“Beto, tanto tiempo, ¿cómo va Betito? Nicolás te habla. Necesito hablar con vos en forma urgente. Es urgente, de verdad es urgente. Es profilaxis. Es prevención”. El mensaje fue dejado por Juan Nicolás Olivares García. Es el falso médico que está acusado de haber matado a un paciente cuando fue a su casa para asistir una urgencia en plena pandemia. Víctor Calvo estaba sufriendo un infarto, pero el impostor se negó a trasladarlo para no ser descubierto, no sin antes ponerlo más nervioso –lo que agravó su cuadro- y cobrarle la consulta. La historia fue revelada por Infobae en junio pasado. El falso médico está procesado y tiene prisión domiciliaria. Pero lo que no se sabía es quiénes habían sido sus cómplices.
“Beto”, el destinatario de ese mensaje, es el médico Adalberto José Ochoa Díaz, un colombiano cuya identidad era la que usaba el impostor. Precisamente, ese médico, el real, acaba de ser procesado como partícipe de homicidio. ¿Por qué? Porque para la justicia hubo un plan para “prestar” su identidad y después para evitar ser descubierto.
La conversación, que aquí publica Infobae, forma parte de las pruebas que analizó la Justicia para avanzar en la cadena de complicidades que hicieron posible que este hombre de 58 años, de nacionalidad chilena, que atendía un kiosco en Ezeiza, pudiera moverse como un emergentólogo en medio de la pandemia.
Ahora, la Justicia puso en la mira a Ochoa Díaz por presunta complicidad. ¿Quién es? Un médico colombiano que tiene 37 años, se recibió en su país en 2010, consiguió la ciudadanía argentina en enero de 2015 y al mes siguiente la legalización de su matrícula. En marzo de 2015, entró a trabajar en el Hospital de Pediatría Juan P. Garrahan, donde hoy está terminando una especialización.
Según los papeles, no cobraba sueldo: el gerente de una droguería de Colombia informó al hospital que patrocinaría a Ochoa Díaz para que realizara la especialización en neurocirugía infantil y a cambio aportaría dos mil dólares por mes con fines académicos. Con solo rastrear el lugar en Google Maps de los responsables de ese patrocinio, todo llama la atención: se ve un negocio en medio de una calle de tierra donde se lee Droguería El Rebajón. No es ni una empresa, ni una droguería, ni una sociedad. “Parece un local ‘Los Pollos Hermanos’ de Breaking Bad”, ironizó una fuente judicial. ¿Ese local puede enviar 2 mil dólares por mes a su becario en Buenos Aires? ¿El Hospital Garrahan fue estafado? ¿De qué vive Ochoa Díaz? Preguntas aún sin respuestas
El caso
Para poder entender la importancia de estos datos, hay que remontarse a la historia del falso médico. Víctor Calvo, de 50 años recién cumplidos, sufrió un malestar en su casa el 1 de diciembre del 2020 y llamó a su obra social, Osdepym, para ser asistido. Después de 40 minutos, y pese a que se trataba de un “código rojo”, un médico documentado como Ochoa Díaz se presentó en la casa, le tomó los signos vitales y después de algunas vueltas le hizo un electrocardiograma. “El electro marca algunas cositas que habría que profundizar. Se van con tiempo a la clínica por la obra social porque esto no tiene ningún apuro. Tienen tiempo”, les dijo. Ante el pedido del paciente y su esposa, les dijo que no podía llevarlos porque la ambulancia “tenía COVID”.
Cuando se estaba yendo, el supuesto médico le avisó a la esposa del paciente, Laura Fechino, que su pareja estaba teniendo un infarto. A los pocos minutos, Calvo y su esposa intentaron por sus propios medios llegar a un centro de salud. Calvo se desmayó en plena avenida. Su esposa llamó insistentemente al 911 para que mandara una ambulancia y también al grupo Emerger para que el médico que se había ido volviera.
En uno de esos llamados, la operadora la culpó de haberle dado la orden al médico de irse. La mujer estalló de furia: “Mentira, mentira”. Fue tal su insistencia que la llamaron desde un número que no tenía agendado. “Usted me dijo que me fuera”. El que hablaba del otro lado de la línea era el supuesto médico. Laura lo insultó y le dijo que volviera. Ese llamado terminaría siendo su ruina: de no haber existido, todo habría quedado impune.
Pese a las tareas de reanimación de los médicos, Víctor Calvo falleció un rato después. El tiempo perdido fue fatal. Según las pericias médicas, sólo tenía un 1% de chances de morirse si hubiera sido asistido a tiempo. La denuncia de la viuda, una abogada, permitiría descubrir más tarde toda la trama: el hombre que se presentó en su casa no era ni médico ni siquiera enfermero; atendía un kiosco en su casa, en Ezeiza.
