“Está igual, dejado”, soltó como primera impresión Nicolás Pachelo al comenzar a caminar las angostas calles del country Carmel, en Pilar, custodiado por tres agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense. El principal acusado por el crimen de María Marta García Belsunce regresó, luego de casi 20 años, al barrio privado donde vivía para participar de la inspección ocular que los jueces a cargo del debate realizaron en la antigua casa de la víctima y en otros lugares de interés para la causa. Los detalles de la recorrida y qué actitudes tuvo el ex vecino y hoy acusado del asesinato de la socióloga.
Junto a las partes, los magistrados se convocaron este viernes en Carmel con el objetivo de ubicar las casas más allá de los planos que se utilizaron como referencia a lo largo del juicio, conocer sus distancias y reconstruir el derrotero que hizo Pachelo aquel 27 de octubre de 2002. El imputado asegura que su destino era el estacionamiento barrio, tres testigos lo desmintieron: afirmaron que iba hacia otro lado.
Lo cierto es que la inspección ocular empezó a las 11.05 con 28 personas en total, entre funcionarios judiciales, particulares, guardias de seguridad, personal del lugar, y el viudo Carlos Carrascosa que esperó al resto sentado en su ex casa, que ahora le pertenece a su abogado, Gustavo Hechem. Infobae fue uno de los medios que participó de la recorrida.
Vestido con una camisa azul, jean y zapatillas deportivas blancas, Pachelo no pudo describir lo que sentía al dar los primeros pasos. Era la primera vez que ingresaba a Carmel desde diciembre de 2002 y advirtió algunos cambios lógicos después de tanto tiempo transcurrido.
El imputado señaló varias casas que se edificaron y que no estaban en aquella época. También dirigió especial atención a una puerta y al alambrado localizado detrás de la propiedad que pertenecía a la socióloga, hoy con media sombra verde y palos de caña. Le mostró a los jueces que allí no había cámaras y cuestionó la seguridad del lugar. “Es lo más fácil del mundo que alguien de afuera entre a Carmel”.
La observación del acusado no era casual: a lo largo del proceso, su defensa tuvo como estrategia instalar en el juicio la duda sobre que un externo al country pudo haber cometido el asesinato. De hecho, el propio acusado refirió a esta hipótesis en una entrevista con Infobae: “Hay informes de la seguridad del día del hecho y los previos de que había tres sectores, tres franjas cada una de 50 a 100 metros, del perímetro que no funcionaba la alarma, como tampoco una cámara”. Nada de eso se probó en el debate.
El recorrido inició por el Club House y por la cancha de tenis en la que la víctima jugó un partido junto a una amiga y que se suspendió por lluvia ese domingo en que fue asesinada. El presidente del Tribunal Oral Criminal N°4 de San Isidro, Federico Ecke, se percató de que ese campo tiene ahora asignado el número 5 y ya no es el 1 como otrora. Sus palabras se oyeron en medio de un silencio total, más allá del grupo: solo se escuchaban los ladridos de perros y a unos albañiles trabajando en una de las propiedades. La presencia de la comitiva pareció no llamar la atención de los vecinos, apenas se vio a uno asomado por la puerta de su vivienda.
La comitiva siguió la caminata, menos la defensora Raquel Pérez Iglesias, que se trasladó varios tramos en un auto debido a una reciente operación que le provocó dificultades para movilizarse. Los magistrados se enfocaron en evaluar alternativas para llegar desde allí hasta la calle Santa Lucía, donde se ubican las ex viviendas de Pachelo y María Marta. Ambas propiedades están separadas por poco más de 100 metros. Es por ello que el acusado ha rechazado el relato de los tres jóvenes que aseguraron verlo trotando en dirección a la casa de García Belsunce.
“Si le hubiera querido robar la casa, hubiera hecho los cien metros entre cada una, no iba a dar toda la vuelta” a la manzana delimitada por las calles Santa Lucía, Los Sauces, San Pedro y San Carlos, dijo Pachelo. Si bien no recuerda el trayecto que hizo el día del hecho, insistió en que “no tenía sentido” hacerlo del modo que dijeron Pedro Azpiroz de Achával, Marco Cristiani y Santiago Asorey, que por ese entonces tenían 14 años y en este 2022, con sus 34, declararon en el juicio contra el ex vecino apodado Voldemort -como el personaje de Harry Potter- y lo complicaron.
