Juliana Gómez tenía 20 años y era futbolista de Argentino de Merlo. Vivía junto a su familia en ese partido del Oeste bonaerense y se dedicaba a realizar manualidades, artesanías, dibujos, pinturas y retratos personalizados que vendía por internet. “Todo esto hacía para costear los gastos, juntar plata para los viajes, comprarse sus botines... Por amor a la bocha”, contó su mamá, Marisa.
Zurda e hincha de Boca Juniors, gran parte de su vida giraba en torno a la pelota. “Juliana perdió a su hermano mayor y lo único que la levantó de la depresión fue el fútbol, que la conectó con la vida nuevamente -continuó Marisa-. Ella me decía siempre: ‘Má, si no fuera por la bocha, no sé qué haría... Entrar a la cancha me da vida y mi hermano estaría orgulloso de mí porque no quiero perderme en la gran angustia que a veces siento’. Tenía esa pasión que solo sienten los grandes”.
El 8 de octubre pasado, el auto en el que viajaba junto a tres compañeras, tras disputar un partido ante Atlético de Rafaela, en Santa Fe; volcó en el kilómetro 128 de la ruta 9. Ricardo Ernesto López (75), quien se desempeñaba como jefe de Prensa de Argentino de Merlo, y además integraba la Comisión Directiva del club, estaba al volante y perdió el control del vehículo. Producto del siniestro vial, Juliana murió en el acto, mientras que las otras integrantes del equipo resultaron heridas.
Ese mismo día se produjo otro hecho que la Justicia investiga: tres familiares de la futbolista fallecida, entre ellos aparentemente el padre, ingresaron a la habitación del Hospital Piñeiro de la localidad de Baradero, donde estaba internado López y lo agredieron a golpes. Lo responsabilizaron de la muerte de Juliana y quisieron hacer justicia por mano propia.
Las lesiones fueron gravísimas y el dirigente tuvo que ser trasladado hasta una clínica de Morón. Sin embargo, nueve días de después, finalmente falleció. Ahora se esperan los resultados de la autopsia para determinar si la agresión fue la causa de la muerte. En caso de ser así, la investigación por el delito de lesiones que tiene el fiscal Vicente Gómez, de la UFI N°9 de Baradero, se agravaría, al menos, a homicidio. Entonces, pedirá la detención de los familiares de Juliana.
<b>Precarización y reclamo</b>
Antes de que López muriera, Marisa se refirió a él y lo responsabilizó por el accidente: “Quiero que sepan que perdono al asesino de mi hija. En mi corazón, no hay lugar para el odio ni el rencor. El odio carcome el alma y no quiero gastar la vida que me queda odiando a nadie”, dijo. Y agregó: “Le pido a Dios que busque la salvación de su alma porque no creo que pueda dormir en paz. Tengo la vida quebrada y con las pocas fuerzas que me quedan quiero luchar para que esto no vuelva a suceder”.
En esa línea, la madre apuntó contra la precarización del sistema y dijo que impulsará una iniciativa para, por ejemplo, lograr que un equipo de fútbol femenino no deba trasladarse de forma particular, sino que sea el club el que se ocupe de ello.
“Quiero que gritemos todas juntas el nombre de mi Juliana y que no vuelva a pasar. Quiero conseguir una ley que las ampare, las proteja, la Ley Juliana Gómez, para que todas la recuerden y sepan que se hizo algo, que cambió algo. No quiero cerrar su club ni ningún otro, sino que se abran más y sacar a los pibes y pibas de la calle. Que el amor a la bocha los conecte con la vida y solo me van a entender quien tiene pasión por el fútbol”, manifestó Marisa.
A través de un comunicado, las compañeras de Juliana repasaron lo sucedido: “Salimos manejando nuestros propios autos el viernes a las 00, llegamos a las 07.30 (todas sin dormir), desayunamos y nos fuimos al estadio de Rafaela. Nos cambiamos y salimos a jugar. Al término del partido, nos duchamos y, sin poder descansar, emprendimos el viaje de vuelta a Buenos Aires. Siempre nos exponen. Pero si queremos competir, esa es la única opción: ir por nuestros propios medios”.
Por ese motivo, para ellas el trágico episodio “no fue un accidente, fue negligencia”. “Las autoridades de Argentino de Merlo deberían hacerse responsables de la muerte de una jugadora, de apenas 20 años, que iba a representar al club. Los dirigentes debían contratar un micro escolar y Juli hoy estaba con vida. Pero no, nosotras las jugadoras, tuvimos que darle esa triste y desagradable noticia a su madre. Sentimos bronca y vergüenza”, reprocharon.
También subrayaron que no era la primera vez que debían manejarse por sus medios, sino todo lo contrario: “Esta situación se repetía una y otra vez, viajamos de la misma manera a Rosario para enfrentar a Newell’s. Nadie del club se hizo y se hace responsable”.
De hecho, la propia Juliana había referido a esta situación a principios de julio pasado en sus redes sociales: “Fuimos a jugar, perdimos, no nos dejaron entrar en calor en la cancha, nos echaron a dos y cuando volvíamos se nos reventaron tres ruedas. Cuatro horas en el medio de la nada, esperando que nos vengan a buscar. Perdemos el día en el laburo”, escribió, adjuntando una imagen que aludía a la mala fortuna.
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