La quinta audiencia del juicio por el asesinato de María Marta García Belsunce comenzó con un elemento inesperado por casi todos. Los fiscales que llevan adelante la acusación contra Nicolás Pachelo decidieron iniciar la jornada con la reproducción de una serie de audios. Se tratan de escuchas que se le realizaron al ahora acusado a finales de 2002, cuando recién se conocía que la víctima había sido asesinada y no se trataba de un accidente. Por ese entonces, el vecino del country era uno de los sospechosos.
Uno de esos audios data del 15 de diciembre del 2002. Pachelo recibió el llamado de un amigo para preguntarle cómo estaba ante la investigación por el asesinato de María Marta. El ex vecino de Carmel responde con odio hacia la víctima: “Estoy metido en un quilombo por la vieja conchuda esa que ni conocía”, afirmó a un amigo, repitiendo la palabra “boludo” constantemente.
Los fiscales que llevan adelante la acusación aseguraron que la reproducción del audio tiene como objetivo demostrar el desprecio que Nicolás Pachelo tenía para con María Marta. En las otras dos escuchas, el acusado habla de la venta de un fusil y de la autoría de otros robos dentro del country.
El audio es parte de esta nota, al igual que otras escuchas donde reconocía que tenía un “fusil” y una tercera donde se quejaba ante un periodista por el tratamiento mediático.
Luego de la reproducción de los audios, entró a la sala de audiencias el primero de los testigos. Se trata del empresario Fernando Sansuste, vecino de Carmel. Su palabra resulta fundamental para los fiscales porque se trata del dueño de los palos de golf que Nicolás Pachelo robó algún tiempo antes del asesinato.
El testigo contó que, efectivamente, le robaron palos de golf del interior de su casa. Luego explicó que, estando en un drive de golf Costanera, alguien le dijo que sus palos estaban siendo vendidos en el lugar. Cuando fue a consultar, el vendedor le explicó que esos elementos se los había traído una persona llamada “Nicolás Ryan”. Justamente, Ryan es el apellido de la madre de Pachelo, que se quitó la vida en 2003.
Sansuste explicó que luego vio las cámaras de seguridad del lugar y pudo corroborar que era Pachelo quien había asistido a Costanera para vender los palos. “Cuando hablé con él para preguntarle, me dijo que a él se los habían dado y luego fue a venderlos pero negó el robo”, afirmó ante el Tribunal Oral Criminal N°4.
Al día de hoy, Pachelo mantiene esa postura y niega el robo.
Pero Sansuste, contó, además, otro dato que para los fiscales es de sumo interés. “Estimo que el robo de mis palos de golf se dio un domingo entre las 17 y las 21″. El día y horario coinciden con el asesinato de María Marta. El testigo dijo también que por esa época había una gran preocupación en Carmel por la presencia de Pachelo, al punto de que le pusieron una custodia personal.
Antes de finalizar su testimonial, el fiscal Andrés Quintana le preguntó si había declarado frente al fiscal original de la causa, Diego Molina Pico. El testigo fue contundente: “Siempre me llamó la atención de que nunca me llamó a declarar. Evidentemente, nunca le interesó lo que yo tenía par decir. Recién me llamaron 15 años después. Nunca lo entendí”.
El segundo testigo de esta quinta jornada fue Carlos Villalba, unos de los vigiladores del country Carmel en 2002. Su testimonio resulta relevante para los fiscales, porque era el encargado de vigilar a sol y sombra a Nicolás Pachelo.
En el expediente, por diversos testigos, quedó acreditado que, ante las sospechas de robos que había sobre Pachelo en ese año, la dirigencia del country había asignado a un hombre para que informe cada vez que el vecino salía o entraba a su casa. El encargado de realizar ese trabajo fue Villalba, lo apodaban la “sombra”, pero que no estuvo presente el día del crimen de María Marta.
“Mi función era vigilar a ‘Romeo y Julieta’, que eran Pachelo y su mujer. Les habíamos puesto esos apodos. Yo tenía que modular cuando se movían. Ese tipo de vigilancia se hacía solo para Pachelo y su mujer”, explicó el ex vigilador ahora devenido en albañil y quien confesó que padece una discapacidad visual por lo que apenas “podía ver un bulto” y era imposible distinguir a las personas.
Sin embargo, el 27 de octubre de 2002, el vigilador no estuvo cumpliendo su rol de “sombra” de Pachelo porque le pidieron que fuera a otro country, aunque no recordó en el juicio quién fue la persona que le ordenó la modificación de su lugar de trabajo.
Cuando el fiscal Federico González le consultó si sabía por qué se le hacía una marca personal, el testigo primero dudó, pero luego afirmó: “Me dijeron que se trataba de un chorro de guante blanco”.
Por último, fue el turno de Alejandro Arauz Castex, un abogado que vivió en Carmel entre 1991 y el 2003 y conformaba la Comisión de Seguridad del barrio cuando ocurrió el crimen de María Marta. El testigo criticó duramente lo hecho por el entonces fiscal Diego Molina Pico: tuvo “premeditación” para evitar investigar a Pachelo. Y lo acusó no haber querido tomarle declaración testimonial a los tres menores de edad que se cruzaron con el vecino imputado momentos antes del homicidio.
”El impacto del relato de los hijos de estos vecinos creí que era para que lo supiera Molina Pico. Lo llamé un sábado, primero nos dijo que no, le dijimos que era una circunstancia importante para que supiera, que la fiscalía no podía dejar de saber ese dato. A regañadientes aceptó y nos citó en el departamento donde vivía. Le relatamos con precisión y nos llamó la atención que lo tomó como una mala noticia”, dijo el Arauz Castex, quien agregó la respuesta del fiscal: “No veo que esto sea tan trascendente y no sé si los voy a llamar a declarar porque son menores de edad”.
El testigo consideró que “había una vocación por rehuir todo lo que involucrara a Nicolás Pachelo” por parte de Molina Pico. Y disparó sobre cómo se vivía en el country junto al problemático vecino: “Todos estábamos atemorizados... Los vecinos le tenían pánico, y después del crimen, era redoblado ese pánico. No se sabía qué podía hacerle a los socios”.
fotos: Adrián Escandar
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