Los nombres usados en esta nota serán ficticios para cuidar la identidad de los menores involucrados, pero todo sucedió el fin de semana del 2 de octubre pasada y la historia es tan absurda y triste como trágica. Hay dos nenes internados en terapia intensiva por comer el budín equivocado: estaba lleno de drogas y los que se los regalaron no sabían que era así. Lo hicieron por caridad.
Todo comenzó cuando Luis, un remisero informal, recibió el viaje de una mujer que se identificó como Moni. Le pedía que pasara por Liniers para levantar un pedido que iban a recibir dos personas frente a la cárcel de Ezeiza. El monto de lo que costaba el viaje era tentador para el chofer en estas épocas de vacas flacas. Lo aceptó.
Así, Luis se encontró en Liniers con Moni. Ella le dio un paquete con un budín y milanesas caseras que, por intermedio de otras personas, iba a recibir su hijo, preso en el penal. “Le explicó que debía entregarle la comida a su nuera Laura y a César, el de la parrilla, en proximidades de la cárcel”, explicaron las fuentes consultadas por Infobae. El remisero partió con el pedido.
Pero cuando Luis llegó al punto señalado por Moni no había nadie. Ni señales de Laura, de César ni de la parrilla. Esperó un tiempo y, como nadie aparecía en el lugar, llamó a su jefe para preguntarle qué hacía.
“El hombre le respondió que se lleve su comida a su casa, que era perecedero y que no era su culpa que nadie retirara el pedido; y él se fue”, describieron las fuentes consultadas sobre el expediente que ahora investiga UFI N°1 de Ezeiza, a cargo de Florencia Belloc y en la que trabaja su secretario Federico Ricart, como “suministro de sustancias alimenticias peligrosas para la salud”.
Luis se llevó el paquete que le había dado Moni con el budín y las milanesas para su casa y se lo dio a su esposa. La mujer conocía del barrio a una familia muy humilde y pensó que lo mejor, ya que la comida era un regalo, era hacer caridad.
Fue entonces que la esposa de Luis le llevó la comida a la vecina, una abuela que vivía con sus dos nietos y su hijo. Los dos nenes, de 6 años y 20 meses, fueron los que comieron del budín. Poco tiempo después, todos comenzaron a sentirse mal. Muy mal.
“El hijo de la mujer se enojó con ella porque pensó que les había dado comida podrida”, ampliaron las fuentes a Infobae y contaron que el mayor de los nenes, incluso, descompuesto, quiso auxiliar a su hermanito, que había quedado tendido debajo de una cama inconsciente.
Los chicos y su abuela fueron ingresados el 2 de octubre pasado en la guardia del hospital de Ezeiza con un diagnóstico de “intoxicación medicamentosa” y quedaron en terapia intensiva.
“El nene de 6 años ingresó con ataxia (pérdida de la coordinación muscular, especialmente, en manos y en piernas), síndrome confusional, hematomas en la cara y disartria (dificultad para articular sonidos) por sospecha de intoxicación”, describieron.
El estudio de laboratorio fue clave: “Positivo en benzodiacepinas”. Según la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) esas drogas “se utilizan para tratar la ansiedad, insomnio y convulsiones” y sus efectos secundarios comunes “incluyen somnolencia, mareos, debilidad y dependencia física”.
En ese contexto, Moni llamó a Luis para preguntarle qué había pasado con el budín. “El remisero le dijo que no había nadie en el lugar pautado, y que lo regaló. Y la mujer le contestó: “Estás loco. Ese budín estaba lleno de plata”.
El budín estaba repleto de drogas y su destino era que ingrese al penal de Ezeiza, no que lo coman dos criaturas.
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