Martín Santiago del Rio está sentado, sólo, en el fondo del aula. Es diciembre de 1992, tiene 17 años y está a pocos días de terminar el secundario. El resto de los alumnos disfruta del recreo, pero él prefiere quedarse en el salón y mirar por la ventana. El joven regordete y de anteojos, mira absorto la nada desde el segundo piso del Colegio Manuel Belgrano, cuando es interrumpido por un compañero que busca darle algo de charla. “Martín, ¿Qué vas a hacer cuando termines la escuela?”, lo indaga. El joven hijo de un policía retirado y de una ama de casa no duda: “De acá en más me voy a dedicar exclusivamente a manejar los negocios de mi familia”.
Está anécdota, esbozada a Infobae por ese ex compañero, pinta de cuerpo entero a Martín Santiago del Rio, el empresario acusado de asesinar a tiros a sus padres José Enrique y Mercedes en su casona de Vicente López. El menor de los Del Rio mostró, desde muy chico, una obsesión desmedida por los negocios y el dinero que, según cree la justicia, fue el detonante del parricidio. Los investigadores están convencidos que Martín Santiago generó un cúmulo de deudas y estafas con la plata de sus padres que no supo como manejar.
Pero la historia de la familia Del Rio tiene paradojas singulares: fue el propio José Enrique el que le enseñó a Martín los trucos del negocio de la compra y venta de propiedades y de la administración de garages, que luego explotaban juntos. De la figura paterna mamó ese amor desbordado por la plata. Fue también su papá el que le enseñó a usar un arma cuando apenas era un adolescente y el que le dio consejos para conseguir la tenencia y portación de una Bersa 9mm.
La justicia sospecha que, posiblemente, fue con esa arma con la que cometió los homicidios.
Tratar de entender cómo funciona la mente de un hombre acusado de parricidio, puede convertirse en un laberinto sin salida. Pero se logra llegar a una aproximación repasando su historia, que incluye, indefectiblemente, la de sus víctimas.
Martín Santiago del Rio, conocido por todos como “Pato”, egresó del colegio Manuel Belgrano con un buen promedio y prácticamente sin amonestaciones. “No era el mejor alumno, pero era muy estudioso y no se metía en problemas. No tenía tampoco muchas faltas. Por esos años ya vivía, junto a sus papás y su hermano Diego, en la casona de Vicente López”, rememora uno de los compañeros de secundaria.
Por esos años, su padre José Enrique, ya retirado de la Policía Federal, invertía en la compra de distintos inmuebles, pero, sobre todo, apostaba a la compra de garages. Varios compañeros de secundario de Martín Santiago coincidieron en decir que Del Rio hijo se emocionaba cuando contaba sobre los emprendimientos de su papá: “Es el futuro. Cada vez hay más autos en la calle y la gente va a tener que estacionarlos en algún lugar. Van a ver que tener garages es el negocio del futuro”, repetía.
Aquel chico de 17 años que soñaba con “manejar los negocios” de su familia, empezaba desde chico a mostrar su costado ambicioso. Así quedó expresado en la descripción que sus compañeros de colegio hicieron de él, en el anuario del Manuel Belgrano. “Consigue todo lo que quiere por derecha o por izquierda (generalmente por izquierda)”, dice el texto al que accedió este medio. La publicación está encabezada por una frase que, a la luz de los acontecimientos sucedidos 30 años después, se torna escabrosa: “Pato es el niño perfecto que todas las madres desearían tener”.
El relato de cinco personas que conocieron la intimidad de los Del Rio sostienen que “Pato“ fue, desde siempre, el hijo más cercano a José Enrique y Mercedes. “Su hermano, Diego, nunca se interesó por los negocios familiares, por lo que Pato fue quien siempre estuvo más cerca”, cuenta un allegado.
A medida que fueron pasando los años, la relación entre Martín Santiago y su padre fue creciendo. Se hicieron tan estrechos que pasaban gran parte de su día juntos. Siempre con los negocios y el dinero como denominador común. De hecho, casi todos los entrevistados para esta nota coincidieron en que “Pato” fue criado a imagen y semejanza de su padre. Hasta adquirió hábitos y costumbres muy parecidas. Los dos tenían una frase que repetían cada vez que estaban frente a un negocio que los atraía, pero que estaba por encima de sus posibilidades económicas: “entramos y después vemos”.
Un viejo conocedor de la rama comercial de los Del Rio escucha la frase y larga una leve carcajada: “Si habré escuchado esa frase. No se quien se la enseñó a quien, pero la repetían siempre. Los dos eran muy entradores, simpaticones. Eran de sonreír mucho. Hasta caminaban igual de lento. Hemos tenido reuniones de trabajo y hasta pensaban igual. Había una simbiosis en ese dúo que yo no vi nunca en mi vida. Por eso, lo que pasó es algo que no termino de entender”
Padre e hijo tenían un hobbie: coleccionar autos Mercedes Benz. “Llegaron a tener más de 10″, cuenta un amigo en común. “Les encantaba ir a ver autos juntos. Los apasionaba. Casi al mismo nivel que los negocios. Ese era otro punto en común entre ellos. Y siempre Mercedes acompañando y apoyándolos”.
José Enrique y Mereces Alonso estaban realmente orgullosos de su hijo Martín Santiago. No es sólo una deducción o un comentario de algún conocido. El propio padre se lo escribió a su hijo el 25 de noviembre del año pasado, en un chat de WhatsApp recuperado por la justicia: “Sos un orgullo”, fue el mensaje. “Gracias Papi. Te amo”, la respuesta.
“Tanto Enrique como Mercedes estaban orgulloso de su hijo por como había seguido el negocio familiar y por la familia que había formado”, cuenta un hombre que acompañó a los Del Rio durante muchos años en distintos emprendimientos.
