El crimen de Isaías Aranda sigue impune: absolvieron a los acusados y la abuela del chico reprochó la decisión de la Justicia

El Tribunal en la Criminal Nº2 de Varela los dejó en libertad por “duda razonable”. El homicidio ocurrió en 2018, y aún no fue esclarecido. Su familia reclama Justicia

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Isaías Aranda
Isaías Aranda

El Tribunal Criminal N°2 de Florencio Varela absolvió este miércoles a los tres acusados de haber asesinado a Isaías Aranda el 16 de octubre de 2018, en un hecho que aún no fue esclarecido. La abuela de Isaías habló con Infobae y reprochó la decisión de la Justicia: reclamó para que su nieto “descanse en paz”. También contó que va a realizar una marcha para que el fallo tome notoriedad.

De este modo, el TOC Nº2 de Varela absolvió “por duda razonable” a los únicos imputados por el crimen de Aranda: Joaquín Gallegos (23), Santiago Vergara Benítez (25) y Aarón Sánchez (23). Hasta el momento del juicio, que comenzó el lunes pasado, el único detenido era Gallego, quien fue puesto en libertad tras la decisión del tribunal.

El crimen ocurrió el 16 de octubre de 2018, cuando una patota baleó a quemarropa a Isaías frente a una remisería en Florencio Varela, en el cruce de Eva Perón y Pompeya, en medio de una riña. Tras los disparos (de un arma calibre .22 largo), los sospechosos se dieron a la fuga. A las pocas cuadras, fueron detenidos Vergara Benítez y Sánchez. Y a los tres días, se arrestó a Gallegos, el principal apuntado por el caso. Pero a casi cuatro años del crimen el caso sigue impune.

Hoy, su abuela, Isabel, está desesperada. “Estoy sin dormir, no lo puedo creer. La manera en que el tribunal los absolvió, no me gustó nada su forma de actuar. No nos habló mucho, solamente miró el papel y habló. Luego, se paró se dio vuelta, se puso el saco y se fue. Eso es algo rarísimo. No puede pasar algo así. Joaquín Gallegos mató a Isaías”, contó Isabel a Infobae.

Y siguió: “Vengo luchando hace 3 años y medio. Pensaba que al fin mi hijo iba a descansar en paz y no fue así. No pude dormir todo el día. Acá hubo un arreglo, acá hubo algo turbio, ahora Gallegos anda como pancho por la calle en calle y en cualquier momento puede matar a otra persona. Isaís no se puede defender, pero yo voy a ser la voz y no voy a parar. El lunes pienso hacer una marcha, barrio La Esmerarla, Florencio Varela, en la plaza. Voy a llegar a la verdad, para que pueda descansar en paz”.

Una triste historia

La historia de Isaías está teñida de tristeza. Cuando nació, en 2000, su padre Pedro Javier estaba preso en Sierra Chica. La madre era una joven de Quilmes de apellido Trillo, adicta a las drogas, que abandonó al bebé en una casa de adictos, cuando tenía apenas dos meses. Isaías era su nombre. La madre de Aranda, fue quien lo encontró y lo crió, luchó diez años para obtener la guarda del nene. “Hola ma”, le decía Isaías a su abuela en su casa.

Pedro Javier Aranda ingresando al
Pedro Javier Aranda ingresando al edificio en Recoleta

Isaías se llevaba bien con Pedro Javier en el tiempo que pudo verlo en libertad, tenían un buen vínculo. La última vez que vio a su padre irse a un penal le rompió el corazón. “Me prometiste que no lo ibas a hacer”, le reprochó el chico.

Isaías fue asesinado en octubre de 2018, un mes antes de que detuvieran a Pedro por última vez. Cayó por manejar un auto flojo de papeles, y fue acusado por encubrimiento. Sin embargo, el hombre era buscado por la Policía de la Ciudad. Había sido identificado por las cámaras de seguridad, en un robo de diamantes bastante sofisticado: junto a dos cómplices habían ingresado en un edificio en el barrio porteño de Recoleta, sobre la avenida Alvear, y concretaron un escruche de alto nivel.

Aranda cuenta con un importante prontuario: ocho expedientes en su contra desde 1997, cuando lo acusaron de robar un auto otra vez en Quilmes, o en 1999, cuando tuvo tres causas distintas en un año por tenencia de arma de guerra y robo de autos.

Aranda en el momento del
Aranda en el momento del robo

El hombre solo estuvo libre la última vez para ver cómo mataban y enterraban a su hijo. Pudo estar en el velatorio. Se sentó en un rincón, llorando.

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