Víctor Dell’Aquilla, el protagonista de la histórica foto titulada “el abrazo del alma” y que lo muestra junto a “Pato” Fillol y Alberto Tarantini celebrando la consagración del seleccionado argentino de fútbol en el Mundial 78, fue víctima de un violento episodio de inseguridad el fin de semana pasado: ladrones entraron a su casa en San Francisco Solano, lo golpearon y ataron a su esposa, que hace seis meses se quedó casi ciega. Luego, se fugaron con unas pocas pertenencias de la pareja.
Este jueves por la mañana efectivos de la Comisaría 4ª de Quilmes allanaron un domicilio de esa misma localidad del partido bonaerense de Quilmes. Durante el operativo, cayó un sospechoso del asalto. Según informaron fuentes policiales, el detenido fue identificado como Cristian Alejandro Lobos, alias “El Ronco”, de 45 años y sin empleos en blanco en sus registros previsionales.
El procedimiento fue llevado a cabo en una vivienda ubicada en la calle 892 y 816 bis bajo la supervisión de la fiscal Ximena Santoro, titular de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 7 de Quilmes. En el lugar, los investigadores secuestraron dinero en efectivo, prendas de vestir similares a las que usaba uno de los asaltantes y otros elementos de interés para la causa.
Lobos ahora está alojado en un calabozo de la mencionada comisaría. En las próximas horas será convocado a una audiencia indagatoria. Está acusado del delito de robo agravado por el empleo de arma de fuego. Mientras tanto, sigue adelante la investigación para dar con los otros dos sospechosos.
La entradera ocurrió el domingo a las 11.15. Víctor, de 66 años, se encontraba junto a su esposa, Gilda, de 53, quien hace seis meses perdió la vista casi en su totalidad y se mueve con un bastón verde. El hombre había abierto la puerta del fondo para que los perros salieran y volvió a entrar a la casa. En ese momento, dos personas armadas ingresaron por atrás de la propiedad, lindante con un edificio de ocho departamentos. “Esta es una batida, quédate tranquilo y entregá el canuto”, le dijeron.
A la mujer la ataron con precintos y la dejaron sentada en el piso en la planta baja. A Víctor lo obligaron a subir hasta el dormitorio de la planta superior. Uno de ellos le pegó dos trompadas en las costillas y otra en la nuca. “No me pegues, no ves que no te puedo pegar”, le dijo Víctor. “Acá no hay plata”, agregó. Los delincuentes, igualmente, comenzaron a dar vuelta toda la habitación.
Uno de los ladrones bajó a controlar a Gilda. “Quedate tranquilo que la vieja está tranquila”, le dijo el ladrón a su cómplice y volvió a subir las escaleras. Cuando la mujer escuchó, pensó que ese era el momento: logró zafarse, escapó a la calle y comenzó a caminar una cuadra. Iba agarrándose de las paredes porque no veía nada.
En ese interín, llegó uno de los hijos de la pareja. Lo estaban esperando para almorzar en familia. El joven tocó el timbre, golpeó y luego gritó para que le abrieran la puerta. Al escuchar los ruidos, los ladrones bajaron y se fueron por el edificio de departamentos por el que habían llegado. Se llevaron tres armas que había en la casa y algo de dinero: 100 euros y tres mil pesos.
Víctor bajó entonces las escaleras y alertó sobre el robo a su hijo. Alcanzaron a ver a los delincuentes, que se subieron a un auto Ford Ka blanco que los estaba esperando en la esquina. Las cámaras de seguridad de la cuadra los registraron. El hijo de la pareja se subió a su moto y los persiguió durante alrededor de 40 cuadras, hasta que los ladrones le dispararon un tiro para amedrentarlo.
El Ford Ka blanco fue encontrado un rato más tarde: los asaltantes lo habían abandonado e incluso le habían quitado una de las ruedas. Dentro del vehículo se hallaron una de las armas robadas, ocho pares de guantes, sogas, precintos, herramientas de corte y un balde de clavos “miguelitos”.
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