“Una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa”. El fiscal general adjunto de San Isidro, Patricio Ferrari, recordó una frase de Alfred Adler, médico austríaco y padre de la psicología individual, para resquebrajar parte de los argumentos que usó Nicolás Pachelo para defenderse en el juicio por el crimen de María Marta García Belsunce. Fueron seis las grietas que halló en el relato del imputado y que desmenuzó para conformar un modus operandi verbal de adecuación de los dichos a conveniencia.
Así, el fiscal Ferrari, el mismo que en la apertura del caso usó seis balas para marcar los seis ejes de la acusación, ahora puso a la luz que Pachelo conocía información que decía desconocer y que hacía a su coartada, repelió el intento de minimizar los dichos de testigos clave, y expuso que sí era usuario de armas y tiene antecedentes por hechos violentos. En resumen, que en esos tópicos en los que tuvo justificación esa justificación era rebatible con hechos.
Todo comenzó el lunes pasado, cuando en el juicio que se desarrolla en los tribunales de San Isidro declaró el periodista Pablo Duggan e introdujo un dato que figura en el cuerpo N°5 del expediente, pero que aún no había salido a la luz en el debate. Ese fue el disparador de la exposición del fiscal, pero no fue la única fisura en los dichos de Pachelo que mencionó Ferrari.
Pero primero, un poco de contexto: un punto clave en la causa es la coartada del imputado. Hasta el lunes pasado había dicho que, en base a un ticket de compra, había estado con su madre ese 27 de octubre de 2002 en una juguetería de Paseo Alcorta a las 19.40. Sin embargo, con la declaración de Duggan saltó que el informe de la empresa de la tarjeta indicaba que la transacción había impactado en el sistema a las 21.01. Ante esto, el imputado pidió la palabra.
“No conocía el informe de Visa, me enteré hoy, después de 20 años. Siempre les dije que reconstruí ese 27 de octubre de adelante para atrás, en base al ticket de la tarjeta de mi mamá que decía que habíamos estado en la juguetería a las 19.40. Yo nunca quise hacer una coartada falsa”, se defendió Pachelo tras la revelación del periodista. Este miércoles, volvió a pedir la palabra para aclarar que su abogado -que no había estado el lunes pasado- le recordó que era algo que sí sabían, desde 2003 y que hasta lo mencionó en una entrevista a la revista Gente; aunque luego lo se soltaron de ese comprobante porque el local cerraba a las 21.
Y de eso sí se agarró el fiscal Ferrari: “Pachelo el lunes ha vuelto a mentirles, intentando señalar que se enteró por Duggan de este dato que sabía desde el inicio y no le convenía”. Y siguió: “No hay otra persona, además de Gustavo Hechem (el abogado de Carlos Carrascosa), que conozca más la causa que Pachelo. Por lo cual, la circunstancia de decir que no recordaba y ahora decir que sí debe ser tomado como indicio de mendacidad o mala justificación”.
Eso fue el preludio para invocar que la famosa divergencia en los horarios de los tickets: “No es prueba novedosa ni que se viene a enterar el lunes con la declaración de Duggan”, lanzó el fiscal y agregó, en base a mails de la mamá de Pachelo, Silvia Ryan; que figuran en el expediente sobre el suicidio de la mujer en 2003: “La circunstancia era conocida por la madre desde diciembre de 2002″. Y en ese punto, aclaró el fiscal que en la caja fuerte de la casa de la fallecida, además de joyas y elementos de valor, había una fotocopia de ese famoso ticket de compra de la juguetería de las 19.40 que sostenía la coartada: “Con esto quiero decir que la señora resguardaba el que le servía, el otro lo tenía, pero no lo guardó”.
Y concluyó sobre este ítem: “La solución a todo este tema viene dada en la Justicia Civil. Se trata del juicio de Pachelo contra Carrascosa por daños y perjuicios. Demanda hecha en 2009 por un monto que hoy ascendería a los 25 millones de pesos”. Allí, el imputado aportó como prueba el libro de Duggan Perdón María Marta y, específicamente, remarcó la divergencia de horarios en los tickets: “Pachelo en 2009 demandó a Carrascosa aludiendo a este dato, no se enteró el lunes ni se olvidó de la entrevista a la revista Gente sino que, en todo momento, supo de esta situación”.
