Cuando apenas habían pasado uno minutos de las 9:30 del jueves, dos patrulleros de la Policía Bonaerense llegaron a una casona en la esquina de Melo y Gaspar Campos en Vicente López, una de las zonas de mayor poder adquisitivo del distrito. Los recibió una mujer oriunda de Paraguay llamada María Ninfa Aquino, de 64 años. En aparente estado de shock, les dijo que era la empleada domestica y que había encontrado a los dueños de casa muertos dentro de su auto. “Tienen manchas de sangre en la cabeza”, dijo.
A los pocos minutos, los efectivos encontraron los cuerpos de Enrique Del Rio de 75 años, abogado, jubilado, y de su esposa Mercedes Alonso de 72 años. Estaban adentro del garaje, en su Mercedes Benz modelo 2010. Los cuerpos estaban sentados dentro del vehículo con los cinturones de seguridad puestos. Uno en el asiento del conductor y el otro en el del acompañante. El cadáver del hombre tenía tres tiros, la mujer sólo uno, en la cara: la autopsia luego determinaría que el asesino mató a sus víctimas mientras estaban de espaldas y que Alonso se dio vuelta para verlo.
Así, comenzó una exhaustiva investigación, comandadas por los fiscales Martín Gómez y Alejandro Musso, para determinar que había pasado y que tuvo como resultado su primera detención en la madrugada de hoy: la propia empleada domestica Aquino, acusada de ser la entregadora.
Para esto fue clave un monedero de cuero marca Prune que fue encontrado en el allanamiento a su domicilio en la zona de Pablo Podestá en 3 de febrero y varias fotos halladas en su teléfono.
La escena con la que se encontraron los efectivos de la DDI de Vicente López y policía científica fue extraña. Inmediatamente les dio a pensar que no se trataba de una entradera. En la casa, una construcción de 300 metros cuadrados similar a un petit hotel, había sólo algunos cajones que estaban abiertos y vacíos, de los muchos que hay en la casa. Lo mismo pasó con la caja fuerte que estaba violentada.
La pareja estaba a punto de mudarse. Habían vendido la casa recientemente y ya tenían casi todos los objetos embalados para trasladarlos a un departamento en el exclusivo edificio Chateau de Avenida del Libertador. Sin embargo, de eso, los ladrones no tocaron nada. Buscaban algo específico.
La mansión estaba llena de cámaras de seguridad, pero no estaba el DVR, el dispositivo donde quedan almacenadas las imágenes. Los ladrones y asesinos se las habían llevado. No estaban en un lugar accesible pero los delincuentes supieron encontrarlo.
En la cabeza de los fiscales comenzó a crecer la idea de un entregador. No había aberturas forzadas, por lo tanto habían ingresado con llave.
La hipótesis que se mantiene hasta ahora es que los atacantes ingresaron con llave y cuando escucharon que los dueños de casa llegaban de hacer unas compras, fueron directamente a asesinarlos. Esto habría sucedido entre las 18 y las 22 del miércoles.
“No había ningún motivo para matarlos. Quienes lo hicieron, tenían como objetivo no ser reconocidos. Estamos hablando de un señor de 75 años con un grave problema de salud que apenas podía caminar y una mujer de 72 años. Ambos sentados y con cinturón de seguridad puesto. No eran una amenaza para los ladrones pero sin embargo los ejecutaron”, explicaba una de los pocos expertos que tuvo acceso a la escena del crimen.
Los hijos de las víctimas aportaron datos cruciales. Por ejemplo, que la empleada domestica Aquino estaba en la casa desde las 6.30 de la mañana hasta las 16 y que también trabajaba una enfermera para cuidar a Del Rio.
El testimonio de la empelada domestica Aquino, cuando ya promediaba el mediodía, encendió todas las alertas. En el relato, a la mujer no le cerraban los tiempos. Dijo que llegó a la casa a las 6:30, como siempre y que, luego de que sus jefes no bajaran a desayunar, comenzó a buscarlos “por toda la casa” hasta que los encontró muertos. “¿No notó que había cajones abiertos y vacíos?”, se preguntaron los fiscales. A raíz de esto ordenaron un allanamiento en su casa y la incautación de su celular. Fue la clave para comenzar a develar el misterio.
En el domicilio de Aquino, ubicado en la localidad de Pablo Podestá, en el partido de Tres de Febrero, los policías de la Bonaerense hallaron un monedero de cuero marca Prune. Ese monedero fue el que habían marcado los hijos cómo el lugar donde su madre guardaba la llave de la caja fuerte. Vale decir que la llave fue encontrada puesta en la caja fuerte abierta. Ese sólo hallazgo alcanzó para que la mujer pasara de testigo a sospechosa y quede aprehendida.
Pero había más. En el análisis de su teléfono, autorizado rápidamente por el juez Ricardo Costa, surgió que, al menos 30 días antes del hecho, la mujer sacó varias fotos de lugares claves. Registró desde la caja fuerte hasta donde estaba el DVR de las cámaras de seguridad. Todas las fotos estaban en la papelera de reciclaje. “¿Por que fotografiaría el juego de llaves si no era para enviárselo a alguien?”, razonaba un investigador.
Ahora los esfuerzos del equipo de fiscales, que trabajó en la escena hasta altas horas de la madrugada, se dirige a encontrar a los asesinos.
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