“Qué veneno usó Yiya Murano”.
Quizás poseída por la maldad y los celos, Ivana M. abrió su iPhone el 10 de diciembre de 2020 y buscó información precisa sobre las herramientas que usó María de las Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano, conocida popularmente por su apodo y el último de sus apellidos pero más por sus crímenes: la mujer que con té y masitas intoxicó y asesinó a dos amigas y a su prima a comienzos de 1979.
Cuatro décadas más tarde, esta profesora de Educación Física recurrió al archivo de Google con la idea de llevar a cabo un plan similar contra Verónica Dessio, una abogada y activista por los derechos LGBTQI platense a la que no soportaba en su vida porque era la ex pareja y esposa legítima de Carolina Pérez, la mujer a la que ella amaba obsesivamente.
Ivana creía que no había lugar para nadie más. Así que no la envenenó. Tercerizó el desenlace fatal y contrató a un ex policía bonaerense, Jorge Antonio A., quien 13 días después de aquella googleada ejecutó a cuchillazos por la espalda la maldad de M.
Ivana y Jorge Antonio están detenidos desde pocos días posteriores al crimen, hace ya 15 meses, y se encaminan al juicio después de que las fiscales que investigaron el caso pidieron días atrás elevar la causa al debate oral. Las pruebas en contra de los dos sospechosos, que nunca accedieron a declarar, son letales. El autor material y la autora intelectual dejaron un tendal de rastros; el más llamativo es probablemente el que Ivana M. registró en su propio teléfono.
El mismo día que buscó los trucos siniestros de Murano, la imputada intentó hallar otras respuestas para el mismo fin: “Estricnina en qué veneno la encuentro” y “veneno estricnina dónde comprar”. Y un día antes, el 9 de diciembre, preguntó a Google: “Cuántas semillas de ricino matan” y “qué sucede si como cal”.
La primera respuesta que el motor de búsquedas ofrece a esa pregunta es un párrafo escrito por el periodista Rodolfo Palacios en Infobae sobre la “envenenadora de Monserrat”: “Las mató con cianuro, ese veneno cuyo olor y sabor comparan con las almendras negras”.
Por alguna razón que se desconoce -pero probablemente relacionada a la cobardía- al menos hasta que algún día hable, Ivana M. no eligió el camino directo de la intoxicación y contactó al ex policía y le pagó para que él, con sus manos, ejecute el plan.
“Hay que limpiar a una mujer”, le dijo a principios de diciembre. Y mintió varias veces. Primero se presentó con el nombre falso de Rox o Rosana (inspirada, se cree, en su cantante favorita). Y al asesino material le contó una historia falsa, quizá con la intención de fabricar empatía. Le dijo que la apuntada era una abogada que había matado a su hijo en un accidente vial.
Se sospecha que antes de todo eso le clonó el teléfono a Dessio para tener acceso a sus conversaciones e incentivó a Verónica a que fuera a vivir al quincho detrás de la casa que habitaba su amada Pérez y donde Verónica y Carolina ya habían convivido y criado a su único hijo. Es más, no hay pruebas pero las investigadoras no descartan que Ivana M. haya tenido algo que ver con un robo de miles de dólares en el monoambiente que habitaba Verónica antes de mudarse (como consecuencia del robo). ¿”Y si pagó el asesinato con la propia plata de Vero?”, se preguntó una amiga de la víctima en diálogo con este medio.
El asesinato duró diez minutos. El 23 de diciembre cerca de las 15, Jorge A., conocido como “Cacho” en su barrio de Los Altos de San Lorenzo, esperó que Pérez saliera de la casa de la calle 5 y acuchilló varias veces a Dessio por la espalda hasta terminar con su vida. Sin robar ni revolver nada, el criminal se fue como había llegado, en su moto roja con carrito, con sandalias y, extrañamente, guantes, en una tarde de más de 30 grados de calor.
La hipótesis planteada en el expediente por las fiscales María Cecilia Corfield y Ana Medina desarrolla una historia de celos, manipulaciones, secretos y complicidades que inicia Ivana M. muchos meses antes del 23 de diciembre. Dessio y Pérez, perito psicológica del Poder Judicial bonaerense, fueron pioneras en el matrimonio igualitario. Se casaron en 2010, un mes antes de que se sancionara la ley nacional, gracias a un recurso de amparo que las hizo moderadamente famosas. Tuvieron un hijo y se separaron nueve años más tarde. Después, Carolina conoció a Ivana, quien nunca toleró la buena relación que mantenía la ex pareja.
