Vayo Coin se fue en medio de la noche, literalmente.
El extraño emprendimiento que a lo largo de 2021 fue publicitado por decenas de famosos, con algunas de las figuras más reconocibles de la Argentina, y que prometía dividendos casi mágicos en un esquema de criptomonedas similar al de Generación Zoe, ocupaba hasta el sábado pasado una oficina en el piso 7 del edificio Madero Center sobre la calle Juana Manso al 500 en Puerto Madero. A esa oficina la vaciaron. Ya no queda nadie que atienda. La línea de WhatsApp del servicio, operada por una tal Magalí, no contesta llamados o mensajes. Sus redes ya no tienen actualizaciones, los comentarios fueron bloqueados.
Sus deudas son desagradables: el BCRA marca más de $30 millones en cheques sin fondo emitidos por sociedades ligadas al emprendimiento en las últimas semanas, una maniobra clásica que realizan los gestores de esquemas Ponzi luego de que se gastan toda la que tienen. La fuga fue acorde al derroche publicitario: algunos famosos cobraron hasta 9 mil dólares por mes por publicitar a Vayo en Instagram. Una story de 30 segundos se pagaba, como mínimo, 300 mil pesos.
Así, quienes se dicen sus acreedores se dedican a perseguir fantasmas, llaman desesperados a cualquiera que conozcan que los pueda ayudar a recuperar un poquito de su dinero. Hablan en Twitter de iniciar una demanda colectiva, de unirse. Quizás sea el comienzo del fin, de una larga cacería judicial. Hasta ayer martes al mediodía, Vayo Business SA, la firma que controlaba al grupo, fundada por una jubilada y un empleado petrolero de 25 años en Comodoro Rivadavia, con un domicilio legal porteño ubicado en un edificio desgastado del Once sobre calle Corrientes, no tenía causas en contra e los registros de la Cámara Criminal y Correccional, así como los de los fueros civil y comercial porteños. Tampoco habían sido acusados en Chubut, donde comenzó la trama.
Quienes colaboraron con Vayo, en una forma u otra, esperan que algo pase: un allanamiento, un arresto, o que el dinero finalmente aparezca. Una de esas colaboradoras es Ena Ailín Andrada, 31 años, contadora según ella misma, experta en criptomonedas.
Fue empleada en blanco de Vayo Business SA, frecuentó la oficina en Juana Manso. Los conoció a todos. Su nombre circuló en redes sociales semanas atrás. Fue, en una instancia, una de las caras públicas de Vayo, que, al contrario de Generación Zoe con Leonardo Cositorto, nunca tuvo un líder que ponga la cara por su marketing: los famosos se encargaron de eso.
Ena siente la tensión. La recibe en el teléfono. Le escriben, al menos, una decena de supuestos acreedores por día. No sabe qué decirles. También teme, en parte: su abogado, un letrado de alto perfil mediático, está al tanto de la situación y rastrea información en Tribunales.
Infobae la rastreó y la halló. Accedió a hablar. Dice que ella también perdió, que aportó dinero al esquema, miles de dólares. “No sé si la gente va a cobrar su plata. La mía la doy por perdida”, aseguró.
El encuentro ocurre en Puerto Madero, a pocas cuadras de la oficina fantasma de Vayo. La estética es netamente Puerto Madero. Ena llega con Lena, su perrita tamaño mini, a la que lleva en una correa Louis Vuitton. Y el encuentro es típico de estas situaciones: un ajedrez cordial donde una respuesta en falso puede resultar en una consecuencia indeseada. En todo caso, el rol de Ena puede ser significativo. Fue convocada a mediados del año pasado para lo que pudo haber sido el proyecto más ambicioso del grupo, la plataforma Universal Exchange.
