Cuatro chicos de 12 años que jugaban a la pelota en el descampado ubicado entre las calles Espejo y Portela de Merlo, comenzaron a gritar cerca de las 16 del jueves pasado. Cuando los padres llegaron al lugar entendieron la desesperación de sus hijos. Junto a un árbol alguien había dejado una bolsa de arpillera: en su interior contenía el cadáver de un hombre, o lo que quedaba de él. Cuando llegó Policía Científica de la Bonaerense certificó que se trataba de un torso al que le habían amputado parte de las piernas y los brazos.
Luego de varios días, los investigadores lograron identificar a la víctima. Era de nacionalidad peruana, tenía 34 años y se llamaba Harold Canelo Crespín. También se supo que el hombre fue asesinado con una saña particular: se encontraron cerca de 20 heridas, entre puñaladas y golpes, en la cabeza con una maza. El cuerpo fue seccionado: se cree que los asesinos comenzaron por las manos y siguieron por el resto de las extremidades.
Pero la sorpresa máxima para los investigadores, a cargo del fiscal Sergio Dileo, llegaría al momento de desandar el camino de la víctima previo al crimen. Por el análisis de las cámaras de seguridad y testimonios fundamentales se descubrió que una de las asesinas era una mujer de 23 años con la que Crespín tenía una relación ocasional, llamada Eliana Fuenzalida. No actuó sola, para encubrir el crimen tuvo la ayuda de su tía Norma Beatriz González (41).
Su presunto objetivo: quedarse con la casa de la víctima.
El torso encontrado no tenía ningún tipo de identificación. Buscaron en la bolsa si había algún DNI, tarjeta o algo por el estilo, pero no se encontró nada. Desde la fiscalía, pensaron en difundir el rostro de la víctima para que alguien pudiera reclamar el cuerpo. Pero justo antes de eso, se presentó en la Policía un vecino de la zona para decir que hacía algunos días que no veía a Crespín y sospechaba que podría tratarse de la persona asesinada. Efectivamente, cuando le mostraron el rostro, lo reconoció.
Se trataba de Crespín, que había llegado desde Perú hacía casi 10 años y trabajaba como obrero de la construcción. Estaba solo en Argentina, sin hijos o familiares.
Con este dato, el fiscal Dileo envió una comisión policial para allanar la casa de la víctima. En el interior encontraron manchas de sangre, una sierra también manchada, un serrucho, cinta de embalar y mucho desorden. “Era, ni más ni menos, que la escena donde se había cometido un crimen”, dice ahora uno de los investigadores.
Ya no cabían dudas de que a Crespín alguien lo había asesinado en su casa, lo había desmembrado y habían descartado sus restos. Faltaba saber quién estaba atrás del crimen macabro. La clave: las cámaras de seguridad del barrio.
Según la reconstrucción que realizó el fiscal, en base a imágenes aportadas por vecinos, Crespín recibió el martes por la noche a “Eli” Fuenzalida en su casa ubicada sobre la calle Espejo, justo a la vuelta de donde días más tarde serían encontrados sus restos. Pasaron juntos la que sería la última noche de Crespín vivo. “No era una pareja constituida ni formal, se veían cada tanto. Ella vivía con sus padres a pocas cuadras. Se habrían conocido porque él, que era obrero de la construcción, hizo algunos trabajos por la zona”, explica uno de los investigadores.
Las cámaras de seguridad relevadas por el fiscal, muestran al hombre comprando en un quisco de la cuadra el miércoles a la mañana. Se lo ve con la misma remera roja con la inscripción “Lovewalk” con la que fue encontrado su torso algunas horas más tarde.
Esa fue la última vez que se lo vio con vida. Luego, comenzó el horror.
La hipótesis de la fiscalía indica que ese mismo miércoles Crespín fue atacado en el interior de su casa. Según se desprende de la autopsia, primero recibió un fuerte golpe con una maza en la cabeza y luego fue acuchillado decenas de veces. Una vez muerto, alguien tomó una sierra y comenzó a cortarle sus extremidades. Se cree que primero comenzaron con las manos y los brazos hasta el codo. Luego siguieron con los pies y las piernas hasta la rodilla. “Los cortes indicaban que habían sido realizados con una sierra, por lo tanto se cree que quien hizo esto cortó lo que pudo y cuando no pudo desmembrar más, descarto el torso”, explican desde los tribunales de Morón.
¿Eliana Fuenzalida pudo haber cometido semejante crimen, que requiere de una fuerza y una brutalidad particular, en soledad? La respuesta por parte de los investigadores es tajante: “De ninguna manera pudo haber actuado sola”.
Lo cierto es que, siempre según la hipótesis que sigue la investigación, la atacante se deshizo de las extremidades del cuerpo en la madrugada ya del jueves, que hasta ahora no fueron encontradas, para luego descartar finalmente el torso en el baldío de la vuelta de la casa de la víctima.
En el mediodía del jueves, con el crimen ya consumado y el cadáver desmembrado fuera de la casa, la mujer volvió al domicilio de Crespín, probablemente para buscar algunas de sus pertenencias. A las 14.21 de ese día, una cámara la capta saliendo de la propiedad con una sonrisa de oreja a oreja, como si detrás suyo no hubiese dejado uno de los crímenes más espeluznantes de los últimos meses en el Conurbano.
Luego, se la ve subir a un Ford Sierra en el asiento del acompañante. Quien manejaba era otra mujer. El seguimiento de cámaras se pierde a las pocas cuadras, pero la patente quedó registrada.
Con esa información, la fiscalía ordenó la detención de Fuenzalida y de la conductora. Ambas fueron encontradas en la esquina de Charlone y Panamá, también en Merlo. La mujer que manejaba el vehículo era Norma Beatriz González de 41 años, alias “Normi”, tía de Eliana.
A las pocas horas Eliana se negó a declarar pero su tía quería hablar, y lo hizo. González dejó en claro en su indagatoria que ella no participó del crimen aunque, una vez enterada de lo que pasó, ayudó a su sobrina a esconderse. La justicia, en principio, le cree porque no aparece en ninguna cámara de seguridad del día del crimen.
González también reveló el motivo del asesinato. La mujer contó que la intención de su sobrina Eliana era la de apropiarse de la casa de Crespín.
“Para la detenida era un negocio redondo porque la víctima no tenía familia ni nadie que pudiera reclamar esa vivienda. Pensó que, con deshacerse del hombre, le bastaba para usurpar la casa y quedársela”, razona una fuente con acceso al expediente.
Ahora, tanto Fuenzalida como su tía González quedaron detenidas. La primera en calidad de autora del homicidio y la otra como encubridora. Sin embargo, hay una pregunta que todavía desvela a los investigadores: ¿Quién ayudó a la mujer a cometer el asesinato, desmembrar el cuerpo y luego deshacerse de los restos?
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