Quién asesinó a Johana Ramallo continúa siendo un misterio. Desapareció hace exactamente cinco años, un 26 de julio de 2017, cuando fue a trabajar a la zona roja de La Plata. Con 23 años, había entrado al mundo de la prostitución para subsistir. La droga se apoderó de ella en los últimos días de su vida. Parte de su restos descuartizados aparecieron en una playa de Berisso.
Lo que la Justicia determinó ahora, después de una investigación plagada de pistas falsas y falta de impulsos, es que su proxeneta, Carlos Omar “Cabezón” Rodríguez, no solo debía enfrentar acusaciones por su explotación sexual sino también por la de sus hijas, que caminaban las noches bajo su patrocinio. Lo que muestra el caso de Johana Ramallo es cómo la prostitución y el tráfico de drogas fueron el engranaje perfecto para que Johana desapareciera. Y para que, durante meses, nadie la buscara.
“Le sacaba plata a Johana. Es el un ocho cuarenta y sé que la inició en la droga a Johana”, dijo una de las testigos que declaró en la causa. La joven había sido pareja de Rodríguez durante dos meses. Pero en los últimos días Johana prácticamente no hablaba. Cuando la joven desapareció, “Cabezón” también decidió irse de la zona no sin antes buscar sembrar pistas falsas, sostuvo el fallo que lo procesó.
El caso
El 27 de julio de 2017, Marta Ramallo se presentó en la comisaría 16ta. de Villa Ponsati. Su hija, de 23 años, se había ido la tarde anterior a las 17. Prometió volver a las 20, pero nunca llegó. La noche del 26 la vieron en la esquina de las calles 1 y 63, de la ciudad de La Plata, junto a una menor de 17 años que trabajaba en la zona roja. Las cámaras de seguridad así lo confirmaron.
La investigación judicial es una muestra de cómo el expediente pasó de mano en mano sin que nada avanzara. Es más: casi tres meses después de la desaparición, el Ministerio de Seguridad provincial emitió un primer despacho de “búsqueda de personas” con los datos de Johana. El problema era que la imagen que mostraba no tenía nada que ver con su imagen al momento de desaparecer. La foto la mostraba con 16 años.
Johana creció en un hogar pobre. De chica pedía monedas en el centro de La Plata. Así conoció en 2009 al hombre que después sería el padre de su hija. Había sido beneficiara de la “Asignación Universal por Hijo” (AUH) y participaba del Programa “Ellas Hacen”. Pero la crisis económica cortó esos planes durante el macrismo. Eso, dice Ramos Padilla, “habría sido un condicionante importante para potenciar su ingreso en la ‘zona roja’ platense”. Llega a esa conclusión a raíz de diálogos que tenía Johana con personas a través de Facebook y las dificultades que encontró al intentar alquilar un departamento para irse a vivir con su hija. Fue en ese momento que empezó a prostituirse.
Es claro que Johana padecía de un consumo problemático de drogas. Entró en un espiral de adicción que “constituyó el motivo principal por el que continuó ejerciendo la prostitución, toda vez que el ingreso que obtenía por esa actividad era principalmente destinado a la compra de sustancias para su propio consumo”, entendió la Justicia.
Había estado dos veces internada con una intoxicación aguda de cocaína. Las dos veces se escapó antes de que le dieran el alta. La última vez fue en la mañana en que desapareció: la habían ingresado inconsciente después de una mezcla de alcohol, cocaína y clonazepam. Se descompensó estando con un “cliente regular” en una de las habitaciones del hotel “La Clave”.
En la causa hubo múltiples pistas falsas. Desde testigos que dijeron que la habían llevado a un sótano de la cárcel de Melchor Romero donde se encontraban alojados enfermos psiquiátricos -algo que no existe- hasta que había sido secuestrada por una organización de penitenciarios que sacaban a presas de la cárcel durante la noche para prostituirlas. Una mujer le habló por Facebook a su madre para decirle: “La hago corta. Johana esta muerta ya y enterrada. Chau”.
Incluso se aseguró que Johana estaba enterrada en la casa del “Cabezón”, que desde una ventana vieron cómo dos sujetos la metían por la fuerza en una camioneta o que la había mandado a matar una menor por “problemas de prostitución”. “Yo le dije a Johana que no la quería en esa esquina, no me hizo caso, les mandé a unos tipos y ahora está muerta”, decían que había dicho la joven en un almacén de la zona. Todas las diligencias para avanzar en esas pistas resultaron negativas.