La idea era grandiosa, o grandilocuente, osada: crear un exchange de criptomonedas como lo es Binance, pero argentino, donde se incluiría Vayo Coin, el token del grupo. Tuvo un lanzamiento. Ocurrió el 10 de febrero en el hotel Hilton, con decenas de famosos e inversores de Vayo invitados. Los famosos cobraron por estar allí. Ena fue la encargada de planear la situación. Hizo un discurso en el escenario mientras una pantalla gigante disparaba frases aspiracionales típicas del discurso cripto. Florencia Peña y Marcelo Polino fueron los conductores del evento. Su rol era la de gerenta general de Universal Exchange. Junto a ella estaba el supuesto CEO, Walter Ramón Cárcamo, un ex empleado bancario con domicilio fiscal en una rotisería de Rada Tilly que había conformado dos sociedades junto a Ana Lavitola, la jubilada fundadora de Vayo Business.
Por esas sociedades, según números vigentes del BCRA en la mañana del martes, Cárcamo debe más de 19,9 millones de pesos en cheques sin fondo.
En un folleto de prensa, Ena aseguró que la plataforma incluiría a Bitcoin y Ethereum “próximamente”. Tenían planes aún mayores, como asociar a comercios de primera línea a que acepten dinero de la billetera del exchange como forma de pago. Al final, Universal Exchange jamás existió. Ni siquiera tuvo un CUIT para operar.
Y todo quedó allí, en el humo. Ena es cauta al hablar, muy cauta. Dice que jamás tuvo nada que ver con la contaduría de los inversores de Vayo. Otras fuentes que conocieron la empresa hablan de una planilla de al menos 200 inversores que aportaron entre 50 mil y 100 mil pesos promedio, algunos hasta medio millón, una lista que suena incompleta. “Nunca tuve relación con las cuentas de Vayo. Solo me dediqué al proyecto del exchange”, asegura. “Soy especialista en criptomonedas, sé del tema, me especialicé en eso. Me llaman para arrancar con el proyecto porque no había nadie que supiese del tema, más allá de los que desarrollaron la plataforma”.
Crear un exchange de la nada es un proyecto ambicioso. ¿Qué proyección o capital existía?
Vi la moneda de Vayo, estaba en Pancake Swap. Era un token estable, dependía de la unidad de negocio. Entonces, arrancamos a darle forma.
¿No te involucrabas en la contabilidad de Vayo?
Nada. Nunca en la parte administrativa.
¿Y qué pasó con el exchange?
Lo lanzamos. Post lanzamiento, teníamos que pasar a la segunda fase del proyecto. En el medio, advertí que la wallet del exchange, una propia, la Universal Wallet, no cumplía con los parámetros de seguridad. Había un equipo de programación trabajando día a día. Pero yo era la encargada del proyecto, dije que faltaba ciberseguridad. Dije que no iba a seguir adelante como la cara del proyecto si no se podía ratificar la seguridad. Entonces, me dijeron que iba a poner a trabajar a la gente de sistemas. Esa era mi condición, saber que la gente iba a tener sus activos seguros. Como pasaron los días y no vi avances, mandé la renuncia a fines de febrero. No me pagaron aportes. Ni siquiera el sueldo.
La persona que hizo ingresar a Ena al proyecto Vayo, el hombre que estaba cada día en la oficina de Juana Manso, el hombre al que le presentó la renuncia, es quien operativamente fue el jefe número 1 de Vayo Business: el hijo de la jubilada de Comodoro Rivadavia, Leandro Gustavo Usín.
Ena dice no saber mucho de Usín, que se enteró luego de la historia de su vida. No parecía tener grande estudios en economía o finanzas, gran preparación en el tema. Había trabajado para una serie de constructoras en el sur. También había sido condenado en su provincia por cuentero y estafador: le dieron un año y ocho meses por circular cheques truchos en 2019. También fue condenado en el Tribunal Oral N°15 de Capital Federal años antes por el mismo delito. Lavitola, la jubilada fundadora, nunca pasó por la oficina de Madero Center, según conocedores de la empresa, pero Usín estaba allí, dando órdenes, un hombre gritón con la costumbre de vestirse de rapero.
