Ayer por la mañana, la Policía Bonaerense encontró el cadáver de Elizabeth di Legge, la enfermera de González Catán que había desaparecido durante el fin de semana, según había denunciado su pareja, Silvio Espíndola. El cadáver, en un macabro giro, fue encontrado en su propia casa, donde Espíndola había dado entrevistas para pedir por su aparición. Se lo encontró en un galpón bajo llave, con una jeringa en su brazo y una sonda.
Espíndola quedó demorado, pero no detenido.
La Bonaerense había ido a la casa por orden del fiscal Marcelo Folino, que estaba a cargo del expediente por averiguación de paradero. Así, tomaron el cuerpo y lo llevaron a la morgue correspondiente para su autopsia.
El informe preliminar al que accedió Infobae indica que Elizabeth falleció entre 60 y 72 horas antes del hallazgo. Se encontraron alrededor alrededor del cuerpo ampollas de anestésicos como propofol y fentanilo. No tenía lesiones corporales visibles: la causa de la muerte fue marcada como una depresión respiratoria.
También, se esperan pericias toxicológicas que complementarán la autopsia.
La causa está en un encrucijada. Queda por definirse si Elizabeth fue asesinada o se quitó la vida. La situación del marido también está por definirse: hay una posibilidad de que el expediente quede en manos de la UFI de Homicidios, a cargo de Federico Medone, lo que podría implicar un giro radical en el expediente, todavía sin una calificación formal. Medone, uno de los más avezados investigadores de la provincia, estudia el expediente en estas horas. Por lo pronto, hay un contexto.
Di Legge quería separarse de su pareja y había denunciado violencia de género.
De acuerdo con lo que precisaron a Infobae fuentes de la investigación, en abril del 2019 la mujer hizo una denuncia contra su marido ante el Juzgado de Familia N°8 de La Matanza para solicitar una protección contra la violencia familiar, pero la misma quedó paralizada en octubre del 2020.
Sin embargo, el dato más llamativo surge de un estudio psicológico que se le realizó a la enfermera el 21 de julio pasado. Di Legge fue a pedir ayuda a la Red de Asistencia de la Secretaría de la Mujer del municipio en el que vivía, porque “no podía tomar la decisión de separarse”.
Según consta en ese informe, a través del espacio de género que existe en el Hospital Churruca, donde trabajaba junto a Espíndola, Di Legge “pudo identificar las violencias psicológicas que refiere atravesar (física, sexual, psicológica y simbólica)”.
Los profesionales que la asistieron mencionaron que el marido ejercía “violencia por motivos de género de diversa índole, desde hace ya varios años” y que, juntos, tenían “tres hijos, de 10, 16 y 20 años”.
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