La historia de Carlos Atachahua, el narco que simulaba ser albañil y construyó un imperio global desde Caballito

Nacido en Perú, de extremo bajo perfil se convirtió en uno de los principales narcos de Buenos Aires. Blanqueó sus ganancias con la compra de 31 propiedades en la ciudad; sus contactos con la mafia italiana ‘Ndrangheta, el crimen de su delator y su escape en Montevideo

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El narcotraficante fue detenido en octubre de 2020 y ahora enfrenta cargos por lavado de dinero

Carlos Atachahua Espinoza no paseaba en Mercedes Benz ni exhibía sus lujos en Instagram. Tampoco usaba remeras Armani, como muchos de sus colegas. Nada de eso le hizo falta para convertirse en uno de los más importantes narcotraficantes de Argentina.

Nacido en Perú, hoy de 52 años, Atachahua estilaba vestirse con ropa de obrero. En una ocasión, se sentó a tomar un café en un bar sobre la avenida Santa Fe enfundado en un overol manchado de pintura. Pasaba desapercibido, como si fuera un albañil más de las casas de la zona. Su ropa estaba sucia porque iba a picar paredes de un departamento cercano para esconder lingotes de oro en sus tuberías según le contó a Diego Guastini, su contador.

El narcotraficante había cedido uno de sus departamentos a una pareja de ancianos con el único objetivo de darle apariencia de normalidad a ese búnker de oro, que se habría escondido tras los cimientos del edificio, relató el contador ante la justicia. El propio Guastini había tenido que cruzar la frontera para comprar los lingotes en Montevideo, porque la demanda del peruano era tan alta que ya no conseguía en el mercado local. Pero las autoridades nunca pudieron encontrar el oro en las decenas de allanamientos que ejecutaron cuando lo detuvieron.

Atachahua, el anti-narco, supo construir desde las sombras un imperio que se derrumbó por la confesión de su contador, un arrepentido que terminó asesinado a tiros en Quilmes en 2019. Su negocio llegó a facturar USD 6 millones cada tres meses y blanqueó, por lo menos, USD 35 millones, según información oficial. Un traficante meticuloso y obsesivo, diseñó un modelo de narcotráfico que desde Buenos Aires expandió sus tentáculos por toda Sudamérica, para llevar la cocaína hasta Europa, donde tejió conexiones con la mafia italiana ‘Ndrangheta.

Infobae reconstruyó junto al centro periodístico Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP) cómo sus camiones salieron desde Buenos Aires para atravesar toda América del Sur y luego confluir los puertos de Brasil y Uruguay. Pero también se revela por primera vez su estrategia de lavado de dinero a través de envíos de remesas internacionales y mediante la compra de 31 propiedades en Buenos Aires, muchos de ellos en Caballito.

Tanto Atachahua como su mujer, que fue procesada en noviembre de 2021, están ahora detenidos con prisión domiciliaria en un palacete sobre la avenida Pedro Goyena, a la espera del juicio oral, tras una investigación realizada por la Procuraduría de Narcocriminalidad (PROCUNAR). Pero su historia en Buenos Aires empezó hace dos décadas. Desembarcó primero en el mundo de las casas de cambio del microcentro, donde empezó a tener contacto con el dinero en efectivo.

El know-how sobre el tráfico ilegal era una herencia familiar que reactivó cuando comenzó con el comercio minorista de drogas en el sur de la ciudad de Buenos Aires, según consta en el expediente judicial. Pero las ganancias se multiplicaron cuando se enfocó la exportación de cocaína. El bajo perfil y su metodología estratégica dieron su resultado. “Siempre decía que una persona tiene que conocer hasta el 20% de la operación, que si sabía más del 20 era riesgoso, incluso que hasta si su mujer sabía más que eso”, confesó su contador, convertido en informante de la Justicia, asesinado por sicarios en Quilmes en 2019, un crimen irresuelto hasta hoy.

Atachahua solía presentarse ante las inmobiliarias locales como ingeniero en fluidos de una universidad de Lima, aunque nunca había pisado una facultad. Guastini aseguró que Atachahua quería dejar sus vínculos con el narcotráfico y transformarse en un empresario del real-state en Buenos Aires. A medida que los millones ingresaban, él compraba propiedades en distintos lugares de la ciudad, pero también en otros países como Perú, según pudo reconstruir esta investigación. Una docena de propiedades en Caballito, el barrio donde vivía, fueron sus principales operaciones de blanqueo. La adquisición más llamativa fue la del estacionamiento de la calle Rosario 740, junto al Bingo Caballito, que se pagó USD 5 millones en cash, según consta en el expediente judicial.