Usín también estuvo presente en el lanzamiento de Universal Exchange. No posó para las fotos, al menos las que se difundieron para la prensa. Pero los hilos ciertamente eran suyos, otras fuentes consultadas para esta nota coinciden con Andrada. Lo que resta es un gran, gran guion. Cómo un cuentero de poca monta que engañaba comerciantes por montos que rara vez superaban los 70 mil pesos llegó a Puerto Madero para montar un supuesto esquema Ponzi que contrató a figuras de primer nivel para realizar promociones sin cuestionamientos puede ser una de las historias más fascinantes del periodismo policial de la historia reciente.
Ena cuenta lo que sabe, o lo que prefiere contar.
“Lo conocí por mi pareja. Me lo presentaron y lo vi como una oportunidad de hacer contactos y de estar en el tema que me gusta. Cuando lo conocí me parecía una persona normal. No puedo hacer un juicio cuando conozco a una persona por primera vez”, dice Ena.
¿Quiénes eran tus jefes en la oficina?
Leandro y Walter Cárcamo.
¿Y qué relación tenían Leandro y Walter?
Amigos, eran amigos.
¿No te llamó la atención de dónde venía el dinero? ¿Nunca te pareció estar trabajando con gente que podía ser sospechosa?
No te sabría responder la pregunta, desconozco. Vos no vas a preguntarle a tu jefe de dónde saca la plata. Yo veía las oficinas funcionando, gente trabajando. Había movimiento. Iba a veces, tengo otros trabajos, no estaba en todas las áreas. En el momento en que vi que había cosas que no funcionaban, y que había cosas que eran públicas, le dije a Leandro que no trabajaba más para él.
¿Cómo reaccionó?
Se lo tomó bien. “No pasa nada”, dijo. Obviamente le hice reclamos de dinero. Nunca me pagó. La doy por perdida. Con todo lo que leo en las noticias, me asusto. Hay una catarata de gente que me escribe a mí. Gente por Instagram que me preguntan si conocía a alguien de Vayo, preocupada porque le paguen.
En el medio, entraron las conmociones. Un hilo de un usuario de Twitter que repercutió en diversos medios y luego fue borrado -”habló mi abogado con él, publicaron información personal mía que no debían poner”, dice Ena- generó cierta incomodidad en la oficina de Madero Center. Usín se vio afectado, pero siguió adelante. A Ena le preocupó un poco más. La caída de Generación Zoe tampoco amedrentó a Usín. “No tenemos nada que ver”, decía a la tropa.
Hoy, miércoles 7 de abril, la historia de Vayo Business se encuentra en el límite de la ley. Nadie está imputado, al menos todavía. Tal vez haya un rastro para encontrar: Andrada asegura que el dinero para pagar el evento de Universal Exchange se realizó por transferencias bancarizadas. Lo cierto es que las autoridades ya observan a los restos de Vayo: sus perfiles comerciales fueron requeridos por agencias estatales financieras y de seguridad, según pudo constatar Infobae.
El perfil de Instagram de Ena, donde se muestra en viajes de esquí y en el Caribe mexicano, con imágenes que ilustran esta nota podría ser interesante para cualquier fiscal especializado en delitos económicos. La pregunta es obvia, y la responde con un tono particularmente orgulloso: dice que puede justificar perfectamente sus ingresos, que es una trader en criptomonedas exitosa. “Trabajo desde los 18. Siempre tuve tres o cuatro trabajos, mi propia consultora”, dice.
“Yo era una empleada. A mí me deben plata. Ayudo a toda la gente que puedo”, asegura. Lo que sigue es revelador: “Hablé con Leandro, le dije que la gente me escribe. Me dijo que había una persona encargada del cronograma de pagos. No sé si la gente va a cobrar su plata, no sabría decirte. Ojalá que sí. Él dice que va a pagar”.
Leonardo Cositorto dice exactamente lo mismo.
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