El jueves 20 de junio de 2019, cerca de las 20.30, Nicolás Sánchez (33) salió de la casa de su ex pareja y mamá de su hijo, la oficial de la Policía de la Ciudad Melisa Kumber (27), con una herida en el hombro. En sus manos sostenía un revólver. “Soy personal de la Policía Federal Argentina”, gritaba mientras exhibía el arma con el brazo en alto. En el interior de la vivienda, Melisa agonizaba con un disparo en la cabeza junto a una pistola calibre 9 milímetros. Unos metros más atrás, recostado en el cochecito, estaba su bebé de apenas siete meses.
Melisa había denunciado cuatro veces a su ex y hasta les había advertido a las autoridades en una oportunidad: “Me dijo que imaginaba pegarme un tiro en la cabeza”.
Sánchez fue encarcelado por el femicidio de Melisa y permanece detenido en la Unidad N°31 de Florencio Varela. Tras la investigación de Karina Gallo, titular de la Fiscalía de Instrucción y Juicio N°4 de Quilmes, en las últimas horas se conoció que será juzgado por un jurado popular.
Tres años y 10 días después del crimen, Claudia Vallejos (52), mamá de la víctima, cuenta las horas para que el acusado llegue al banquillo. Aunque todavía no se fijó una fecha para el juicio, la mujer y su abogado, Paolo Zaniratto, están conformes con que sea la propia ciudadanía quien juzgue al sospechoso de haber dejado a su propio hijo sin su madre.
“Esto fue totalmente premeditado: le voló la cabeza a mi hija y después se auto infringió un disparó el hombro. No fue en legítima defensa, como quiere hacer creer: fue un femicidio”, le dijo a Infobae Claudia que, desde aquella noche trágica, quedó a cargo de la crianza de su nieto, que hoy tiene 3 años y medio.
Para la fiscal Gallo, en el crimen de Melisa hubo una “doble condición de especial vulnerabilidad de la víctima” por ser mujer y por estar inmersa en un contexto de sometimiento y violencia familiar y de género, tanto física como psicológica, la cual la colocaron en un especial “estado de indefensión”.
Melisa y Nicolás se habían conocido en febrero de 2018. Un mes después, ella quedó embarazada y eso precipitó la convivencia. El primer tiempo vivieron en la casa de la mamá de la oficial de la Policía de la Ciudad, en la localidad bonaerense de San Francisco Solano. Fue ahí cuando aparecieron los primeros indicios de la violencia machista de parte de Sánchez: tomaba alcohol, gritaba y hablaba con odio de las mujeres.
“Si bien nunca lo vi golpear a Melisa, ella se ponía muy nerviosa con algunas de sus actitudes. Además, me contaba que él era muy celoso y que le insistía con que renuncie al trabajo. Se la quería llevar a la casa de su madre, que vivía en Gutiérrez pero mi hija no quería”, declaró Claudia.
Ese 20 de junio de 2019 se escucharon dos estruendos en la calle San Juan al 2000. Un llamado al 911 alertó al personal del Comando de Patrullas de Quilmes. Al llegar al lugar, los policías vieron salir del interior de la casa a un hombe armado que aseguraba ser integrante de la PFA. Los oficiales le pidieron que arrojara el revólver, pero hizo caso omiso. “Ella me tiró y yo le tiré, y le pegué en la cabeza. Yo también estoy herido”, se excusó Sánchez.
Una vez en el interior de la casa, los agentes encontraron a Melisa tirada en el suelo boca abajo sobre un charco de sangre. Todavía estaba viva. Rápidamente, la trasladaron al Hospital Isidoro Iriarte de Quilmes: llegó con lesiones gravísimas. Cinco horas más tarde, a las 2.50 de aquel 21 de junio, falleció.
El informe de la autopsia fue contundente: Melisa recibió un disparo a quemarropa en la sien. El arma utilizada para perpetrar el crimen fue una pistola marca Taurus calibre 9 milímetros que Sánchez portaba sin la debida autorización legal ya que, en ese momento, cumplía con una licencia solicitada por la División de Conductas Violentas de Asuntos Internos de la PFA, luego de que la víctima lo denunciara.
