Esta semana, el Departamento de Investigaciones Antidrogas de la Policía de la Ciudad arrestó a José S., 81 años, viudo, anticuario, jubilado y pensionado, vecino del barrio de Flores. La acusación es un delito inusual para un hombre de su edad: vender cocaína al menudeo, ser literalmente un transa.
La investigación, a cargo de la fiscal porteña Cecilia Amil Martín, llegó tras un reporte que indicaba posibles ventas de droga en su local de antigüedades de la calle Varela. Entonces, se montó una vigilancia.
Los pasamanos de droga fueron registrados mediante filmaciones y fotos, que sirvieron de prueba para que la Unidad Fiscal Especializada en la Investigación de Delitos Vinculados con Estupefacientes (UFEIDE), a cargo de Cecilia Amil Martin, le solicitara al Juzgado Penal, Contravencional y de Faltas 16, a cargo de la Claudia Amanda Alvaro, la orden de allanamiento.
Allí, los efectivos fueron recibidos por José y requisaron el lugar. Entre sus antiguedades, encontraron un ladrillo de cocaína, una balanza y 18 bolsitas fraccionadas, 452 gramos en total. Lo arrestaron y se lo llevaron.
En marzo ocurrió un caso similar, también a cargo de la fiscal Amil Martín. Ema Aída Gigena, de 64 años, jubilada, fue arrestada el miércoles 16 de ese en su casa de la manzana 1 del barrio Fátima de Villa Soldati, acusada de menudear cocaína y pasta base. En 48 horas tras la detención, la jueza en lo penal y contravencional Carla Cavaliere la condenó a cinco años de prisión efectiva. No era su primer falta ante la ley: Gigena, que cayó junto a un hombre de su familia, ya tenía una condena previa en suspenso.
La causa en su contra comenzó en octubre de 2021. La fiscal solicitó a la División Investigación Antidrogas Área Sur que se investigue a la jubilada. Así, comenzaron las tareas de campo. Hubo filmaciones, seguimientos. También, la jueza aprobó que un policía encubierto realice tres compras de droga en el kiosko. Así, se ordenaron los allanamientos de la semana pasada.
Allí, con la ayuda de perros antinarcóticos, se secuestraron 99 envoltorios con pasta base, once con cocaína, un poco de marihuana, poco menos de 12 mil pesos, así como un teléfono.
En el noroeste argentino se registró otro caso, mucho más ambicioso.
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Norma Felipa Chavarría, algunos años antes de tramitar su jubilación decidió emprender en grande. En su Jujuy natal, según la acusación en su contra, creó una organización criminal dedicada a importar cocaína y marihuana desde Bolivia para luego venderla a dealers locales que, a su vez, la comercializaban en distintos barrios de esa provincia y de Salta. La Justicia supone que craneó y confeccionó todo el plan ella sola, aunque llegó un momento en que necesitó ayuda. Como no confiaba en cualquiera, decidió incluir en el negocio a sus siete hijos: los Alvizu. Cada uno tomó un rol diferente y durante años gozaron de impunidad absoluta, compraron propiedades, autos de alta gama, realizaron fiestas con artistas famosos y viajaron por el mundo.
En noviembre de 2021, el clan Alvizu llegó a su fin. Sus integrantes fueron condenados horas a 6 años de prisión por narcotráfico luego de que aceptaran su culpa en un juicio abreviado, homologado por el juez federal jujeño Eduardo Hansen. La matriarca, sin embargo, falleció antes del proceso penal.
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