Lo que desvelaba a los investigadores del crimen de Beatriz Mansilla, la jubilada de 80 años asesinada el martes en su casa de Carapachay, era que el ingreso a la vivienda no había sido forzado y que la mujer aún estaba en camisón, algo raro en ella. ¿A quién le había abierto la puerta? ¿Lo conocía? Un auto sospechoso y tuneado, un vecino alerta, las cámaras de seguridad y un testigo clave fueron las aristas que terminaron de completar los blancos en la causa para llegar al homicida. Cercado, se suicidó este miércoles.
Se llamaba Ezequiel Alejo Varela Pascuali (24) y se mató de un tiro en la sien en el departamento donde se escondía en el barrio San Andrés, del partido de San Martín, no bien los agentes de la DDI de Vicente López entraron al aguantadero. Las pruebas en su contra son contundentes: incluso confesó el homicidio por WhatsApp a un amigo, el mismo que guió a los investigadores hasta el escondite del sospechoso, según pudo reconstruir Infobae de fuentes con acceso al expediente.
Varela conocía a Beatriz. Había vivido enfrente a su casa hacía cuatro años. Justamente, en esa propiedad actualmente vive una tía abuela del asesino. Pero en el barrio nadie lo reconoció cuando días previos al crimen apareció a bordo de un Toyota Corolla a hacer inteligencia, el mismo auto que los investigadores vieron en cercanías a la casa de la víctima, y al que le siguieron el rastro por las cámaras de seguridad.
Un vecino aportó la pista crucial para desenmarañar la trama detrás del crimen de Beatriz. “Contó que le llamó la atención el auto, que hacía con movimientos extraños, y el coche era identificable porque estaba tuneado. Eso pasó días atrás, así que se supone que hizo inteligencia antes de actuar”, destacaron las fuentes consultadas por este medio. Sabía el asesino que el hijo de la víctima se iba a trabajar todos los días a las 9 y no volvía hasta pasadas las 18.
Justamente, ese vecino alerta, al ver el Toyota mal estacionado en la cuadra de Esteban De Luca al 5.200, donde vivía Beatriz, se acercó. “Le preguntó al conductor por qué estaba ahí y le respondió que vivía en ese lugar y esperaba a su abuela. Ante esto, se le tomó testimonio a esa mujer que tenía la casa junto enfrente a la de Beatriz. Reveló que el sospechoso era su sobrino nieto, pero que hacía tres años que no lo veía”, dijeron.
Con esa información y el seguimiento de las cámaras de seguridad del auto del sospechoso, los investigadores llegaron hasta la casa de la novia de Varela. “La joven fue citada a declarar y mintió”, aclararon. Por lo que el fiscal Alejandro Musso, a cargo de la causa y de la UFI de Vicente López, la imputó por encubrimiento agravado y decidió allanar su casa. Ahí estaba el Toyota Corolla tuneado, debajo del coche había joyas: una cadenita, una pulsea y un aro. “La familia de Beatriz reconoció esas alhajas”, admitieron las fuentes.
Paralelamente, se dio con un amigo del sospechoso. Ante el fiscal no mintió como la novia de Varela sino que confesó todo lo que sabía.
“Dijo que lo ayudaba en la fuga a regañadientes y quería contar todo. Incluso mostró mensajes de WhatsApp que mantuvo con el prófugo, donde le confesó el hecho y le dijo que habían entrado, con otro más, vestidos de policías y con chalecos antibalas”, describieron las fuentes.
Y acotaron que ese chaleco fue hallado en la casa donde se mató Varela este mediodía cuando la Policía irrumpió con una orden de allanamiento de urgencia en la propiedad del barrio San Andres. Hasta ese lugar los guió el amigo que delató al sospechoso. Incluso, luego supieron los investigadores que Varela descartó las “joyas en el piso, debajo del coche, porque no quería saber nada”.
Este miércoles, en el departamento de Tres de Febrero al 2.000, de San Martín, Varela estaba en una de las habitaciones del fondo: “Se pegó un tiro en la sien”. Por eso las pericias, por protocolo, las hace la Gendarmería. También trabajó en el caso la Policía Científica de la Bonaerense de Vicente López. “El caso está esclarecido”, concluyeron.
Lo cierto es que el martes a las 9, el hijo de la víctima se fue a trabajar como todos los días. Once minutos después, le tocaron el timbre. Le dijeron que eran de la Policía. Y ella abrió. Pasadas las 18, cuando el hijo de Beatriz regresó a la casa que compartía con su mamá, encontró el cuerpo a tado de pies y de manos a una silla, y tirado en el suelo de un pasillo que da al living principal, a un baño y a una habitación de servicio.
El hijo también notó que la casa había sido revuelta. Las pertenencias estaban desparramadas por los ambientes, aunque no se especificó si habían sido robados dispositivos electrónicos o artículos de valor.
Los análisis forenses preliminares indicaron que Beatriz fue estrangulada con un cinturón de cuero negro que la víctima tenía alrededor del cuello.
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