Martina no era Martina y la cita no era cita. Estaba todo calculado y planificado, como suele pasar en cada ataque de una viuda negra. El sábado 7 de agosto del año pasado, J.C., un empleado bancario de 33 años que vive en San Isidro, invitó a comer a su departamento a una chica de 21 que conoció por la aplicación de citas Badoo. “Me llamo Martina y vivo en La Boca”, le dijo apenas hicieron match. El encuentro virtual duró casi dos semanas, hasta que se llegó al real. Ese fue mucho más corto, apenas unos minutos. Esa noche, cuando el hombre bajó a buscar la pizza del delivery, la invitada colocó droga en la bebida del anfitrión. Suficiente para dormirlo.
A los pocos minutos, tres hombres desvalijaron el departamento. Se llevaron todo lo que pudieron: desde el celular de J.C. hasta relojes y televisores.
La fiscal de San Isidro, Carolina Asprella, comenzó una cacería contra la viuda negra. Una huella digital encontrada en la casa de la víctima fue la clave para descubrir la verdadera identidad de la ladrona. Martina no era Martina. Era Julieta Giselle Estrada (21), domiciliada en un conventillo de La Boca. La mujer tiene un hijo de 4 años, por el que cobra una AUH en el Banco Nación desde el 2019.
Llegar a Estrada no fue fácil. Hizo falta que se dieran una serie de casualidades.
Luego de hacer la denuncia por el robo, J.C. siguió con su vida. Incluso, con la búsqueda del amor. Esa perseverancia, inesperadamente, hizo que cayera la mujer que lo había estafado. Es que, algún tiempo después del robo, el hombre cambió de app amorosa y se pasó a Tinder. En el medio de los perfiles que fue encontrando, vio nuevamente la foto de quien se le presentó como “Martina”, aunque con otro nombre. Automáticamente, aportó la información a la Justicia.
La ambición de Estrada, al operar en distintas redes sociales fue, en definitiva, el paso en falso que le dio a la justicia la primera pista para atraparla.
La fiscal Asprella solicitó información a Tinder para saber desde qué celular se había creado ese perfil. Ya con ese dato en su poder, los investigadores cotejaron el nombre de la titular con los datos de una huella dactilar que se encontró en la casa de la víctima. Más precisamente, en el vaso que ella utilizó aquella noche. Hubo coincidencia. La mujer contactaba a las víctimas desde un celular a su nombre. Fueron a buscaral al domicilio de La Boca que figuraba en el RENAPER, en Olavarría 257. No la encontraron.
Estrada, su nuevo novio y su hijo de 4 años, se habían mudado. No por elección propia: los habían expulsado los vecinos. Es que, según la información que recolectó la Policía de la Ciudad en el lugar, la mujer tenía enfrentamientos constantes y “era agresiva”. Tanta fue la hostilidad y la tensión, que tuvo que mudarse. Otro dato que recolectaron los agemtes porteños fue que, evidentemente, Estrada no ocultaba su “profesión”.
“Los vecinos sabían a qué se dedicaba. Incluso. la conocían como la ´viuda negra del 152´, porque se tomaba esa línea de colectivo para ir a ver a sus víctimas a la zona Norte del Conurbano bonaerense”, explicó un policía que participó en la búsqueda.
Lo cierto es que, por diversos trabajos de inteligencia, se corroboró que la mujer se había mudado a otro conventillo, a unas ocho cuadras de su vieja residencia, sobre la misma calle Olavarría. Se montó una guardia de varios días en esa zona hasta que la vieron caminando por la esquina de Melo y Magallanes. La orden fue detenerla de inmediato.
Cuando la atraparon, se descubrió que Estrada no era una novata en engañar hombres. Además de la causa en San Isidro por el robo a J.C., la mujer estaba siendo buscada por un hecho similar ocurrido a fines de 2021 en el barrio de Belgrano.
En esa oportunidad, también había drogado a su víctima y actuó de la misma manera. Luego de introducirle la sustancia en la bebida, hizo ingresar a un grupo de hombres que se llevaron todo lo que pudieron.
Julieta Estrada se negó a declarar a fines de la semana pasada. Por el momento, permanece alojada en una comisaría a la espera de conseguir cupo para un penal bonaerense. Su pequeño hijo fue entregado a un familiar para que lo cuide, ya que se desconoce quién es su padre.
En las dos causas, tanto en la de San Isidro como la de Belgrano, está acusada de robo agravado.
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