Sin cámaras a la vista ni la muchedumbre que los rodeó en el juicio por jurados, en el living de su casa del barrio Villa Golf, anoche -martes 5 de julio- Marcelo Macarrón sentía que volvía a nacer: en silencio, abrazó a sus dos hijos, Facundo y Valentina, y los tres lloraron. Más que llorar, parecían llorados por una tragedia que lleva 15 años. Esos llantos, sintieron ellos, estaban hechos de dolor, alivio, desolación y esperanza.
El viudo de Nora Dalmasso, asesinada el 26 de noviembre de 2006 en esa misma casa, había sido absuelto de un delito que podía haberlo llevado a una prisión perpetua: “Homicidio calificado por el vínculo, alevosía y precio o promesa remuneratoria”.
Si bien el rumor corría desde antes del comienzo de la audiencia, Macarrón no pensó que el fiscal del juicio, Julio Rivero, iba a pedir su absolución en lugar de acusarlo por ser el presunto autor intelectual del femicidio de su esposa.
Según pudo saber Infobae, la noche previa Macarrón no podía dormirse, estaba nervioso, lloraba. Algo que le pasaba seguido: quebrarse en cualquier momento. A veces sin un disparador. Ni hablar cuando algunos de sus ex pacientes lo llamaban para alentarlo. O vecinos se le acercaban a dejarle estampitas de San Expedito o de cualquier Virgen o santo.
En la entrevista exclusiva que Infobae le hizo a su hijo Facundo, en esa casa, Macarrón apareció para saludar. Caminaba lento, como dolorido, y no pudo contener las lágrimas.
A eso se le sumó una operación por una afección cardíaca que vivió hace una semana. No llegaba a la etapa del veredicto fortalecido. Todo lo contrario. El viudo y su familia creían que iba a ser acusado aunque siempre mantuvieron que él no la había matado y que no había ni pruebas ni indicios como para sostener un juicio.
“Como soy un fiscal íntegro y no un fiscal dañino yo voy a pedir la absolución. Seria irresponsable, oportunista y cobarde acusar”, dijo Rivero en su alegato. En ese momento, Macarrón y sus hijos lloraron sorprendidos.
Rivero admitió que no había elementos para acusar. De esa manera contradijo a sus antecesores, Daniel Miralles y Luis Pizarro, los fiscales de instrucción que acusaron a Macarrón aunque no tenían móvil ni ubicaban al supuesto sicario en la escena del crimen. Tampoco habían podido definir algo que, según la mayoría de los peritos del caso, ocurrió: Nora fue violada, no tuvo sexo consentido la noche en que la estrangularon con las manos y con el lazo de su bata.
Para Miralles, Macarrón -que jugaba un torneo de golf con amigos en Punta del Este- tomó un “avión fantasma” para ir a Río Cuarto, tener sexo con su esposa, matarla y volver en el mismo avión a Uruguay. Pizarro cambió eso y lo alejó de la escena del crimen. Consideró que la mandó a matar por “desavenencias conyugales” y por motivos económicos, dos móviles que tampoco pudieron ser probados en el juicio.
Ni hablar de la tarea del primer fiscal del caso, Javier Di Santo, que acusó por el femicidio a dos inocentes: al llamado “perejil” Gastón Zárate, el albañil que trabajó en la casa los días previos y fue liberado después de una manifestación, y Facundo, imputado el 4 de junio de 2007 -más que nada por su condición sexual- y absuelto el 4 de octubre de 2012.
Es por eso que en su alegato, el abogado Marcelo Brito consideró “las graves fallas judiciales y policiales de no investigar otras pistas y de contaminar la escena del crimen, pisoteada por 23 personas”.
“Fueron horas frenéticas. Con mi hermana acompañamos a papá, que estaba nervioso. El juicio terminó más rápido de lo que esperábamos todos. Brito me dijo que era una posibilidad que pasara esto. No sabía. El fiscal tuvo mucho coraje, demostró ser una persona íntegra que no cedió a la presión mediática, sobre todo la local”, dijo Facundo a Infobae.
Los fundamentos serán en agosto. Facundo y Valentina acompañaron en todo el proceso a su padre. “Lo que están haciendo por mí no lo voy a olvidar nunca”, les dijo él. Ellos le respondieron que lo hacían porque creían en él y por todo lo que les dio como padre junto a su madre.
“Queremos estar en paz. No vamos a dar notas porque necesitamos estar tranquilos. Creo que el dolor transforma por más espíritu y cultura que tenga una persona. El sufrimiento es lo que te cambia, te da cierto temple. A mi viejo también, a mi hermana, a mi tío, a mis tías. Hay muchas lecciones que sacar de estos 15 años después de tanto dolor. Ahora con mi hermana, mi padre, mi tío, vamos a luchar por saber quién mató a mi mamá. Porque eso es lo más importante. La investigación seguirá pese a que prescribió”, analizó Facundo, que en unos días volverá al exterior, donde se destaca en el ámbito diplomático.
Para Facundo, que a veces lloraba solo y en silencio, como si en ese acto íntimo estuviera a salvo del pasado y de los peligros del mundo, la familia saldrá fortalecida de este juicio que tuvo 39 audiencias, tres por semana.
“Los tres extrañamos horrores a mamá. Es una constante nostalgia, he contenido muchas lágrimas porque el sobreviviente no tiene tiempo para llorar”.
Pero después de la absolución de su padre, no pudieron contener las lágrimas. No quisieron.
Ahora, dice la familia, llegó el momento de enfocar las energías y la lucha en que el crimen no quede impune.
-¿Por qué tu papá decidió quedarse a vivir en la misma casa dónde mataron a tu mamá? -le preguntó una vez Infobae.
-No es morbo ni nada por el estilo. Él no quiere dejar este lugar que armó con amor con ella. Es más, ese jardín florido lo creó mi mamá, desde las semillas. Y él siente que es algo que perdura de ella. No hay día que la recordemos.
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