El cuarto intermedio había quedado atrás, las escuchas telefónicas también y era el turno de la tercera testigo de la novena audiencia del tercer juicio por el crimen de María Marta García Belsunce. No se conocía aún su nombre cuando el fiscal Patricio Ferrari le pidió a los jueces del Tribunal Oral Criminal N°4 de San Isidro que juzgan a Nicolás Pachelo un favor especial: retirar al imputado porque la testigo le tiene “pánico”: “No lo quiere ni ver, y recibió hace poco llamados intimidatorios al teléfono de su casa, que no figura en guía, por lo que solicito que sea excluido”. Tras finalizar la declaración, el acusado volvió a la sala y pidió hablar para desmentir a la mujer. Pero un dato que dio llamó la atención de los fiscales.
Todo comenzó tras el pedido de Ferrari. Los abogados de Pachelo, a regañadientes, intentaron oponerse a la exclusión porque, argumentaron, “afectaba el derecho a la defensa” y era una medida “injustificada”. Incluso, Marcelo Rodríguez Jordán deslizó: “No es un cuco, todavía seguimos investigando el homicidio de María Marta…”. El juez Federico Ecke, tras una consulta con sus pares, fue categórico. “Es una mujer, si fuera un hombre sería otra cosa, doctora”, le dijo el presidente del TOC N°4 a Raquel Pérez Iglesias y envió al acusado “cuarto contiguo, con la puerta abierta y sin que lo vea la testigo”.
Así, con Pachelo en la habitación de al lado junto a un guardia del Servicio Penitenciario Bonaerense y el abogado Rodríguez Jordan como custodio de la puerta, Deborah Luaces ingresó a la sala. Su testimonio fue tan contundente como dramático. En varios pasajes se quebró. La mujer, ama de casa de 41 años, vivió varios años en el country Carmel, conocía a María Marta y a Carlos Carrascosa desde que fue adoptada por sus padres e, incluso, alquiló por una temporada la casa que solía pertenecerle al imputado.
Así, relató que conocía al acusado desde hacía años y a su padre, Roberto Pachelo, porque corrían en Turismo Carretera juntos. En el rally, en cambio, lo hizo con Mariano Maggi, el empresario que denunció a Pachelo por estafa porque no le pagó una camioneta y que dijo que el acusado lo había amenazado: “Si tuve los huevos para matar a mi padre, imaginate lo que puedo hacer con vos”.
Justamente, el padre de la testigo fue quien dejó entrar a Carmel a Maggi para que increpara a Pachelo por esa deuda. La mujer recordó lo que ese mismo día ocurrió en su propiedad del country: “Abre la puerta, porque en el barrio no se usaban llaves, entra a mi casa y mi mamá, que estaba en el pasillo, grita. Pachelo tenía una mano en la campera que movía, y con la otra le recriminaba a mi papá porque había dejado entrar a Maggi al barrio. Mi papá, en un acto de locura, lo sacó”.
Deborah describió también que sus padres y el matrimonio Carrascosa-García Belsunce se habían conocido en un safari por África cuando ambas parejas buscaban adoptar porque no podían tener hijos. “Mi hermana y yo somos adoptadas. Entre ellos había mucha química porque pasaban por la misma situación, por eso desde que llegué a mi casa María Marta y Carlos estuvieron en nuestras vidas”. Luego definiría a la víctima como “amorosa, muy buena persona”. Esa fue la primera vez que se le quebró la voz. Y siguió sobre la socióloga: “Tenía un carácter fuerte, no se iba a dejar pisar por nadie, se iba a defender con unas y dientes si tenía que hacerlo”.
La testigo también narró parte de su intimidad cuando habló sobre el incidente “Tom”, el perro de raza Labrador de María Marta que desapareció y nunca fue encontrado. “En una época tenía una amiga, Raquel Fait, que no resultó tan amiga porque fue la amante de mi primer marido, que me dijo: ‘Yo jugué con ese perro en la casa de Nicolás en el barrio Carmel’”. Hay que recordar que una de las cosas que se intenta probar es si el imputado fue el responsable del secuestro y si lo escondió en el baño de servicio de su propiedad antes de dejarlo en un criadero de Pilar.
Lo cierto es que, la testigo fue tajante sobre lo que pensaba de Pachelo. “Lo conozco a Pachelo de toda la vida. Era vox populi que lo describían como un loco, como una persona que está más allá del bien y del mal, que no tenía remordimiento de las cosas. No le tiene miedo a las consecuencias, no le importa más que sí mismo. Yo lo conozco por todo lo que he escuchado en Pilar, pueblo chico infierno grande, y siempre le tuve miedo”.
Y añadió: “Siempre mi papá me decía ‘tené cuidado’. Para mí no tiene emociones, nunca lo vi feliz. Tiene una personalidad fuerte y da miedo. Hoy, por supuesto, que sí que le tengo miedo”. La testigo se quebró, y continuó con la voz cortada antes de romper en llanto: “Es una situación difícil y esto me genera miedo. Tengo una hija con una enfermedad neurológica, y tengo miedo por mi hija, y por mi situación, porque mi hija depende mi”.
En ese contexto, luego explicó que en las últimas dos semanas recibió en su teléfono de línea fija una llamada y al atender sólo escuchó la respiración de una persona. “A mí me llamó la atención, no lo vinculo, pero justo (pasa ahora) que estoy en esta situación de testigo y nunca me había pasado”, cerró.
Lo cierto es que cuando la testigo fue despedida, Pachelo regresó al recinto dispuesto a todo: quería hablar. Así, por segunda vez en el juicio, se sentó en la silla frente a los jueces y sólo se limitó a refutar punto por puntos los dichos que había escuchado desde la otra habitación. No aceptó preguntas. Y calificó los dichos de la mujer como “mentiras e incongruencias”; sobre la ‘amiga’ que, supuestamente, dijo haber jugado en su casa con “Tom”, manifestó que “jamás en su vida” la vio y pidió que se soliciten los informes de visitas a su casa en ese momento.
“Tengo celular blanqueado en Servicio Penitenciario Bonaerense. No tengo problema”, enfatizó en relación con los llamados misteriosos que le hicieron a la testigo, ya que desde fiscalía se pidió que se investigue lo sucedido.
Fue entonces que el imputado negó que el día que Maggi fue a increparlo a su casa haya estado solo. Dijo que el padre de la testigo estaba con él: “Si hubiera tenido que decirle algo lo hubiera hecho ahí, no tres horas después”. Por lo que negó haber estado en la casa de Deborah, haber entrado a la fuerza y haberse quejado con su padre; y dijo que se quejó ante el presidente del club “porque dejo entrar a alguien para que vaya a otra cosa”.
Fue insistente en este tema e, incluso, en ese afán, deslizó que no habría ido a la casa cuando estaban “comiendo” para recriminarle que había dejado entrar a un invitado para que fuera a molestarlo. Ese “comiendo” no pasó inadvertido ante los fiscales: “La mujer nunca contó que estaban comiendo cuando relató la intrusión de Pachelo”.
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