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Bajo esa hipótesis, Pachelo sostuvo que, además, hubiera sido visto por alguno de los vigiladores que tenían la misión de seguir cada movimiento suyo dentro del country. Claro está que al guardia que ese día le tocaba hacerle de sombra poco le importaba. En el juicio, Víctor Hugo Contreras admitió que ese domingo sólo le interesaba cómo salía River en el Superclásico.
Actualmente, desde donde se hallaba el Puesto 5, que ese domingo 27 de octubre de 2002 cubría Contreras y que estaba en la galería de la casa lindera a la de Pachelo, no se observan las salidas de la vivienda del imputado, unos árboles tapan la visión. “Esos árboles los planté yo, antes no estaban y se veía bien”, afirmó el acusado, mientras empleados del barrio repartían botellas de agua.
El imputado tomó la iniciativa desde el inicio y habló con los jueces más de lo que lo hicieron sus abogados. Incluso, en algún momento interrumpió a su defensora Pérez Iglesias mientras conversaban con el juez Ecke. “Hablo yo”, le dijo a su letrada. Solo se quedó al margen en dos ocasiones: cuando el presidente del tribunal le ordenó que hiciera silencio luego de un cruce con los querellantes Hechem y Sebastián Maisón, y cuando la comitiva fue invitada a entrar a la ex casa del matrimonio García Belsunce-Carrascosa.
A Pachelo le preguntaron si quería ingresar. “Nooo, ¿para qué? No tengo nada que hacer en esa casa”, respondió tajante. Entonces, se quedó afuera, de brazos cruzados y custodiado por los agentes de la División Operaciones Especiales (DOE) del SPB.
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Si bien mantiene la fachada, la vivienda donde ocurrió el crimen -que ahora pertenece al abogado de Carrascosa- luce algunos cambios. El primero se nota en el suelo del camino a la puerta principal y son los adoquines que reemplazaron a las piedras. De frente, además, el terreno ahora cuenta con una cancha de fútbol 5. En la parte trasera, el antiguo pozo séptico, donde fue hallado el famoso “pituto”, fue anulado: en la actualidad, las propiedades del country tienen cloacas.
La inspección por el interior prosiguió hacia la habitación matrimonial de la planta alta y el baño en el que fue hallada sin vida la víctima. Allí también hubo reformas: el piso es de cemento alisado mientras que ya no está el escalón con el que, en un principio, se sospechó que María Marta había tropezado, cuando se creía que había tenido un accidente. “El jacuzzi era más chico”, describió Hechem, y mostró la grifería que estaba instalada hace 20 años y que aún guarda pese a que la cambió.
En este punto de la diligencia, los jueces buscaron posibles accesos al lugar ante una urgencia. Hubo un detalle que no pasó desapercibido para más de uno: varios señalaron que, tanto en el baño como en la angosta escalera, los tirantes del techo estaban “bajos”.
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A la salida, el tema de debate volvió a ser el recorrido de Pachelo, que dijo: “Fui corriendo de mi casa al Club House para buscar el auto”. Son casi cuatro cuadras y medias las que separan ambos lugares. Para llegar desde un lado a otro hay dos opciones, y una incluye un sendero de tierra. En la inspección se analizaron esos dos trayectos, se calcularon las distancias a ojo y se planteó cuál era más corto. Allí, surgieron las diferencias entre el imputado y la parte acusatoria.
Uno de los secretarios del TOC N°4 de San Isidro tomó el camino alternativo para comparar el tiempo entre uno y otro. Llegó primero, aunque el resto del grupo se había detenido antes. “Hice el camino más directo, no el más corto”, dijo el ex vecino.
La recorrida terminó 12.40 y la audiencia cambió de escenario, a los Tribunales de San Isidro. Pachelo continuó rechazando la hipótesis de la acusación. “Esto de que fui a robar a lo de María Marta no tiene sentido alguno. Si yo estaba yendo a robar, ¿para qué iba a ir corriendo? No hay necesidad. Corrí porque fui a buscar el auto para ir a buscar a mi hijo”, dijo y señaló que el horario tampoco era el apropiado para hacerlo: “El peor momento para ir a robar es cuando termina el partido. Mejor es durante el partido. Y me voy por el camino más corto, no por el más largo: ¿por qué voy a ir por el lugar donde me pueden ver más vecinos?”.
Y concluyó con su perfil elocuente y que no deja nada librado al azar: “Lo último. Entré 17.37 a Carmel, ¿cómo voy a robar a las 18.15 si no tengo idea si había alguien en la casa, pudiendo robar la casa en cualquier otro momento y haciendo inteligencia previa de cuatro o cinco horas? No, yo no hago eso, no soy así de lanzado”.
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