El tercer juicio por el crimen de María Marta García Belsunce entra en la etapa final. En ese contexto, antes de la última audiencia previa a los alegatos del 31 de octubre, los jueces que juzgan a Nicolás Pachelo y a los ex vigiladores José Ortiz y Norberto Glennon harán una inspección ocular en el country Carmel donde mataron a la socióloga el 27 de octubre de 2002. Luego, la errante defensa del ex vecino incorporará al debate las últimas pruebas y testigos, y el imputado hará su declaración final.
A las 11 de este viernes comenzará la inspección ocular en Carmel, encabezada por los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal N°4 de San Isidro, Federico Ecke, Osvaldo Rossi y Esteban Andrejín. Los magistrados, junto a las partes, recorrerán varios puntos de interés del barrio del partido de Pilar, y la propiedad donde mataron a María Marta pese a que han pasado 20 años del crimen y muchas cosas han cambiado en el country y en la casa de la víctima. Pachelo pidió estar presente.
Luego, todos regresarán a los Tribunales de San Isidro para continuar con lo que, en los papeles, será la última audiencia previa a la jornada de alegatos del próximo 31 de octubre. En principio, este viernes declararán los últimos testigos de la defensa de Pachelo, que no ha caminado con pie firme en las últimas jornadas.
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Además de completar la prueba, los defensores Raquel Pérez Iglesias y Marcelo Rodríguez Jordan presentarán vía Zoom el testimonio de Susan Murray, amiga de María Marta y quien era presidenta de Missing Children en 2002, cuando la víctima era la vice.
Luego, por elección propia, será otra vez el turno de Pachelo de sentarse ante los jueces para completar la declaración que hizo el miércoles pasado, cuando con su hábil elocución y estilo confrontativo e imperativo logró revertir una jornada trastabillante de la defensa.
Es que en la última audiencia, el imputado se cruzó y chicaneó con fiereza con el abogado de Carlos Carrascosa, Gustavo Hechem, y el fiscal general adjunto de San Isidro Patricio Ferrari. Incluso, intimó al tribunal a tomar algunas medidas y fue el juez Ecke quien, con amabilidad y sutileza, le marcó el terreno: “Qué eso lo haga su defensa, usted siga, que se defiende bien”.
Las palabras del magistrado no fueron gratis. Horas antes, la primera testigo de la defensa de Pachelo había pasado un momento incómodo. La mujer, que se presentó como ama de casa, dijo que había hecho una diplomatura en Ciencias Forenses e investigación criminal con el criminalista Daniel Salcedo, y que su hobby era investigar el expediente de casos resonantes. Así, contó que incluso había sido parte durante un período del blog que armó Carrascosa.
Pero, cuando la testigo comenzó hablar del expediente original del caso García Belsunce los jueces varias veces le aclararon que ahora se juzgaba a Pachelo, y le preguntaron si tenía algo nuevo que aportar. Respondió que no. Lo mismo le dejó en claro una de las defensoras del ex vigilador Ortiz cuando desestimó sus dichos, al explicar que sus palabras no tenían autoridad: “No es perito”. Los fiscales ni siquiera le hicieron preguntas. Luego, por los pasillos, en off varias de las partes se mostrarían sorprendidas por lo sucedido: “Es la primera vez que veo algo así en un tribunal”.
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Sí, no era la primera vez que se cuestionaba la autoridad del testigo presentado por la defensa de Pachelo para refutar a la acusación. En otra jornada, una psicóloga forense del Observatorio de Pensamiento Penal pedía finalizar su testimonial luego de que los fiscales y el particular damnificado, incluso alguno de los jueces, pusieran en tela de juicio los métodos con los que pretendía desestimar el trabajo de la psicóloga y perito del Cuerpo Médico Forense María Elena Chicatto, que daba cuenta sobre “un trastorno de personalidad de característica psicopática” de Pachelo.
Esa testigo de la defensa usó una entrevista por Zoom de 20 minutos con el imputado para hacer el contrainforme con el que criticaba el trabajo de Chicatto, quien fue su profesora. Incluso, contó que no pidió informes sobre la conducta del detenido al Servicio Penitenciario Bonaerense, sino que le preguntó al acusado.
También le ha sucedido a la defensa que sus testigos han sido beneficiosos para la fiscalía. Por caso, el comisario mayor en retiro activo de la Bonaerense Norberto Aníbal Degastaldi, quien era el jefe de la DDI de San Isidro cuando mataron a María Marta desterró un mito que por muchos años quedó arraigado alrededor de la causa por el asesinato de la socióloga, que la familia había pedido que le saquen la Policía de encima: “Eso nunca ocurrió”.
También Degastaldi abonó que los dos oficiales a cargo de la SubDDI de Pilar, y que habían sido testigos de la acusación, le avisaron: “Estamos investigando a Pachelo, entre otros (como Carrascosa, Irene (Hurtig), (Guillermo) Bártoli y el personal de seguridad también), pero la fiscalía no quiere que hagamos nada, somos simples citadores”. Antes de criticar de cuajo a primer fiscal del caso Diego Molina Pico y explicar que había pedido: “Busquen el motivo; pudo ser un robo y la mataron para que no lo reconozca, o pasional por la cantidad de disparos”.
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Luego, María Mercedes Lojo, coordinadora General del Banco de Datos Genéticos del Poder Judicial de la provincia de Buenos Aires, y testigo de la defensa coincidió con el reconocido licenciado en criminalística Daniel Salcedo, llevado ante los jueces por la acusación, quien descartó como prueba el ADN encontrado de la antesala del cuarto de la casa donde ocurrió el homicidio. “No sé si las manchas y las huellas están vinculadas al hecho”, disparó Lojo.
Incluso, dos mujeres cercanas a María Marta ofrecidas por los abogados del principal acusado fomentaron la teoría de que la víctima sospechaba que el imputado le había secuestrado el perro Tom. Una, vecina de Carmel, dijo que la socióloga pensaba que “Pachelo había robado el perro y lo tenía en su casa, y nunca lo devolvió”.
A una colega de Missing Children de María Marta, también testigo aportada por la defensa, le leyeron un testimonial previa, donde declaraba que había escuchado de Horacio García Belsunce y de Murray que la víctima sospechaba que detrás de la desaparición del perro Tom estaba Pachelo: “Lo escuché de boca de ellos, pero no de María Marta”, aclaró.
Como corolario, la testimonial de todos los ex vigiladores que trabajan en Carmel para 2002 que presentó la defensa dejó en claro que la denominada ‘sombra’ que tenía Pachelo no era eficaz, incluso, Diego Rivero hasta complicó a los otros dos acusados, Ortiz y Glennon, que hasta esa declaración apenas habían sido mencionados en el juicio.
Rivero, uno de los ex empleados de la empresa Cazadores que se ocupaban de la seguridad de Carmel, contó un encuentro que mantuvieron en el country los tres imputados, tiempo después del asesinato. “Una vez fui la guardia (del barrio privado) a buscar un handy y justo llegaba Pachelo y lo vi con Ortiz y Glennon. Los tres se saludaban. Era como que estaban haciendo un chiste y se reían”, recordó.
No hay que ser muy avezado para intuir cuál era el humor de los defensores de los co imputados tras la declaración del testigo de la defensa de Pachelo.
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