Dessio supo por Carolina de la tensión generada y desde el principio se sintió perturbada por la personalidad y la forma de portarse de Ivana, según lo declaró su psicoanalista ante los investigadores. Carolina intentó dejar a Ivana, pero no lo consiguió del todo, al punto que, como las fotos de esta crónica lo muestran, las tres se juntaban en asados y fiestas e incluso hicieron un viaje a la Costa. Ivana, de hecho, estuvo invitada al último cumpleaños de Verónica, la noche del 22 de diciembre, horas antes de morir. Y, sabiendo lo que iba a hacer al día siguiente, la presunta autora intelectual llevó una botella de champán.
Jorge A. la mató en el quincho que Dessio junto a Pérez y M. habían acondicionado. Las fiscales creen que la ayuda que brindó extrañamente Ivana a su novia y la ex pareja de ella sirvió para que la ideóloga del crimen tuviera detalles específicos para darle al asesino sobre el sitio. “El hecho de ‘ayudar’ a la víctima a acondicionar el lugar para que ésta se fuera a vivir a esa morada formó parte del plan macabro ideado por la sindicada”, escribió Corfield en el expediente elevado al juez de Garantías Juan Pablo Massi, el encargado de ponerle fecha al juicio.
Más allá de las especulaciones sobre el comportamiento de la acusada, las pruebas que aportaron las pericias sobre el teléfono parecen determinar el futuro (ensombrecido) de Ivana M. y de Jorge A, acusados del delito de homicidio doblemente agravado por su comisión con alevosía y por precio y,+ en el caso de la mujer, con el rol de instigadora, cuya pena máxima es prisión perpetua. En el iPhone incautado luego de la detención, la sospechosa además de buscar cómo matar a una persona, también registró su inquietud posterior al crimen. Se encontraron ingresos a Google con la frase: “Verónica Dessio crimen” y el acceso a noticias sobre el tema.
Con esa información y con lo que había sabido por Pérez, Ivana M. intentó instalar entre los allegados a la víctima que Dessio “andaba en algo raro”. En el velatorio contó que en la escena del crimen se encontraron preservativos y quiso instalar la hipótesis de que estaba con muchos hombres. Una amiga de Verónica detectó la mañana del entierro un rayo de frialdad estremecedor.
“Le pregunto qué podía haber sucedido, quién la podía odiar tanto para hacer una cosa así. Y ella me contesta que la notaba rara a Vero en el último tiempo, y me cuenta la cantidad de contactos que tenía en Facebook, como que Vero estaba en algo turbio, como que salía con mucha gente, hasta que en un momento me dice muy tranquilamente: ‘Yo lo que más lamento, son las paredes manchadas con sangre, luego de tanto trabajo’”, declaró la mujer.
Se cree que, con el fin de confundir o desviar la investigación, Ivana compró un chip de celular que puso a nombre de Verónica Dessio y desde el cual se contactó con Jorge A., con su yerno, a quien le había ofrecido el encargo del crimen previamente, y con otras personas. En todos los casos, se hizo llamar Rosana. Ese aparato registró 30 llamadas entrantes y salientes con el sospechoso del crimen, entre el 3 de diciembre y el 24 del mismo mes.
Ivana agendó el “teléfono de Rox” en su propio iPhone pero no se encontraron comunicación entre ambos aparatos. Para cerrar el círculo de la sospecha sobre la profesora de educación física, los análisis de impacto de antenas del “teléfono de Rox” y del iPhone siempre coincidieron: es decir, lugar donde se activaba uno, se activaba el otro. Así la localización sincronizada impactó en La Plata, Berisso, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Moreno y Campana. Todo eso, para las investigadoras es un clarísimo indicio de que la detenida llevaba consigo ambos aparatos y, sobre todo, de que era quien se hacía pasar por Rosana y había puesto el chip a nombre de su futura víctima.
Por su cercanía a la vida de Pérez y de Dessio, la presunta autora intelectual del crimen sabía que ese día Verónica esperaba a un herrero para construir una escalera caracol. Eso le sirvió a Jorge A. para entrar a la casa, asesinarla por la espalda e irse.
Las cámaras de seguridad del barrio lo tomaron y la Policía tardó apenas una semana en ubicarlo: un familiar le contó a la Policía que una mujer le había encargado un crimen y que supo que había aceptado cuando “Cacho” compró un asado para todos y contó que había cancelado su deudas con un prestamista de un día para el otro. El presunto asesino quedó registrado en casi todo el trayecto desde su casa a la de su víctima, a la ida y a la vuelta, con el encargo consumado. Varios testigos lo reconocieron.
El verdadero herrero llegó 15 minutos después. “Vi que el portón estaba entreabierto, grité y como no me atendió nadie me fui y pensé en volver al otro día”, declaro. Para ese momento, el asesino ya había huido en su moto. Mientras el herrero esperaba que alguien lo atendiera, Dessio ya estaba muerta en su casa. Esa noche la encontró Pérez. Iba acompañada de Ivana M.
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