Martín Santiago se casó en 2003 con Cecilia Sánchez. “El casamiento se hizo en la zona de Núñez, en un salón de eventos ubicado cerca del cruce de Sucre y Dragones. Ella ya estaba embarazada de su primera hija cuando contrajeron matrimonio. Fue una ceremonia pequeña pero muy emotiva. Mercedes no paraba de llorar”, añora una persona que estuvo presente en aquel festejo y todavía no sale de su asombro.
Cecilia Sánchez es la misma mujer que ahora, luego de los asesinatos y de enterarse que su marido tenía una amante hacía un año y medio, le pidió el divorcio. “Esa mujer está destruida. Cada dos palabras se largan a llorar. Los mismo los hijos. Tiene dos, una nena de 19 y un varón de 17. Esta semana que empieza es el cumpleaños de la más grande y no sale de su habitación. El más chico tenía que irse de viaje de egresados y todavía no sabe si va a ir”, explica una persona que, como puede, trata de contener a una familia rota.
Aunque resulte absolutamente paradójico y contradictorio, la relación de Martín Del Rio y sus padres fue sumamente afectuosa hasta el final. Así quedó asentado en dos conversaciones de chats que recupero la justicia e Infobae reproduce por primera vez.
El 13 de abril pasado, a las 7.29 de la mañana, Martín tomó su teléfono y le escribió a su papá: “Hola papi, FELIZ CUMPLE, que tengas un lindo día. Te amo papi”. Enrique respondió: “Gracias, besos para los cuatro”. Algo similar sucedió dos meses después, el 19 de junio, en ocasión del día del padre. “Feliz día papi, te amo”, fue el mensaje de “Pato”. Enrique contestó a la mañana siguiente: “Gracias Pati, lo mismo yo a vos. Nos vemos”.
En las dos ocasiones, los Del Rio se juntaron a festejar y dejaron un registro fílmico. Aquel 13 de abril, Martín Santiago, visiblemente emocionado, le cantó el feliz cumpleaños a su papá frente al resto de la familia. Una grabación encontrada por los fiscales en uno de los teléfonos secuestrados, registra el momento. Mientras el domingo del día del padre, otro video retrata a Martín mirando, con nostalgia, una foto de su adolescencia junto a su padre.
Quizás esto sea lo más extraño que tiene el doble crimen de Vicente López. No existía ningún presagio de que podía ocurrir lo que sucedió. Los Del Rio eran una familia sin problemas entre ellos.
Tanto es así que el verano pasado, cómo solía suceder, la familia de Martín pasó 15 días en Pinamar junto a José Enrique y Mercedes. Cumplieron una vez más la tradición familiar de pasar parte de las vacaciones en la casa que el matrimonio asesinado tenía en esa ciudad balnearia. Esa localidad se había convertido en el refugio de la pareja en los veranos. “Se iban a mediados de diciembre y volvían recién en marzo”, cuenta un allegado a la familia.
De hecho, la vida social de los Del Rio estaba partida en dos. Por un parte estaban sus amistades de Pinamar y por el otro, las del country San Diego de Moreno. En ese barrio cerrado, la pareja asesinada pasaba casi todos sus fines de semana.
“Mientras José Enrique se juntaba con amigos y jugaba al golf, Mercedes aprovechaba para tomar el te con amigas. También hacían juntos largas caminatas cuando el sol del sábado caí”, describe un vecino de San Diego. La relación con su hijo más chico era tan estrecha, que el matrimonio solía invitarlo con su familia a pasar los fines de semana ahí. Dos fines de semana antes del doble crimen, todos compartieron un asado de domingo en ese country.
Si bien los tres fiscales que investigan el doble crimen, Alejandro Musso, Marcela Semería y Martín Gómez, indagaron y bucearon a través de testimoniales en el pasado de los Del Rio, no encontraron ningún tipo de problema entre padres e hijo. “Eran una familia amorosa, cariñosa y sin inconvenientes”, describe un investigador.
Por eso, están convencidos que el móvil del crimen está relacionado a los negocios, ese “arte” que Martín heredó de su padre. El quiebre que podría ayudar a tener una aproximación del motivo de los asesinatos, tiene su origen en 2017. En ese año, José Enrique enfermó gravemente de un coagulo en la cabeza. Estuvo a punto de morir, pero se salvó. A raíz de esto, fue su hijo Martín Santiago el que recibió un poder absoluto para hacer y deshacer con el dinero de sus padres.
“La realidad es que los negocios de Martín estaban raros desde hace tiempo pero se volvieron inviables desde hace un año. El 2021 fue un año tremendo porque empezó a hacer negocios absolutamente irrisorios que le hicieron generar una bola de nieve gigantesca de deudas”, cuenta uno de los hombres que mas conoce a los Del Rio.
Sobre Martín Santiago pesa una importante cantidad de pruebas que lo señalan como el único culpable del asesinato de sus padres. El expediente en su contra rebalsa de cámaras de seguridad, chats y pruebas difíciles de refutar.
Mientras tanto Martín Santiago “Pato” Del Rio sigue encerrado en la DDI de San Isidro. Asegura una y otra vez que es inocente. Por ahora, nadie le cree. Ni siquiera su familia. No recibió, hasta ahora, ningún tipo de visita. Y tampoco la recibirá. Ni su hermano, ni su mujer, ni sus hijos, ni su amante quieren verlo. El sentimiento para con el es mas cercano al odio, aseguran quienes los conocen.
Adentro de su celda, Martín Santiago está a punto de terminar de leer “La Sociedad de la Nieve”, un libro del periodista uruguayo Pablo Vierci sobre la catástrofe aérea de los Andes. Esas hojas son su única compañía.
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