que tenía un año, primero en el Conurbano bonaerense, en la zona de Florencio Varela. Luego, en 2016, se mudaron juntos, ella, su madre, sus hermanitos y Jorge, al barrio Güemes en Puerto Madryn, una zona de clase media en la periferia de la ciudad chubutense. Pero padrastro e hijastra arrastraban algo terrible consigo. Según el testimonio de la joven, hoy de 21 años, Jorge -hoy de 42- comenzó a atacarla a sus 9 años de edad, violaciones reiteradas bajo amenazas.
Las violaciones siguieron en Puerto Madryn, con su hijastra ya convertida en una adolescente.
No se cometían en la casa donde convivía la familia. Jorge tenía la costumbre de llevar a la menor a un descampado cercano a su casa, a metros de la Ruta Nacional N°3. Había un cartel que la víctima recordaba. “El Diario”, decía, pintado en naranja. Jorge -un nombre de fantasía empleado en esta nota para proteger la identidad de la víctima- se limpiaba con trapos que dejaba en el lugar, un recuerdo que quedó fijo en la memoria de su hijastra.
En 2016, con 15 años. en el mismo año en que la familia llegó a Madryn, la joven quedó embarazada. Se le practicó una interrupción legal bajo protocolo ILE en un centro de salud de la zona.
En 2020, la joven lo denunció. Los abusos según la acusación se extendieron hasta ese año, cuando, amedrentado el padrastro se detuvo. Así, Jorge fue detenido. Esta semana, finalmente, fue condenado y considerado culpable en Puerto Madryn. El tribunal integrado por las juezas Stella Eizmendi, Patricia Asaro y Yamila Flores dictó el veredicto de manera unánime. Ahora, solo resta determinar el monto de la pena: según estiman fuentes judiciales, podría recibir hasta 30 años.
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Los once años de abuso que sufrió la víctima solo son una parte de la historia. Jorge también fue condenado por los delitos de producción de material de abuso sexual infantil y reducción a la servidumbre de la víctima.
“La forma de procurar esta reducción a la servidumbre fue a través de la intimidación y amenazas. La conducta del imputado cesó ante la amenaza de la joven en realizar la denuncia, que luego finalmente logró concretar”, sostuvo la fiscal María Eugenia Vottero, investigadora del caso, quien junto a la funcionaria María Florencia Bianchi, del equipo de la oficina de Abusos Sexuales y Violencia de Género de la Fiscalía, que depende del MPF de la ciudad chubutense, formularon la acusación, agravada por la convivencia con el acusado.
El control era absoluto. Según información del expediente, el imputado también le sacaba fotos a su hijastra y la obligaba a enviarle fotos similares cuando estaba sola, incluso le ordenaba las poses que debía realizar. Le exhibía videos porno, que la joven debía mirar para aprehender a realizar actos sexuales, principalmente sexo oral. El padrastro también controlaba a quiénes podía frecuentar la víctima, siempre bajo amenazas.
Tras denunciarlo, en sus testimonios, la hijastra de Jorge regresó a los baldíos cerca de la ruta. Recordó, uno por uno, los descampados de la Patagonia donde fue violada.
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