Durante años, la táctica de Atachahua funcionó: logró mantenerse por debajo del radar y dirigió sus operaciones durante más de una década, con conexiones en España, Uruguay, Chile, Brasil, Bolivia y Canadá, según su relató contador. El grupo de medios de comunicación que elaboró esta investigación contactó a Atachahua a través de su abogado, pero rechazó responder las preguntas enviadas por los periodistas.

Complicidad uruguaya

Las primeras alarmas se encendieron en Montevideo. La policía uruguaya abrió una investigación por narcotráfico en noviembre de 2012 contra la banda de Atachahua tras una denuncia anónima. Informados de que extranjeros buscaban introducir un cargamento de droga de Argentina a Uruguay. Así, arrestó a varios sospechosos que dejaron entrever la red global que había detrás de ese cargamento.

Entre los detenidos apareció Francesco Pisano, un italiano que trabajaba como traficante para la mafia ‘Ndrangheta. Los allanamientos terminaron con la captura de dos argentinos y dos uruguayos más la incautación de 276 kilos de cocaína y casi 47 kilos de pasta de cocaína.

Atachahua y Guastini lograron escapar, pero hay videos de sus encuentros con los detenidos. Infobae logró detectar su salida de Uruguay: su Renault Megane que cruzó la frontera en el puente de Fray Bentos a las 1.13 de la madrugada del 24 de noviembre de 2012, según registros oficiales. Las autoridades uruguayas consultadas aseguran que el italiano Pisano tenía un acuerdo con un traficante uruguayo para mandar la droga, que supuestamente había proveído el peruano, para salir desde el puerto de Montevideo rumbo a Calabria.

Pero Atachahua tuvo suerte. La policía uruguaya no compartió la información a sus pares argentinos, dijeron desde los tribunales de Montevideo. Una fuente policial uruguaya consultada por OCCRP que conoció el caso dijo que “no confiaban” en la Policía Federal en ese momento porque “no se cumplieron varias órdenes en esa operación”.

Guastini aportó otro indicio en su confesión a la PROCUNAR: indicó que habían logrado intimidar a los testigos del expediente uruguayo para que no se presentaran a declarar en una audiencia clave, lo que afectó aún más la investigación judicial. Tras un cambio de fiscales, señaló el contador, la causa contra ellos se “paralizó” y no prosperó. Tras este episodio, Atachahua se mantuvo por fuera del radar algunos años, a pesar de que fuentes afirman que la DEA, la agencia antidroga de Estados Unidos, recibía información sobre sus operaciones.

Las relaciones con el crimen organizado fue una herencia para Atachahua. En Huánuco, una ciudad en el centro de Perú, aprendió la inteligencia criminal de su familia, que estuvo por décadas involucrada en el negocio de las drogas. Tuvo su primer roce con la ley en 1999, cuando fue arrestado y condenado a nueve años de prisión en su país natal por tráfico de drogas, después de que encontraran cocaína en su coche.

El peruano fue detenido en
El peruano fue detenido en octubre de 2020

Tras ser liberado, se mudó a Buenos Aires mediados de los 2000. Fijó domicilio en Caballito, donde comenzó vendiendo drogas a nivel barrial, pero pronto amplió sus horizontes. Guastini explicó a las autoridades cómo su jefe se relacionó con colombianos, uruguayos, chilenos e italianos, todos con sus propias rutas de tráfico establecidas, en un esfuerzo por “corporativizar” su negocio y sacarlo de los barrios marginales. Los datos migratorios recopilados en esta investigación respaldan este relato y muestran que en diciembre de 2002 el ambicioso Atachahua ya viajaba a Brasil y Chile.

La cocaína se movía por tierra a través de Sudamérica con camiones que transportaban productos como bananas o artículos de aseo. Los paquetes se introducían en compartimentos secretos del chasis y lo inyectaban con poliuretánica expandible, relató Guastini. Podía hacerlo con toda la tranquilidad: entre las propiedades que la justicia le atribuye había camiones y depósitos para el cargamento de los mismos en la zona norte del conurbano.

Los camiones de Atachahua evitaban los puestos de control, aunque eso incluso lo obligara a planear viajes más largos. No tenía ningún apuro. En algunas ocasiones una sola operación podía demorar hasta 40 días -agregó Guastini cuando lo delató- con cargamentos que recorrían rutas sinuosas hacia Brasil y otros lugares para, luego, ser enviados por mar hacia Europa.

