A media mañana del 20 de junio de 2019, los jueces del Tribunal Oral N.º 7 de San Isidro se sentaron en sus estrados para dar el veredicto sobre la muerte de Luna Ortiz.
La joven de 19 años, oriunda de Tigre, fue encontrada sin vida el 3 de junio de 2017 a causa de una sobredosis de cocaína. La noche anterior había salido, por primera vez, con un hombre llamado Isaías Villarreal, a quien había conocido por redes sociales. Los magistrados entendieron que Villarreal incitó a la víctima a que se alcoholice y se drogue con cocaína. Al ver que estaba en peligro, decidió ignorarla y no hacer nada para salvarla. Se sospechaba, también, que la habría abusado sexualmente, lo que generó un expediente judicial paralelo.
Isaías Villarreal fue condenado a 14 años de prisión por la muerte de Luna. La acusación fue sumamente grave: abandono de persona seguido de muerte en concurso real con suministro gratuito de estupefacientes.
Tenía que estar preso hasta 2031, sin embargo, el mes pasado fue liberado y camina por la calle sin ningún tipo de restricción.
Insólitamente, los padres de Luna se enteraron de la libertad del hombre que participó en la muerte de su hija por un posteo en las redes sociales. Aseguran que nadie en la Justicia tuvo la delicadeza de avisarles.
¿Cómo se entiende que un condenado a 14 años por la muerte de una joven esté completamente libre tan rápido? Es difícil de explicar, pero para intentar entender la situación conviene repasar los detalles de la noche en la que Luna perdió la vida.
A mediados de 2017, Luna tenía distintos proyectos para su futuro, como la firme intención de terminar el secundario. No era una meta difícil de alcanzar, le quedaban apenas un par de materias pendientes. Además, estaba dispuesta a conseguir un trabajo que le permitiera independizarse. Quería progresar en la vida.
Puntualmente, el viernes 2 de junio de 2017, la familia Ortiz se preparaba para un día de festejos. Esa noche iban a celebrar el cumpleaños de Marisa, la mamá de Luna. Estaba todo preparado para recibir a las visitas y compartir una cena. Pero esa tarde, algo pasó.
“Ma, me voy a la zapatería de Benavidez, que están buscando gente”, le dijo Luna a su mamá, una posible entrevista de trabajo. A la mujer le pareció raro porque no estaba citada a una entrevista, pero entendió que todo formaba parte del impulso de su hija por tener un empleo. Le abrió la puerta, la saludó con un beso y la miro mientras se alejaba caminando. “Enseguida vuelvo”, alcanzó a decirle la chica a lo lejos.
Era la última vez que Marisa vería a su hija con vida.
En realidad, Luna no iba a ninguna zapatería, ni en busca de ningún empleo. Su plan era el de encontrarse con un hombre con el que venía chateando desde hacía varias semanas a través de Facebook. Era la primera vez que lo vería en persona. Era Isaías Villarreal, que en ese momento tenía 27 años, vivía también en Tigre y estaba desempleado, pero cobrando una pensión por parte del Estado debido a una discapacidad en los huesos de su cuerpo.
Efectivamente, y tal como quedó asentado en el expediente que se formó luego, Luna se encontró con Villarreal. La intención de ambos era la de tomar una lancha colectiva y cruzar a una isla del Delta para pasar lo que quedaba del día y la noche de aquel viernes. No pudieron abordar la lancha, porque llegaron tarde. Así, pasaron juntos las próximas horas.
Villarreal contaría más tarde en la justicia que, por esa época, tenía un serio problema de adicción a todo tipo de drogas duras. Explicó que se gastaba más de la mitad de su pensión, de $5.000, en comprar cocaína. Dijo, además, que tomaba a toda hora del día y que llegó al encuentro de ese viernes con Luna después de haber estado consumiendo desde la noche anterior.
Según consta en el expediente, Luna y Villarreal fueron a distintos lugares aquella noche. Primero a un bar de tigre donde tomaron cerveza y jugaron al pool. Luego pasaron por un supermercado chino donde compraron licor de café que fueron bebiendo mientras caminaban. De ahí se dirigieron al primero de los lugares de interés para la causa, a la casa de un amigo de Isaías llamado Matías D.R, que era consumidor de cocaína y ese día había comprado varios gramos.