El juez Edmundo Rabbione procesó a Olivares García por homicidio después de una investigación que impulsó como querellante la viuda de Calvo. “Más allá del temor lógico por el cuadro que atravesaba Calvo, tanto él como Fechino desconocían su gravedad; pero la confianza depositada en el servicio de salud contratado para su asistencia médica fue suficiente para aguardar su llegada. Fue entonces cuando arribó Olivares García asumiendo la identidad de Ochoa Díaz y, haciéndose pasar por médico, examinó a Calvo”. Era claro que Calvo estaba cursando un infarto y necesitaba “una rápida y puntual actuación médica y su inmediato traslado a un hospital para practicarle un cateterismo”, pero desde que llegó al departamento el supuesto médico demoró su asistencia y también la atención del paciente en manos de un “verdadero médico”.
“Olivares García sí tuvo tiempo para hacer que Fechino firmara la historia clínica donde había asentado una falsa negativa de traslado del paciente a un nosocomio. Así, en su mente, buscaba cubrirse y justificar su decisión –subrayó el juez-. Estos elementos demuestran la frialdad con la que actuó Olivares García, exhibiendo una clara indiferencia ante la posibilidad de que se produjera la muerte de Calvo, es decir, la aceptaba con el único fin de mantener en la oscuridad su actuación como médico”. El interés “no estaba en el salvamento de la vida de Calvo, sino en continuar con su falsa actividad médica”. El precio era la vida del paciente.
Complicidades
¿Pero quién ayudó al falso médico a que pudiera cometer el homicidio? Por lo pronto, el doctor que le facilitó el título se movía como médico, según estableció el juez Rabbione. “Olivares García contó con la colaboración de Adalberto José Ochoa Díaz quien le proporcionó los datos concernientes a su identidad y profesión médica, como así también fotocopias de su DNI, de su título universitario, la certificación de haber cursado la carrera de medicina en la Universidad de Cartagena, expedida por el consulado en Buenos Aires, y su credencia del Ministerio de Salud”. Gracias a esos papeles, el falso médico fue contratado por la firma Urgency Dom SRL, desde al menos noviembre del 2020 para trabajar en guardias médicas de 12 horas en ambulancias para emergencias médicas.
El vínculo entre el médico real Ochoa Díaz y el falso médico Olivares García no fue tan fácil de descubrir. Los acusados se enteraron que los estaban investigando cuando el fiscal Santiago Vismara decidió notificar a Ochoa Díaz que había una causa en su contra. Fueron muchos intentos fallidos: nadie lo encontraba. Había renunciado a la firma Urgency Dom, la empresa de ambulancias que lo había contratado para prestar servicios aquella noche fatal, y la búsqueda en distintos domicilios era un fracaso. Pero el dato de cómo localizarlo apareció a través de la aplicación CUIDAR: vivía en un departamento de la calle Uriburu al 1200 en la zona porteña de Barrio Norte.
En octubre del 2021, el médico Ochoa Díaz se presentó espontáneamente en tribunales con un defensor oficial y se quiso despegar. Dijo que alguien había “usurpado” su nombre y su matrícula, aseguró que nunca trabajó para Urgency Dom y ofreció hacer una pericia caligráfica para demostrar que él no había ido a la casa de Calvo aquella noche en que sufría un infarto. No hacía falta tanta explicación: la filmación de seguridad del edificio dejaba más que claro que él no era la persona que se había presentado en la casa del paciente fallecido. El problema era por qué el falso médico se había hecho pasar por él.
Un dato llamó la atención. Fue cuando Ochoa Díaz, supuesta víctima del robo de su identidad, afirmó: “Quiero resaltar que la usurpación de identidad es muy frecuente en el ámbito médico y el presente es uno de esos casos”. ¿Por qué diría eso?
La causa entró en secreto de sumario. El juez ordenó una serie de diligencias que no debían trascender. Para ese entonces, el falso médico era detenido mientras se allanaba la empresa Osdepym y la casa de Ochoa Díaz. El doctor estaba en el hospital y volvió directo a su vivienda cuando la empleada le avisó la presencia de la policía. Fue entonces cuando el profesional les explicó a los agentes que él había conocido en 2014 a Olivares García cuando era ambulanciero y que no lo había visto nunca más hasta que el 19 de agosto de 2021 ese hombre le había dejado un mensaje de voz en el celular. Se los puso en altavoz a los policías. “Beto, tanto tiempo, cómo te va Betito”, decía.
¿Por qué lo había llamado por “profilaxis”? ¿Qué había pasado un día antes, el 18 de agosto, en la causa? Fechino, la viuda de la víctima, había aportado el número de teléfono desde el que cual recibió el llamado del falso médico para decirle que ella lo había echado. Esa llamada al acusado le resultaría carísima. Quizás por eso Olivares García googleó esa noche: “ejercicio ilegal de la medicina por préstamo de nombre”. También googleó: “prisión”. Así surge del historial de su teléfono secuestrado. Habían pasado ocho meses de la muerte de Víctor Calvo.
La estrategia del neurocirujano y las pruebas del juez
Lo primero que quiso plantear Ochoa Díaz ante la justicia es que había sido engañado. “Necesitaba tender redes y generar contactos para poder comenzar a trabajar y asentarme –explicó el colombiano-. Olivares García me pidió una carpeta con mi CV, mi DNI y mi título de médico”. Según afirmó, él estaba seguro de que también era doctor y por eso le entregó esos documentos en febrero de 2015 en busca de un “trabajo futuro”.
Subrayó que ya no había vuelto a tener vínculo con Olivares García hasta que recibió ese mensaje de audio que le mostró a la policía. “Quiero aclarar que nunca respondí ese mensaje. Intenté comunicarme con él pero no tuve respuesta”. Los investigadores, sin embargo, detectaron otros mensajes en donde entre ellos hablaban de documentación a intercambiar. El colombiano dijo que no tenía nada que ver con el título de médico sino con una escritura para la garantía de un departamento. “Niego rotundamente los hechos que se me imputan. Está claro que Olivares García utilizó la documentación sin mi conocimiento y me ha perjudicado. Se aprovechó de mi buena fe”, afirmó. “Soy un profesional extranjero ejerciendo la medicina en otro país y esta situación me ha afectado mucho”.
Pero su versión era mentira: después de varias llamadas sin atender y el mensaje de “profilaxis”, el neurocirujano llamó al falso médico. La llamada duró 9 minutos. “¿Cuál habría sido la urgencia imaginada por Ochoa Díaz para llamar tan rápidamente al ex compañero de trabajo que dijo no era su amigo, ni frecuentaba, después de un supuesto período de años sin hablarse desde que le pidiera la devolución de la documentación para la garantía inmobiliaria?”, se preguntó el juez. Para llegar a una respuesta, prestó atención a dos palabras claves del mensaje de audio: su mensajero buscaba “profilaxis”, “prevención”. Había que tomar recaudos ante lo inevitable. Hubo una nueva llamada, esta vez, de 20 minutos.
Es por eso que el juez Rabbione no creyó una palabra sobre el desconcierto y la ajenidad que alegó al neurocirujano. Máxime, dijo, si se analiza el teléfono secuestrado al detenido: el departamento de Inteligencia contra el Crimen Organizado de la Policía Federal estableció casi medio centenar de comunicaciones de línea entre mayo de 2014 y en mayo de 2019, que duraron “más de 100, 200. 300, 700, 800 y 900 segundos”. Y eso sin saber cuántos diálogos tuvieron vía Whatsapp. “La comunicaciones expuestas fueron tomadas del listado de llamadas en forma aleatoria y a modo de ejemplo ya que hay más. Corresponden al uso exclusivo de la línea telefónica, desconociéndose cuántas otras vías de comunicación utilizaron”, subrayó el juez.
En mayo de 2019, se registró una llamada de casi 13 minutos. Y también los diálogos sobre una documentación. El neurocirujano explicó que eran las fotocopias de una escritura. “Extraña justificación: Olivares García, un ex compañero de trabajo, con quien dijo solo tuvo una relación ‘un poco más cercana’, sin amistad, ni reuniones, supuestamente tras años de distanciamiento, le había proporcionado una escritura para una eventual garantía de alquiler de un departamento”, razonó el juez. No era lo único que no cerraba: ¿por qué le había entregado sus documentos que acreditaban ser médico si con el CV bastaba para recomendarlo en un trabajo?
Para el juez, si hubiera sido cierto que Ochoa Díaz era una víctima, no hubiera dicho que en ámbito médico era común robar identidades. Y habría identificado a Olivares García como el usurpador de su identidad, pero no lo hizo. Fue el día que le exhibieron las imágenes del supuesto médico que fue esa noche a asistir a Víctor Calvo. “Su silencio demuestra la connivencia enrostrada”.
El fallo sostuvo que fue el nexo que los unía lo que permitió a Ochoa Díaz comunicarse con su defensora para hacer una presentación espontánea que lo desincriminara del caso. Recién buscó dar una explicación, al prestar indagatoria, cuando Infobae reveló la historia del falso médico y “tras la acumulación irrefutable de prueba en su contra”. El juez habló de un “fingido argumento de inocencia”. “Queda claro para este tribunal que existió connivencia entre Ochoa Díaz y Olivares García”. El juez lo procesó como partícipe necesario del delito de homicidio simple con dolo eventual, lo embargó por 10 millones de pesos y le prohibió la salida del país. La defensa oficial apeló. Ahora la decisión es de la Cámara del Crimen.
Un detalle al pasar: en septiembre de 2021, un mes antes de que comenzaran sus problemas judiciales, el perfil de Instagram de Ochoa Díaz que Infobae consultó para esta nota muestra al neurocirujano de ambo blanco, abrazado a un hombre, los dos sonrientes. “Hoy es quizás el día más gratificante en mi ejercer como médico”, escribe. Citó las palabras de su paciente que le decía: “Doctor, a partir de hoy celebro dos veces mi cumpleaños. Gracias por salvarme la vida, me dijo. Paciente con fibrilación ventricular y paro cardiorrespiratorio que requirió RCP durante 70 minutos”. Un paro cardíaco. Lo mismo que sufrió Víctor Calvo cuando un falso médico llegó a su casa y lo dejó morir.
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