La madre de Brian Saúl Contreras llora junto al teléfono de línea. No ve a su hijo hace años. Dejó la casa familiar en Isidro Casanova de forma intempestiva a los 18. Su madre se había cansado de él y de sus modos. Tuvieron algunas charlas a lo largo del tiempo, nada profundo, las charlas propias de un hijo que se fue de adolescente para no volver. Nunca regresó a ver a su abuelo, por ejemplo, un hombre de 82 años. La madre no sabe lo que Brian hace, de qué vive o con quién anda. No se desvive por saberlo, tampoco. No quiere que la vinculen a su hijo, hoy de 25 años. Le preocupa más eso que otra cosa.
El miércoles, a las 18, un hombre, agitado, pistola en mano, llegó al edificio de la calle Olga Cossetini al 1.300 de Puerto Madero, donde alquila Brian Saúl y pidió por él. Le dijeron que no estaba. Iba a descargar su arma de todas formas. El hombre apuntó y tiró contra el vidrio de la entrada del lugar. Nadie resultó herido, pero el mensaje fue inequívoco. Antes de irse, pegó una hoja en la pared.
La hoja, básicamente, lo trataba de estafador y de amigo y discípulo de Leonardo Fariña, condenado a cinco años de prisión en la causa de la “ruta del dinero K”, un arrepentido que colaboró con la Justicia. El escrache, incluso, aseguraba que Contreras había desfalcado a 30 personas.
Los tiros en Puerto Madero resuenan el doble. Cualquier crimen junto al Dique huele a dinero. Entonces, la pregunta se volvió obvia: ¿quién es Brian Saúl Contreras?
Infobae indagó en su perfil. No tiene deudas bancarias recientes que mostrarían movimientos de dinero en blanco y bancarizados, ni siquiera de tarjeta de crédito, cobró un plan Progresar en 2017, no mucho más. La casa de su familia en Casanova sigue siendo su domicilio fiscal. No registra empleos en blanco actuales o pasados, no integra ninguna sociedad anónima, no tiene alta alguna en un rubro de la AFIP. No tiene redes sociales con su nombre completo. Su perfil es similar al de un adolescente, o al de un indigente. Sin embargo, vive en un edificio donde los alquileres se pactan en dólares. Le pagó por adelantado seis meses al dueño, del que se dice es amigo.
Lo acusan de estafa en el escrache, pero datos de la Cámara Criminal y Correccional revelan que no tiene denuncia alguna por este delito o cualquier otro que se investigue en el fuero penal de instrucción porteño. No tiene condenas en el fuero federal, sea en Capital o en la provincia de Buenos Aires, por otra parte. Usualmente, a los estafadores les cantan un preludio, les realizan demandas por cobro ejecutivo, pedidos de quiebra. Contreras no tiene nada de eso en los fueros civiles y comerciales porteños. En 2014 demandó a una persona tras un accidente de tránsito del que fue víctima. En 2019 registró una causa en su contra por lesiones por conducción imprudente.
Y en el medio de todo está Leonardo Fariña. Ahí es donde la historia se pone interesante.
Fariña efectivamente lo conoce desde mediados del año pasado, según fuentes cercanas al arrepentido. Coincidió con él en encuentros varios, aunque nunca habría hecho negocios con él. Difícilmente, se lo podría llamar un miembro de su escuela. Tuvieron una buena relación. Pero los presuntos acreedores de Contreras fueron a preguntarle al arrepentido en la causa que terminó con Lázaro Báez en el penal de Ezeiza.
Allí, supo que, siempre según los relatos de estas fuentes, Contreras supuestamente manejaba un esquema de cambio de dólares y toma de dinero con intereses. Le aseguraron que había varios damnificados, entre ellos una influencer con 28 mil seguidores en Instagram y jugadores de fútbol; que había dejado de pagar, pero que habría comenzado a entregar dinero.
La Unidad Flagrancia Este investigó inicialmente el caso como un abuso de arma. Se dispuso la declaración del conserje, que se releven cámaras y testigos, que concurra personal de balística y rastros y una consigna policial por 72 horas. Contreras, descubrieron, efectivamente vive allí, pero no estaba al momento del disparo. Los vecinos alegan que se la pasa en un hotel cercano.
Lo cierto es que el escrache del martes fue el más violento pero no el primero. “La otra vez que vinieron a buscarlo, lo hicieron a los gritos, patearon la puerta y la golpearon a una vecina que salía justo en ese momento. Quisieron entrar a la fuerza”, contaron los vecinos a este medio. Y dijeron: “Vino la Policía, le tomó la denuncia y los dejo ir. Y ahora, un balazo...”.
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