El dermotest tampoco dejó lugar a dudas: solo se hallaron rastros en la mano derecha del imputado. “Ella no tenía en ninguna de las dos”, afirmó la pericia que aporta indicios sobre si se disparó un arma.
De los testimonios que recopiló la fiscalía se desprende que el imputado era “irascible”, reaccionaba de manera “agresiva” y padecía de “bipolaridad”. También quedó en claro que la víctima “tenía miedo de que le pegara un tiro porque era policía, estaba armado y era muy violento”.
Lo había denunciado 4 veces
El terror que sentía Melisa hacia su ex la llevó a denunciarlo en cuatro oportunidades. Además, colocó una cámara en la ventana de su casa porque, a pesar de tener una restricción perimetral, Sánchez iba a su domicilio y la hostigaba. Según los testigos, “una vez saltó la reja y le cortó la luz”. Aunque su maniobra más recurrente era “prenderse al timbre”: lo trababa con “un palito” o con cinta adhesiva para obligar a Melisa a salir de la casa.
Si bien varios de estos episodios quedaron grabados y le sirvieron a la víctima como prueba a la hora de radicar las denuncias, de la noche del crimen no hay registros. Al revisar el lugar, los oficiales no encontraron la cámara: en la ventana solo había una cinta.
La primera vez que Melisa denunció a Sánchez fue el 25 de noviembre de 2018: cinco días después de dar a luz. Las otras fueron entre febrero y abril de 2019. En la última, ella contó que desde el inicio de la relación había atravesado diversas situaciones de violencia y reveló que, mientras estuvo embarazada, Sánchez la empujó por las escaleras y la tiró del auto cuando estaba estacionando.
Su testimonio coincidió con el de sus colegas, quienes aseguraron que, durante los meses de gestación, la agente de la Ciudad tuvo que sacar licencia de riesgo por los golpes que le propiciaba Sánchez.
Tras el nacimiento del bebé, la situación empeoró. “Cada vez que venía a ver al nene no se quería ir de mi casa y me levantaba la mano. Una vez me golpeó con el celular en la nariz, zamarreó al nene bajo la lluvia, el nene vomitó, lo tuve que llevar a la clínica para que le hicieran estudios”, declaró Melisa por entonces y remarcó la intención de Sánchez de atentar contra su vida: “Me dijo que imaginaba pegarme un tiro en la cabeza”.
Para una de las amigas de Melisa, la oficial no tenía dimensión de la situación de violencia que estaba pasando, pero sabía que si su familia se enteraba todo podía empeorar. “Estaba enamorada de él y decía que no podía estar con otra persona”, contó la testigo. También dijo que en muchas de las discusiones que tenían, él buscaba el arma reglamentaria de ella y amenazaba con matarla.
Tres semanas antes del crimen, Melisa y Sánchez habían empezado a verse de nuevo. “Él la llamaba llorando y ella atendía el teléfono. Quería convencerla de que estaba cambiando, que había empezado terapia psicológica y psiquiátrica. Hasta le propuso tomar terapia de pareja”, recordó una muy allegada a la víctima.
La gota que rebalsó el vaso fue una discusión por la cuota alimentaria del bebé. “Tuvieron una audiencia en el Juzgado de Familia y Melisa le contó que le habían depositado los ocho mil pesos de la cuota y que, además, la Policía Federal le había sacado sacado cinco mil pesos más. Él quería que ella le devolviera esa suma adicional que le habían sacado”, declaró un testigo.
“Pese a haber solicitado ayuda al Sistema Judicial y a la Superintendencia de Asuntos Internos de la Policía Federal, no obtuvo oportuna y eficaz respuesta del Sistema Judicial. Por lo tanto, el presente caso amerita un juicio oportuno y eficaz en pos de la represión y sanción del agresor”, concluyó la fiscal Gallo al pedir que Sánchez sea juzgado por el femicidio. Será un jurado popular quien decida si es culpable o no.
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