En esa casa, Luna consumió cocaína por primera vez en la noche. Isaías la incitó para que tome alcohol y para que también aspire. Ella lo hizo. “En el baño tomamos tres pases con la púa de la guitarra que yo tenía encima. Primero tomé yo tres por cada orificio de la nariz y después lo hizo ella. Ahí empezamos a tener sexo, pero mi amigo nos pidió que no lo hagamos y que nos fuéramos”, declararía Villarreal días mas tarde.
De esa casa, fueron caminando hasta el Casino Trilenium de Victoria. Distintas cámaras de seguridad, que fueron ignoradas en ese momento, pero que se recuperaron después, la muestran a la joven siendo, prácticamente, arrastrada por Villarreal. “En las cámaras se ve que apenas podía caminar, estaba en un muy mal estado. Era evidente que no podía más”, dijo un investigador en el juicio que se hizo dos años más tarde de esa noche.
Ya para las 2 de la mañana, Villarreal tenía la intención de continuar la noche con Luna. Primero fueron a Villa Garrote, un asentamiento de Tigre, donde compraron más cocaína. La última parada de aquella noche de consumo fue en la casa de otro amigo de Villarreal, llamado Pablo P. Ahí volvieron a consumir. Entre los dos hombres le insistieron a Luna para que siga aspirando. Pero sucedió algo peor. Pablo P., según el mismo contó bajo juramente en su testimonial, tuvo relaciones sexuales con Luna mientras ella estaba en un estado semi inconsciencia, es decir, sin su consentimiento.
La abusó sexualmente. Todo eso ante la atenta pero indolente mirada de Villarreal.
La noche para Luna e Isaías Villarreal terminaría en la casa de una tía del hombre. Allí llegaron a las 4 de la mañana y se echaron a dormir en un sillón. Al mediodía de ese sábado 3 de junio, cuando Villarreal intentó despertarla, ya no reaccionaba. Estaba muerta.
La causa por la muerte de Luna recayó en el fiscal Marcelo Fuenzalida que rápidamente ordenó la detención de Villarreal y una autopsia. Ese examen al cuerpo, arrojó que la muerte se produjo por un edema pulmonar producto de una intoxicación por cocaína y alcohol.
Si bien la familia de Luna siempre pidió porque el caso sea tratado como femicidio, para el fiscal Fuenzalida nunca existió intención de matar, pero si una evidente desidia y desinterés por la salud de la víctima. Por eso, la acusación fue la de abandono de persona seguido de muerte y suministro gratuito de estupefacientes. La condena llegó a mediados de 2019 y fue de 14 años.
En ese mismo juicio, se extrajo testimonio del amigo de Pablo P. Al confesar que había abusado de Luna, se formó una nueva causa que aún está siendo investigada, aunque sin muchos avances.
Cómo Villarreal estaba preso desde el mismo momento en que Luna fue encontrada sin vida, la condena a 14 años debía extinguirse recién en 2031. Pero un polémico fallo de Casación del año 2020 hizo que el hombre quedara en libertad el mes pasado.
Los jueces Daniel Alfredo Carral y Ricardo Ramón Maidana consideraron que el consumo de Luna fue voluntario, que Villarreal no tenía porqué ser garante de la salud de la joven y que, básicamente, lo que ocurrió fue un accidente. Por lo tanto, determinaron revertir la sentencia y condenar al acusado por homicidio culposo.
A pesar de que el fiscal Fuenzalida se esforzó por evitar que Villarreal saliera de prisión, al ser condenado por culposo y estar preso desde 2017, fue puesto en libertad. La pena, con esta nueva decisión, estaba cumplida.
Ahora los que temen son Marisa y Facundo, los padres de Luna. No sólo porque el acusado de participar en la muerte de su hija este libre, no sólo porque la justicia los desamparó y ni siquiera les avisó de que lo soltaría. Ahora tienen miedo porque Isaías Villarreal volvió a vivir al barrio, y bien cerca de ellos. Su casa queda a sólo seis cuadras de la de la familia Ortiz.
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