El 24 de agosto de 2018, las peores sospechas sobre el destino de Johana comenzaron a verificarse. Una pie de mujer apareció en la localidad de Berisso. Tres meses después, una mano. Los análisis de ADN indicaron que se trataba de Johana.
Sobrevivir en la zona roja
Todos los testimonios recolectados en la causa recrearon el mundo en el que desapareció Johana Ramallo, el interior de la “zona roja” de La Plata. A Johana la llevó a trabajar allí una menor de edad a fines de 2016. “Las chicas que van ahí siempre son conocidas o alguien las lleva ¿viste? Que conocen a alguien, porque si no, no pueden estar ahí; siempre hay problemas. Si alguien llega de la mano de otra de las habituales se salva de que otras las vayan a patotear o las echen de la esquina”, explicó una de las testigos. No fue fácil reconstruir lo que pasaba allí: costó que sus protagonistas aceptaran declarar en estrados judiciales.
¿Por qué las prostitutas consumen drogas? “Me daba asco tener que estar con viejos, tener que estar con gente que no quería”, contó una chica que declaró bajo reserva de identidad en la causa. “Hay veces que está bueno, que te toca gente que capaz querés o te gusta y hay veces que te toca gente que no, que la ves y te da cosa... Uno por recibir tanta cantidad de plata, buena plata, lo soporta. Me ha pasado y la he pasado mal también, horrible. Todas en general es igual, todas, todas”.
¿Por qué las prostitutas también venden? “Porque voy a tener arrepentimiento, si de última yo no me quiero estar acostando con viejos, aguantándome cosas asquerosas, prefiero hacer esto y listo, chau”, explicó la joven. Es que que en la calle no todo es fácil. No solo los proxenetas son hombres. Las “viejas”, las prostitutas más antiguas, también cumplen su rol de poder. Una de ellas “le sacaba la plata a sus hijas, que eran re chiquitas, hermosas, 13, 14 años... Ellas estaban tan drogadas que ella les sacaba la plata”, según declaro una joven bajo reserva de identidad. “Son unas hijas de puta que te obligan a un montón de cosas que no querés”.
Su primera noche se paró en una esquina y un grupo de travestis la molieron a palos. Al día siguiente volvió. “Yo gracias a Dios no le pagué la esquina a nadie. ¿Por qué? Porque vení y rompeme la cabeza, pero yo no voy a estar acostándome con gente que no me gusta para darte la plata a vos, que es plata que le falta a mi casa”, declaró.
El mecanismo era circular: las prostitutas consumían drogas y se prostituían para seguir consumiendo. La misma organización que las regenteaba les proveía y les cobraba la droga, aprovechándose de su situación de múltiples vulnerabilidades: sociales, económicas, familiares, de salud física y psíquica. “Ese complejo escenario de comercio y abuso en el consumo de estupefacientes, de explotación sexual de mujeres y de violencia conformaron las condiciones de posibilidad para que esa desaparición y muerte ocurrieran -dijo Ramos Padilla. Esas conductas ilícitas se encontraban estrechamente vinculadas entre sí al punto de transformarse en un entramado criminal y eran llevadas a cabo con cierto grado de organización por una serie de actores con roles y funciones relativamente definidos”.
La droga era aportada por distintos proveedores, “entre ellos una persona conocida como ́Hernán y otra llamada ́Carlos”. ́Rodríguez fraccionaba la droga en dosis destinadas al consumidor y la distribuía y suministraba, previo pago, entre las distintas trabajadoras sexuales que ofrecían sus servicios en esa ́zona roja ́platense. No sólo era para su propio consumo personal sino también para venderla en muchos casos a sus clientes, señalo el fallo. “De ese modo, Rodríguez obtenía un lucro económico del ejercicio de la prostitución por parte de las distintas trabajadoras sexuales, puesto que la venta de esas drogas ilícitas formaba parte de los servicios que ellas ofrecían, al tiempo que en muchas ocasiones ellas eran las principales consumidoras”, se afirmó. El imputado manejaba sus ́paradas , conocía a sus clientes, su recorrido habitual y particular, a qué hoteles iban a efectivizar los servicios sexuales ofrecidos, sus horarios, además de poseer un vínculo estrecho con las fuerzas de seguridad, lo que garantizaba relativa impunidad a todo el accionar delictivo de la ́zona roja
El Cabezón, según Facebook
Uno de los elementos que le permitió al juez Ramos Padilla avanzar sobre las sospechas de Rodríguez fue lo que encontró, precisamente, en sus redes sociales. “Es el propio imputado el que publica contenidos directamente relacionados con el comercio sexual en la ‘zona roja’ y exhibe fotografías promocionando el trabajo sexual de –al menos– M.R., F.S.R. y Johana Ramallo”. Para presentarse, Rodríguez publicó: “No soy el mejor ni tampoco el peor empese d abajo vendiendo chocolate ariba del coletivo y ahora cuento plata.. Marcando la diferencia. ‘EL CABEZON’”(sic)
Pero fueron las “ofertas” que hacía en sus redes lo que terminó complicándolo: “Mis hijas las más bellas de la zona, se quieren matar más de una”. “Aca estamos listo para arrancar...Somos nosotros...Preguntame”. “Adivina de quién son esos labios y te los llevas a la mesita de luz”. Las jóvenes que exhibía eran sus hijas: una de sangre, otra de crianza.
“Acá estamos en la ZONA, Fiel a la causa, PREGUNTANOS, ni la lluvia ni los terremotos nos detienen, mucho menos las gilas pelo duro”. “Acá estamos fieles a la causa, allá vamos por el vuelto y el cambio, pregúntame”. La expresión reiterada “PREGUNTAME”, dice el juez, aparece “funcionando como forma de ofrecer a terceros los servicios sexuales de estas mujeres”.
Las pruebas lo colocaron en un lugar de control en la zona. Un “8.40″ –la jerga del proxeneta–, que plantaba si alguien se “metió en su casa”, en clara referencia a “su” territorio. ”El sólo hecho de ser muchas veces señalado como ‘el poronga’ es demostrativo de ese rol preponderante y del respeto o temor que infundía, lo que consecuentemente deriva en la posible afectación de los testimonios de las personas involucradas”, señala la resolución.
Testigos de identidad reservada describieron a Rodríguez como “una persona muy pesada y muy violenta en la zona roja”. “Les pegaba a las mujeres de la zona roja, él era el macho de la zona, las fajaba a todas”, señaló. Otros señalaron cómo el “Cabezón” vendía drogas en el lugar, apuntaban a quién le proveía y señalaron cómo entraba a la comisaría novena “saludando al personal policial con un handy en su mano”.
“A través de estos testimonios se comprueba para este caso el funcionamiento de la ‘zona roja’: la configuración de un área liberada y la división interna del territorio entre distintas personas a las que responden quienes ofrecen sus servicios sexuales y distintas sustancias ilegales para su venta. Algunas de las mujeres que ejercen o ejercieron la prostitución en el lugar, por la falsa ilusión de libertad que genera esa particular forma de ejercer el poder, refirieron al rol del imputado como si se tratase de una suerte de garante de su seguridad, entendiendo sus actos de control como gestos de cuidado”, se afirmó en la resolución que lo procesó.
“Cabezón” Rodríguez fue arrestado el 29 de junio, como detallaron ese día en Infobae los periodistas Federico Fahsbender y Leonardo Scannone. Personal de la División de Trata de Personas de la PFA le siguió el rastro y descubrió que Rodríguez dormía en una vieja pensión en La Plata y que visitaba a un familiar en esa zona. Circulaba con un Fiat Cronos que alquilaba y había convertido en un taxi. De acuerdo a la investigación judicial, Rodríguez mantenía un “fuerte vínculo” con Johana. Los detectives del caso hablaron de un trato especial que es el que los hace teorizar sobre qué pasó la noche del 26 de julio de 2017 cuando la joven desapareció.
En su indagatoria, Rodríguez eligió el silencio. El 11 de julio, Ramos Padilla dictó su procesamiento por “la promoción y facilitación del ejercicio de la prostitución de su hija F.S.R., de su hijastra M.R. y de Johana Ramallo”. El delito quedó agravado por su condición de víctimas, a raíz de su estado de vulnerabilidad. También fue procesado por “explotación económica”. A lo largo de 144 páginas, el juez detalló las pruebas que rodearon el crimen de la joven, relatado en esta nota.
“Esta es un poco la respuesta que venimos pidiendo hace cinco años. La Justicia tarda pero llega”, dijo Marta Ramallo, mamá de Johana. La defensa de Rodríguez apeló el procesamiento. La Cámara Federal de La Plata estudia el caso. Si confirma el criterio de Ramos Padilla, “Cabezón” enfrentará el juicio oral. Pero más allá de las pruebas en su contra, el misterio sigue abierto: qué pasó con Johana.
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