Guastini afirmó que Atachahua “nunca habían tenido una sola pérdida” en 23 años de negocios. Era normal que siguiera sus envíos alrededor del mundo, organizando citas para conocer compradores y comunicarse con contactos del bajo mundo. Registros de inmigración de Argentina y Perú analizados por Infobae muestran que usó al menos ocho pasaportes o documentos de identidad nacionales en sus viajes por tierra y aire.

Registros migratorios argentinos muestran que entre 2008 y 2020, Atachahua salió y entró al país más de 200 veces, casi dos tercios de las veces para ir a Perú. También viajó 18 veces a Canadá, donde vivía su hija. Los documentos peruanos prueban que salió 290 veces del país entre 2002 y enero de 2020, 132 fue a Argentina y también registra varios desplazamientos a Panamá.

Según las autoridades argentinas, su hija empezó a recibir donaciones ficticias de sus padres cuando cumplió 18 años en 2012. Estas transacciones, apuntan las autoridades, fueron pensadas para “quitar esa sombra” de sus activos que habían sido blanqueados. Los Atachahua también hicieron donaciones a una exclusiva escuela secundaria en Columbia Británica, Canadá.

Una máquina de lavado

Después de entregar su cocaína en Europa, Atachahua tenía que traer sus ganancias a Sudamérica. La ex ministra de Seguridad, Sabina Frederic, dijo que el peruano había blanqueado USD 35 millones en la última década cuando lo detuvieron, pero ese número podría ser mucho mayor si se tienen en cuenta sus ingresos y que, además, la estrategia de lavado no sólo se ejecutó en Argentina.

La primera dificultad era traer el efectivo desde Europa. La banda usó mulas en algunos casos puntuales para mandar el efectivo a Buenos Aires y Lima en equipajes de mano en vuelos comerciales. Pero tras algunos inconvenientes, como una detención de mulas en Barcelona, dejó de ser la estrategia más utilizada. El presunto jefe narco había organizado una estrategia virtual: los billetes pasaban por casas de cambio de divisas en Italia, la clave de esta operación.

El contador Guastini relató que recogía personalmente el dinero en efectivo en España antes de llevarlo al norte de Italia en un auto alquilado. Allí le entregaba el dinero a Héctor Valdivia Chávez, un peruano instalado en Milán que dirigía la casa de cambio Chavin Cash, cerca de la estación de tren Milano Centrale. Cuando miles de inmigrantes mandaban, de manera legítima, dinero para ayudar a sus familias desde Italia a Perú, Valdivia le añadía uno o dos ceros a la cantidad enviada. Guastini, según el expediente penal argentino, daba a Valdivia un contacto en Lima que podía retirar el dinero extra.

Guastini agregó que Gomer River Cortez, dueño de la casa de cambio Mister Dólar en Perú, recibía el dinero en el otro extremo de la cadena. En 2017, River Cortez fue sancionado por fraude y por no aplicar procedimientos para detectar transacciones sospechosas. Contactado por teléfono para esta investigación, negó conocer a Atachahua o a Guastini. “Acá llega todo tipo de personas con dinero a cambiar, a querer cambiar dólares”, dijo.

Expertos consultados por Infobae en Uruguay y Perú indicaron que para que este tipo de estafas funcionen, las casas de cambio tienen que estar en connivencia. También sugirieron, incluso, que es posible que el destinatario que recibiera el dinero ganara un porcentaje de la plata que se movía.

Una porción del dinero era blanqueado en Perú, pero la principal parte tenía que llegar a Argentina, donde los Atachahua extendieron su imperio de real-state hasta adquirir, mediante empresas de papel, 31 inmuebles, según la investigación que lideró el fiscal Diego Iglesias, titular de la Procunar. El dinero habría llegado desde Lima hasta Buenos Aires a través del mismo circuito que recorría la cocaína. Como ocurría con la droga, los camiones recorrían medio Sudamérica con millones de dólares ocultos en su chasis, según relató Guastini.

El dinero se lavaba a través de cuatro empresas creadas por la organización, con testaferros que luego compraban estacionamientos y propiedades inmobiliarias. Según las autoridades, la esposa de Atachahua, Maribel del Águila Fonseca, eran parte del esquema, por eso fue detenida y procesada en noviembre de 2021, luego de haber estado prófuga más de un año.