Aquí, el dato curioso, casi escandaloso, que aportó el funcionario judicial fue que en esa demanda Pachelo aportó como testigo a Diego Molina Pico, el primer fiscal del caso María Marta, el que mandó a juicio al viudo y a la familia.
Luego, Ferrari recordó otro fragmento de la declaración del imputado. En este caso sobre los dichos de tres testigos que aún se presentaron en el juicio, pero que en 2002 eran chicos y aseguran haberlo visto correr detrás de la víctima minutos antes del crimen. “Si me vieron a 50 metros de la casa de María Marta, me vieron a 80 metros de mi casa”, se defendió Pachelo. El fiscal mostró un video del country Carmel desde un dron donde claramente se ve que esa no era la distancia: “A la cuenta le faltó multiplicarla, por lo menos, por cinco”, ironizó el fiscal.
Después también refrendó más dichos de Duggan, en este caso porque el periodista aseguró que lo vieron en las mesas de póker que tenía el fallecido Jorge ‘Acero’ Cali dejando un arma en la entrada. “No sé de dónde lo sacó. Me llamó la atención que nombró un muerto. He jugado alguna vez con él, no sabía que el lugar le pertenecía”, se despachó el imputado y agregó sobre el arma: “Nooo, eso es de película, muy fantasioso, de gánster. Es el juicio de dichos de dichos. ‘Acero’ Cali no está”. La contrapartida del fiscal fue aportar que en la causa de la muerte del padre del imputado “figura una solicitud al RENAR de 1996 de Nicolás Pachelo mediante la que pide ser legítimo usuario de una pistola calibre 9 milímetros”, pero se la rechazaron porque no había cumplido los 21. “Negó la utilización de armas cuando siendo menor quiso portar legalmente”, cuestionó Ferrari.
Así, fue al testimonio de los mozos de la estación de servicio Esso que aseguraron que Pachelo el 28 de octubre de 2002 se presentó a preguntar si se sabía algo del crimen en el Carmel, cuando recién se conoció que María Marta la habían matado en la autopsia del 2 de diciembre de 2002. El imputado dijo: “Es absolutamente falso, iba muy de vez en cuando, era un buffet, no era para ir a comer o tomar café”. Y, entonces, desde la acusación se pasó una escucha telefónica donde el acusado contaba: ‘Es un punto de reunión que muchos lo usamos’. “Dice que iba poco y nada, pero resulta que iba siempre, los conocía y hasta sabía que eran tres los empleados. No hace más que robustecer los testimonios de las tres personas”, remarcó Ferrari.
El siguiente tópico que abordó la fiscalía estaba relacionado con que Pachelo dijo que “jamás” estuvo vinculado a un hecho violento en su historial criminal, pero sí admitió que lo condenaron en un juicio abreviado como partícipe necesario del asaltar la casa de la familia de unos amigos: a la mujer le apuntaron con un arma y la encerraron en el baño. El juez de ese caso, contó Ferrari, “lo procesó el 6 de mayo de 2004 con prisión preventiva por robo agravado por el uso de arma como partícipe necesario”.
El último punto que desnudó las flaquezas de los dichos de Pachelo tuvo que ver con un allanamiento donde le encontraron 120 llaves. El lunes pasado, incluso, el juez Federico Ecke, presidente del Tribunal Oral Criminal N°4 de San Isidro que lo juzga, le consultó: “Digame Pachelo, ¿usted piensa poner una cerrajería?”. Este miércoles, Ferrari tomó una caja cilíndrica de unos 20 centímetros de alto y cinco de radio, la destapó y volcó el contenido sobre el escritorio: lo llenó de llaves: “La cerrajería que encontraron en su casa cuando lo allanaron 26 de abril de 2004 y lo detuvieron”, dijo sarcástico.
Y entonces, Pachelo pidió hablar para defenderse de la montaña de llaves que había en el escritorio del fiscal. Así, enumeró los lugares en los que vivió antes de 2004: “Todas las llaves las compararon con causas en las que me acusaban y dieron negativo, cuando allanaron no estábamos y esas estaban sueltas en una caja de zapatos con las de mi madre, y las pusieron abajo de la cama”. Y concluyó: “He tenido siete, ocho viviendas, más la de mi madre, la tosquera y el campo, como mínimo diez manojos de llaves son míos”.
Dato de color de la jornada, un abogado que estaba en la sala deslizó como un susurro entre el público, después de la exposición del fiscal: “Por algo a mis defendidos les recomiendo declarar siempre al final del juicio”.
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