En la Argentina, las drogas sintéticas llegan por encomienda. Así de simple.
Se trafican desde Holanda, Bélgica, Alemania o España, a veces desde Asia, disimuladas sin mucho esfuerzo. Los envíos se pagan en criptomonedas, los contactos pueden realizarse en la Internet oscura, como marcan expedientes penales de los últimos años. Así, se generó una nueva cultura narco, con un superavit de sustancias de alto costo para dealers boutique, o pastillas de alto poder cada vez más baratas, una cultura que desembocó en tragedias como Time Warp.
Los envíos suelen pasar sin ser detectados. Cuando se encuentran, son sumamente reveladores.
La semana pasada, la Aduana interceptó en las oficinas de las encomiendas postales internacionales, ubicadas en el barrio porteño de Retiro, un envío proveniente de los Países Bajos en el que había un kilo de gammabutirolactona (GBL),usada de forma legal en la industria farmacéutica alrededor del mundo, pero con aplicaciones decididamente narco
El GBL se convierte en GHB una vez ingresado en el cuerpo. El GHB, un poderoso euforizante consumido en gotas, figura en el menú de drogas sintéticas de dealers porteños: reduce las inhibiciones y es empleado para potenciar el acto sexual de forma consensuada. También, es empleado para someter a víctimas de abusos sexuales, violaciones en citas.
“Se le dice así ya que, por sus características incolora e insípida, puede ser fácilmente incorporada a bebidas sin que la víctima pueda notar su presencia. Incluso, su efecto sedante se potencia si se ingiere junto con alcohol”, destacaron fuentes consultadas por Infobae.
Ayer, otros 7 litros y medio de GBL fueron incautados en el EPI por la Aduana, provenientes desde Holanda, según confirmaron fuentes del caso. Estaban dirigidos a siete destinatarios distintos, hombres y argentinos, de los barrios de Morón, Caseros, Agronomía, San Telmo, Palermo, y dos de Barracas. El caso quedó en manos del juez en lo penal y económico Alejandro Catania.
Esta semana, la Aduana incautó otro envío narco, cuando personal del depósito de la firma UPS en Constitución alertó a la Aduana por una llamativa coincidencia. Una joven argentina realizó dos envíos, uno a India, el siguiente a Australia, a lo que parece ser una sencilla casa de familia en Sunshine West, un pequeño suburbio de Victoria. La joven podía dedicarse al e-commerce, o a otra cosa. Así, llegó personal de Aduana con canes detectores de droga. Fueron a la carga que viajaba a Australia, una serie de baratijas, 86 pares de aros con gemas de plástico. El perro mostró mucho entusiasmo.
Comenzaron a escarbar con pinzas. Dentro de esos 86 aros había cocaína, 1655 gramos.
Exportar droga a Australia, particularmente de alta pureza, es una jugada narco maestra. Diversos estudios de organizaciones globales como el Global Drug Survey demuestran que el país de Oceanía tiene el segundo gramo de cocaína más caro del planeta, dada su distancia geográfica. Un gramo puede superar los 200 dólares, hasta 300, con pureza reducida. Un kilo de cocaína en la selva boliviana puede costar entre dos mil y 1500 dólares.
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