Durante los últimos años, el delito de estafa se convirtió en el nuevo rey del hampa. Los ladrones entendieron que es mucho más redituable cometer una estafa, un cuento del tío a un jubilado o a un ahorrista, que implica ganancias mucho mayores que un robo con penas de cárcel considerablemente más bajas. Las bandas son mixtas, incluyen delincuentes sueltos y presos: el grupo acusado de quitarle una fuerte suma al diputado José Luis Espert bajo el pretexto de proteger su cuenta bancaria combinaba miembros libres y tres jefes encerrados en el penal marplatense de Batán.
Las subas interanuales en este rubro fueron considerables a lo largo de la última década. Se pasó en la provincia de Buenos Aires de 15.711 expedientes por estafa en 2020 a 27.919 en 2021, 12.208 denuncias más, un 77,7 por ciento de aumento, según datos de la Procuración.
Las bandas mixtas con miembros libres y presos son la norma. Usualmente, los detenidos son los directores técnicos. Familiares y cómplices libres actúan como bolseros de dinero y articuladores. Hay diversos guiones, desde un cuento por defectos bancarios hasta falsas denuncias por pedofilia con falsos policías.
También hay varios instrumentos. Esta semana, el Departamento Delitos Fiscales de la Policía Federal -que depende de la Superintendencia de Investigaciones Federales- fue contra una banda que operaba desde varios penales con cómplices en Córdoba y Santa Fe, con una causa a cargo del Juzgado Federal N°2 de Lomas de Zamora.
Hubo 27 allanamientos, con puntos como los pabellones 2, 4, 6 y 7 de la Unidad de Detención Nº 7 de San Francisco en Córdoba: se arrestó a 19 personas y se identificaron a 12 presos en la maniobra. El instrumento que usaban eran las tarjetas del Programa Alimentar.
La investigación comenzó en mayo de 2020: los presos se hacían pasar por personal de una empresa de cobros electrónicos. Pedían que se devuelva crédito por las ventas a diferentes estaciones de la firma YPF. Usaban tarjetas. Los detectives descubrieron que se trataba de tarjetas del Plan Alimentar. También detectaron que las llamadas venían de la cárcel de San Francisco.
El montaje era obsceno: se descubrió una suerte de call center dentro del penal, de donde transmitían los cuentos y daban órdenes a cómplices y testaferros, receptores del dinero y titulares de los CBU, donde se depositaba la plata, confirmaron fuentes del caso a Infobae.
En los allanamientos se incautaron 2 revólveres calibre .22 y .32, 2 automóviles, 3 motovehiculos, varias tarjetas de crédito y débito, 680.000 pesos y 13 teléfonos celulares. También, se descubrió en el penal de San Francisco que dos presos identificados en la jugada habían recobrado su libertad pocos meses antes.
SEGUIR LEYENDO: