El ginecólogo Domingo Burela, “Mingo” para sus amigos, se acomodaba en el sillón de su casa del barrio Kolton de Las Heras, provincia de Mendoza, el 15 de abril de 2019 por la mañana para ver televisión, cuando sintió tres escozores en su cuerpo. Cuando el ginecólogo levantó su cabeza aturdido, apenas logró ver a un hombre de unos 20 años que lo apuntaba con una pistola humeante. El atacante escapó. Todo pasó en pocos segundos: el ingresó del homicida, los disparos y la huida. Fue suficiente para que Burela muriera en el acto.
Hoy, ese crimen se debate en un apasionante juicio por jurados que tendrá su resolución en algunas horas y que está cargado de curiosidades: nunca se encontró al tirador y las principales acusadas son la viuda de Burela y una amiga de ella que es parapsicóloga y vidente . Las dos están acusadas de contratar al sicario para asesinar al médico.
La investigación por el crimen duró más de tres años. Se realizaron escuchas telefónicas donde se descubrieron conversaciones explicitas sobre el crimen. La fiscal de homicidios Claudia Ríos allanó una casa donde habían realizado magia negra con su nombre.
La reconstrucción histórica de lo que sucedió ese día, indica que pocos segundos después del crimen, los vecinos del apacible barrio Kolton de La Heras, se juntaron en la puerta de la casa de Burela, atraídos por el ruido de los disparos. Llamaron a la policía, que tardó pocos segundos en aparecer. Apenas habían comenzado su trabajo de recolección de pruebas, cuando llegó corriendo una mujer llamada Elizabeth Ventura (55), la esposa de Mingo. Tenía ropa de deportiva y lo primero que dijo fue que volvía de entrenar.
Al enterarse de la muerte de su marido, y padre de sus hijos, lloró desconsoladamente.
Al mismo tiempo que la viuda se enteraba de la muerte, los agentes que revisaban la escena notaron cosas llamativas: las puertas habían sido dejadas abiertas como deliberadamente. El asesino entró decidido a matar, ya que estuvo pocos segundos dentro de la casa y no se llevó el dinero que la víctima tenía en el bolsillo de su bata.
Algo no cerraba. Al menos eso pensó la fiscal Ríos. ¿Por qué había tres puertas abiertas si Burela estaba obsesionado con la inseguridad? ¿Por qué la viuda se fue de la casa repentinamente justo antes de que ingrese el asesino? ¿Por qué el agresor no se llevó la plata que Mingo tenía encima? Con todas estas dudas, se le tomó declaración testimonial a Ventura. Para la justicia, las contradicciones fueron evidentes.
La mujer dijo que le habían robado varios objetos, entre ellos su celular, pero para la fiscal eso era materialmente imposible por el poco tiempo que el asesino estuvo adentro. La viuda también relató que estaba barriendo afuera y “de repente” se “acordó” que tenía que ir al gimnasio. De hecho, dejó el escobillón tirado en la vereda y las puertas abiertas.
A esto se le sumaron otras inconsistencias que detectó la fiscal por lo que ordenó analizar las últimas llamadas realizadas por Ventura en la previa del crimen. Ese cotejo arrojó un intenso número de contactos con un celular a nombre de una amiga suya, llamada Mónica Castro.
Castro es una parapsicóloga y vidente de 56 años, amiga de Ventura desde hace, por lo menos, 20. Esas intensas comunicaciones entre las amigas, sumadas a otros elementos, motivaron a la justicia a que intervenga los teléfonos de ambas. Los investigadores escucharon pacientemente durante meses.
“Ventura mintió al decir que se habían robado su celular cuando lo tenía con ella, por eso pudimos hacer las escuchas telefónicas que tuvieron resultados más que positivos para la investigación”, dice una fuente con acceso al expediente.
Lo cierto es que luego de escuchar varios meses de comunicaciones, se registró una charla entre las dos amigas sumamente comprometedora. Ocurrió en septiembre del 2019, cuatro meses después del crimen. Según se desprende de la charla, la viuda había contado muchos “secretos” a una tercera persona y Mónica Castro, la vidente, se lo reprochaba.
“¿Vos sos la que guardas secretos?. Decile pues que mataste a tu marido, que mandaste a matar a tu marido. Sí le contás todo…”, se escucha decir a la vidente. Luego remata: “estoy re desilusionada. Todos los mocos que te has mandando, se te salen. No tenés códigos, no se puede confiar en vos”, cierra la charla.
Con este audio como principal prueba en contra de ambas mujeres, la fiscal Rios solicitó la detención de ambas. En octubre de aquel 2019, se realizaron dos procedimientos policiales. En el primero se detuvo a la viuda Elizabeth Ventura, acusada de contratar a un sicario para matar a su marido. En el segundo de los operativos, la justicia le puso las esposas a Mónica Castro, por ser quien, en teoría, contacto a su amiga con el asesino por encargo.
Sin embargo, la sorpresa máxima de este expediente llegaría cuando se realizó el allanamiento en lo de la vidente Castro. Cuando los efectivos ingresaron a la casa, se encontraron una importante cantidad de frascos y botellas que en su interior tenían papelitos escritos. Algunos estaban dentro de heladeras o frezeers.
La imagen era tétrica, porque en varios de esos recipientes había fotos de la fiscal Ríos y de su familia.
Los contenidos de los mensajes que estaban adentro del recipiente se convirtieron rápidamente en pruebas. “Pido, ordeno y determino que la tecnología en el expte n° p-26931/19 león domingo burela sea trabada”, decía uno de los escritos.
Otro directamente hablaba de la investigación: “Que jamás vean o identifiquen algo. Que el caso sea ignorado, olvidado, sellado y totalmente archivado. Que así sea y se cumpla”.
Hay más. En los “pedidos” que estaban dentro de los frascos se bregaba para que fracase la búsqueda del sicario, que incluida una recompensa. “El ministerio de seguridad público anule en forma urgente el pedido y ofrecimiento de recompensa”. El último de los que se difundió estaba relacionado a los medios. “Silencio total, ignoración total, olvido total del caso en los medios de comunicación”.
Este material encontrado fue fundamental para la investigación. Aunque faltaba revelar un detalle más. Cuando se hizo la pericia caligráfica a esos escritos, se descubrió que la letra pertenecía a la viuda, Elizabeth Ventura.
¿Por qué la viuda escribiría un pedido para que la causa que investiga la muerte de su marido no avance?, es lo que se preguntan desde ese momento los investigadores. La defensa de ambas siempre sostuvo que ni la magia negra ni las brujerías son un delito en si mismo.
Con la detención de las mujeres, se produjo una ruptura total en la familia Burela. Por un lado, los hijos del matrimonio defienden a su madre y asegura que el homicidio se trató de un hecho de inseguridad más. Por el otro, están los hermanos de la víctima, que apuntan contra la viuda y su amiga.
Con este panorama comenzó la semana pasada el juicio por jurados en los tribunales mendocinos. Doce personas escuchan a las partes y analizan las pruebas. Mañana será el turno de los alegatos finales y luego el jurado tomará una decisión. Sólo se juzgará la participación de Ventura como instigadora del crimen de su marido y Castro como participe necesario.
Ambas podrían recibir la pena de prisión perpetua.
En la sala de audiencias hay una silla vacía. Es la del asesino, que nunca fue identificado.
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