Se llama Marta María Areco, nació el 27 de octubre de 1946 y el 13 de septiembre de 2003 regresó a su departamento del barrio porteño de Recoleta después de jugar al tenis, se duchó, despidió a su hijo y se hizo la cena. Fue entonces que escuchó ruido de llaves y que se abrió la puerta. Un sospechoso encapuchado le puso una pistola en la sien mientras le exigía dinero. Luego, la encerró en el baño. “Me decía: ‘¡Vieja de mierda, te voy a matar! Dónde está la plata, la caja fuerte. Cuando venga tu hijo lo mato’”, contó la mujer este viernes en el juicio por el crimen de María Marta García Belsunce.
Por ese robo, Nicolás Pachelo, que era íntimo amigo de Gastón Auge, uno de los hijos de Marta María; fue condenado en un juicio abreviado en 2005 como partícipe necesario. Es que, tras el violento asalto y en el marco de una serie de hechos similares al círculo social que compartían ambos, el imputado confesó su responsabilidad en el ataque.
“(Pachelo) Vino a mi casa, me pidió que baje y, cuando me subí al auto, me dijo: ‘El responsable del robo a tu madre fui yo’. Y me contó que había mandado a dos personas de Pilar. Me confesó que el arma era de juguete y que si le hubiera pasado algo a mi madre se entregaba”, explicó Auge, quien también fue testigo en la jornada 28° ante el Tribunal Oral Criminal N°4 de San Isidro.
Fue entonces que, haciendo un paralelismo con el ataque que sufrió María Marta García Belsunce en cuanto a la modalidad; el fiscal general adjunto Patricio Ferrari le preguntó al testigo si, en base a la personalidad de su madre, ante un hecho violento, era de resistirse, como se supone que sí lo hizo la socióloga en el baño de su casa de Carmel. “No, ante un hecho de violencia física. Me la imagino más sumisa, que se termine todo y se vaya”, respondió Auge.
El ex amigo de Pachelo describió al imputado como “desafiante todo el tiempo”, “un tipo agresivo, que de joven era de agarrarse a piñas” y que estaba “siempre al límite de todo”. Tras su testimonio, fue su madre quien relató lo que vivió ese 13 de septiembre.
Marta María narró que ese día Pachelo se comunicó varias veces al teléfono de su casa. Es que su hijo y su marido habían viajado a una carrera de autos clásicos en Arrecifes y regresaban ese mismo día. “Insistía para ir con nosotros a recibirlos. Pero como se les rompió el coche, no fuimos”, describió.
También dijo la Marta María que llamaron varias veces preguntando por su hijo Paul, pero cuando él contestaba le cortaban. Es que ese sábado se fue a cenar con su novia. No bien salió, el ladrón entró al departamento al punto que Marta María pensó que su hijo se había olvidado algo.
La testigo aseguró que no puede reconocer al delincuente: “Era más alto que yo, fuerte. No pude verlo porque estaba todo oscuro y llevaba capucha. Lo único que vi son los ojos... Cuando empezó este juicio lo vi con barbijo (a Pachelo) y me impresionó mucho. Le vi los ojos... Es una situación horrible, vi unos ojos oscuros como los que había visto, pero no quiero decir una cosa de lo que no tengo seguridad”. Se le quebró la voz cuando habló sobre este tema.
Más tarde diría que, como consecuencias del robo, se mudó, ya no figura en guía su número de teléfono de línea, duerme con la puerta de su cuarto con llave y que tiene mucho miedo y por nada se sobresalta más allá de que pasaron 19 años del ataque en su departamento.
El juez Federico Ecke le recordó a Marta María que un testigo de este juicio le dijo sobre Pachelo: “Me senté frente al diablo”. La testigo le respondió: “No me dejaba mirarlo. Cuando lo tuve cerca fue cuando me apuntó, y me decía: ‘Date vuelta, y no me mires’. Pero los ojos… Sí me acuerdo”.
Además, recordó cómo se enteró que el mejor amigo de su hijo había estado involucrado en el violento robo que sufrió. “Gastón me dijo, llorando, que Pachelo le había confesado que había mandado a dos personas de Pilar, que estaba con muchas deudas, que el arma era de juguete y que no pensaba que me iba a hacer nada, que me iba a devolver todo”.
Y fue entonces que habló de la sensación que tuvo cuando el ladrón le apoyó el cañón en la sien: “La sentí como un arma de verdad, era una pistola”.
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