La familia también parece haber invertido dinero en la industria de las gasolineras en Perú, que solían estar ubicadas en las mismas rutas que recorrían sus camiones. En la región amazónica de San Martín, los Atachahua constituyeron la empresa de venta de combustible NCN S.A.C, con sucursales en las provincias norteñas de Rioja, Moyobamba y Mariscal Cáceres. La gerente general de la compañía es Neddy Luz Atachahua Espinoza, la hermana de Atachahua.

Los trabajadores con los que hablaron los reporteros dijeron que las operaciones del día a día estaban a cargo de administradores externos y que la hermana de Atachahua rara vez los visitaba.

La caída de Atachahua

La rutina se repetía en cualquier lado. Atachahua caminaba sin parar sobre los pisos acerados del aeropuerto de Ezeiza o en las calles oscuras de Caballito. Como sabía que era observado, había ajustado sus protocolos de seguridad meses antes de su detención, en octubre de 2020. La situación había empeorado desde 2018, cuando Guastini fue desplazado dentro de la banda y, entonces, comenzó a colaborar con la Justicia argentina.

Cada vez que llegaba a Argentina por el aeropuerto de Ezeiza, daba vueltas en las instalaciones por al menos una hora para perder a los agentes de inteligencia. “Siempre lograba escabullirse. No lo podían seguir”, señaló una fuente cercana al caso.

El peruano podía comprarse el último modelo de teléfono celular. Pero no. Obsesivo de su seguridad, salía cada noche a caminar por el barrio de Caballito para esconderse en locutorios que sólo usan sus compatriotas. Sus llamadas sobre negocios nunca fueron interceptadas por las autoridades, informaron desde Tribunales.

Eran meses intensos. Guastini había sido asesinado a tiros en octubre de 2019, pocos días después de hablar por tercera vez con las autoridades sobre Atachahua. Una camioneta Toyota se interpuso en el camino del Audi A4 mientras el contador conducía por Quilmes. Un sicario en una motocicleta le disparó tres veces y Guastini murió poco tiempo después en un hospital cercano.

Atachahua no fue acusado por el asesinato, que también tenía vínculos con otros grupos criminales. Hasta el momento, ni siquiera enfrenta cargos por narcotráfico en Argentina; sólo es acusado por lavado de dinero.

Pero su suerte se acabó. Atachahua fue finalmente arrestado por cargos de lavado de dinero en Argentina en octubre de 2020, dos años después de que su antiguo contador empezara a colaborar con la Justicia y entregara muchos de sus secretos. Justo antes de la captura de Atachahua, su esposa Maribel -en ese momento prófuga y con orden de captura internacional- logró viajar a Perú. Volvió a Argentina en octubre de 2021 y afirmó, tras ser arrestada, que se había ido a visitar a sus padres enfermos.

Pero las redes internacionales reconstruidas por Infobae y OCCRP todavía están fuera del foco de las autoridades. Fuentes italianas indicaron que no han investigado ni a Atachahua, ni a Guastini, ni a Valdivia, el compatriota de Atachahua que controla la casa de cambio en Milán. En España, donde Atachahua supuestamente realizaba parte de sus negocios, tampoco hay indagaciones sobre su caso, indicaron fuentes policiales. Las autoridades peruanas, por su parte, señalaron que no tienen información sobre Valdivia o las transacciones que Guastini supuestamente realizó para la banda criminal.

De hecho, ni siquiera existen antecedentes penales de Atachahua en Perú. Un fiscal peruano que la ley de ese país permite borrar de los registros a las personas que ya han cumplido una condena, para que se puedan reinsertar en la sociedad. La hija de Atachahua fue interrogada cuando viajó a Argentina en 2020. No le impusieron restricciones a su libertad, pero le prohibieron salir del país.

En su declaración, la esposa de Atachahua manifestó que era la primera vez que estaba “vinculada a un expediente judicial”. El grupo “no era una banda ni una asociación ilícita”, dijo. “Somos una familia”.

Visualización de datos: Andrés Snitcofsky

Participaron de esta investigación internacional Miguel Gutiérrez (El Comercio), Gabriel Di Nicola (La Nación), Guillermo Draper (Búsqueda), Cecilia Anesi (IrpiMedia), Milagros Salazar (Convoca), Gonzalo Torrico (Convoca), Daniela Castro (OCCRP), Nathan Jaccard (OCCRP), y Romina Colman (OCCRP)

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