Obinna Chukwuemeka Ejikeme, alias “Bobby”, que solía vivir en un pequeño departamento de Morón, está prófugo en algún Nigeria, buscado por Interpol tras un pedido del juez Manuel De Campos y una investigación de la división Investigación de Delitos Tecnológicos de la Dirección de Lucha Contra El Cibercrimen de la Policía Federal. Se lo acusa de ser la cabeza de una estafa a gran escala, que en poco más de tres años recaudó 300 millones de pesos que fueron desviados por giros a Europa y África, un expediente con 52 imputados y más de 30 detenidos, entre ellos un gendarme y un efectivo de la Policía de la Ciudad. Hubo allanamientos en tres provincias, donde además se encontraron 1,6 millones de dólares falsos.
“Bobby” y sus cómplices eran estafadores, avezados jugadores de un cuento del tío a una escala insólita para el hampa argentina. Atacaban a mujeres con falsos intereses románticos a través de redes sociales para luego despojarlas de sus claves bancarias y comenzar a vaciar cuentas o retirar préstamos, cuentos clásicos como el del soldado americano enamorado que pedía dinero para venir. El abogado de una víctima, incluso, planteó un hábeas corpus en un juzgado local por uno de estos soldados que nunca existió. Las mujeres, humilladas, se negaban a denunciar. Los investigadores las encontraban por el rastro de papeles.
El destino final del dinero es oscuro. La Justicia argentina, asegura una alta fuente del expediente a Infobae, tiene indicios en base a datos de que se utilizaría para financiar actividades terroristas en África. No solo eso: también se emplearía para alimentar el negocio del contrabando internacional de cocaína, algo que varios imputados oriundos de Nigeria llevaron adelante en el país durante años, polvo premium disimulado por correo, exportado a puntos como Tailandia, China y Australia, donde un gramo puede valer diez veces más que en la Ciudad de Buenos Aires.
Todavía quedan cómplices por encontrar. La semana pasada, la Policía de Colombia arrestó en ese país a Heather Segovia, de 25 años, tras una colaboración con la Superintendencia de Investigaciones Federales de la PFA. Según investigadores del caso, Heather -ex empleada de un restaurant, que vivía en Montserrat- llevaba más de dos años prófuga y había sido una de las primeras reclutadas por “Bobby”, con un puesto jerárquico en la trama.
Heather se encontraba mencionada en las listas del programa PAcCTO, dedicado a investigar el crimen organizado trasnacional, llevado adelante por la Subdirección de Apoyo a las Investigaciones sobre Prófugos de INTERPOL.
Hubo otros presuntos jefes como John Umede, compatriota de Ejikeme, vendedor de zapatillas en Lanús Oeste según él mismo. Cayó como organizador y virtual socio gerente, acusado de desfalcar, junto a Lucas Areco -un carpintero argentino-, a un jubilado platense de 69 años. El cuento fue, al menos, creativo: uno de ellos se hizo pasar por un soldado iraní que amenazaba a la víctima para exprimirle casi 90 mil pesos. Le aseguraban que lo habían marcado, que lo seguían.
Umede, lejos de ser un criminal maestro, pedía que le depositen en la cuenta a su nombre en un banco del Conurbano. Lo capturaron en Migraciones, intentando escapar al exterior.
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