Mandó a matar a su madre por una herencia millonaria, estuvo 23 años preso y le dieron libertad condicional

Daniel Isaac Chueke recibió la libertad condicional tras una apelación presentada por su abogada Patricia Croitoru, tras estar detenido en la cárcel neuquina de Senillosa con una condena a prisión perpetua. La vida a la que regresa y el ajedrez en Tribunales

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La cárcel federal de Senillosa en Neuquén, donde Chueke estuvo encerrado.
La cárcel federal de Senillosa en Neuquén, donde Chueke estuvo encerrado.

La cárcel federal de Senillosa en medio de la estepa neuquina es una metáfora del olvido, una serie de cubos en medio del viento y la nada. Es un lugar quieto, en cierta forma. No es famoso por grandes disturbios o riñas sanguinarias. Es famoso por otra cosa. Allí van criminales que cometen delitos aberrantes, como por ejemplo, Ricardo Russo, ex pediatra del hospital Garrahan, condenado a diez años por el acto pedófilo de por filmar a sus propios pacientes, o Lucas Ariel Azcona, uno de los asesinos de mujeres más perversos de la historia argentina. Pero del olvido a veces se vuelve, todo depende de cumplir la condena, o de la firma de un juez. Sergio Orlando Leiva Pérez, el “Negro Sombra”, secuestrador profesional, un símbolo del terror de la inseguridad de hace 20 años, salió de Senillosa en abril de 2019 cuando le dieron la libertad condicional. Regresó en avión al Conurbano, para vivir con su familia.

Daniel Isaac Chueke, en cambio, volvió en micro.

Lo hizo en silencio, tras 23 años de jaula, luego de que el miércoles 14 de este mes la Sala I de la Cámara de Casación en lo Criminal y Correccional integrada por los jueces Mario Divito, Luis Rimondi y Gustavo Bruzzone le dieran la libertad condicional tras una apelación exitosa de su abogada, la reconocida penalista Patricia Croitoru, una de las más avezadas del fuero. El fallo llegó a la cárcel a las 15 horas. Esa misma noche, Daniel Isaac, abogado según sus registros, compró un pasaje y regresó. Así, contó los kilómetros, durmió lo que pudo en la butaca y llegó hasta Once, sin contarle a nadie en ese viaje el delito por el que fue condenado por el Tribunal Oral N°28 a prisión perpetua el 27 de marzo de 2003: homicidio agravado por el vínculo, mandar a dos sicarios a matar a su propia madre, Paulina Vinikier de Chueke. Lo hizo por dinero, una herencia de 4 millones de dólares.

El crimen fue cometido el 24 de mayo de 2000, en la oficina familiar de la avenida Córdoba. Según se ventiló en el juicio oral, recuerda un artículo de La Nación, Chueke se dedicaba a despilfarrar la fortuna familiar. A principios de 2000, su madre vendió una propiedad por la que cobró un millón de dólares. Al abogado le correspondió un tercio de esa suma. Tres meses después se la había gastado toda. Acosó a su madre para que le diera más. Una orden judicial le bloqueó las cuentas y las tarjetas. Esa fue su caída, la jugada provocó que Chueke no pudiera retirar dinero para pagarle al intermediario que le presentó a quien asesinaría a su madre. Ambos hombres fueron condenados junto a él.

Se descubrió, que, insólitamente, Chueke nunca le pagó a los sicarios.

En la cárcel, Chueke hizo excelente letra. Mantuvo un empleo en blanco, con el sueldo tumbero que el SPF le da a detenidos por tareas menores: tiene aportes registrados desde 2007 hasta su salida del penal. El fallo de la Sala I lo retrata como un preso modelo, diez en conducta y nueve en concepto

Sin embargo, el 17 de abril de 2019, el Juzgado Nacional de Ejecución Penal nº 4 ya le había negado la libertad condicional y le revocó las salidas transitorias, un beneficio que gozaba desde 2016 por “un pronóstico de reinserción social desfavorable” con “el último informe confeccionado por el Equipo Interdisciplinario, del cual se desprenden indicadores de riesgo”, asevera un documento judicial. Allí, se reseñó su relación con su entonces pareja, que hizo una denuncia a la línea 148, que atiende casos de violencia de género. “Le dije que tiene prohibido usar el teléfono”, declaró Chueke tras el episodio. Chueke apeló esas negativas. La Sala III rechazó la apelación en 2020.

Con el tiempo, sus informes psicológicos se convirtieron en un problema. “Su tratamiento se vislumbraba insuficiente”, dice el fallo. Un informe posterior marcó que “pese al extenso tiempo de alojamiento del interno en ese establecimiento penitenciario, el voto del área médica ha resultado vertido y fundado con terminología generalista (...) en ausencia de cualquier minuciosidad acerca del devenir de Chueke dentro del objetivo específico y sin mencionar si se lo considera concluido en su totalidad”. Recomendaron que siga su tratamiento, sin pronósticos sobre lo que podría pasar en una vida en libertad.

Luego, las cosas cambiaron: un informe penitenciario desde Senillosa avaló totalmente su libertad condicional. “Se infieren como recursos protectores el reconocimiento de su delito, su capacidad de reflexión y autocrítica”, afirmaron. Chueke dijo que, al salir, se dedicaría a administrar sus propiedades, ejercer como abogado. Figura como “no habilitado” en el padrón del Colegio de letrados porteño.

Hubo otra sombra en el caso. Su padre, Moisés, arquitecto, había muerto en 1997, supuestamente de una enfermedad. Durante el juicio surgieron testimonios que pusieron en duda su fallecimiento y se ordenó una extracción de testimonios. Sin embargo, la imputación por parricidio jamás prosperó.

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