Hoy, Julieta Sciutti y Maximiliano Mitroff no saben de qué lado de la línea estarán: si serán testigos o imputados.
Ambos se sientan en sus casas de La Plata y esperan que suene un teléfono. Mitroff, por lo pronto, busca un abogado. Sus nombres suenan cada vez más fuerte en la trama de lo que puede ser uno de los mayores casos de estafa de la historia argentina reciente: meses atrás, fueron contadores en Generación Zoe, el conglomerado de firmas dirigido por el prófugo Leonardo Cositorto y el preso Maximiliano Batista.
Ambos, según coinciden testimonios de jugadores vinculados a la organización, fueron parte clave de uno de los mayores instrumentos para captar dinero en dólares de ahorristas a los que se les prometían intereses fabulosos: el Fideicomiso Ordinario de Administración Zoe Latam, con fecha de inicio registrada en la AFIP el 1° de octubre de 2021, con domicilio en Crisólogo Larralde al 1800, la oficina central de Generación Zoe, hoy desierta.
Hay versiones inquietantes. Alguien en el planeta Zoe dice: “Le cobraron a Cositorto una guarrada en honorarios, cientos de miles de dólares”. Alguien cerca de Sciutti y Mitroff replica: “Ni en pedo. Cositorto les debe guita”. Hoy, Cositorto y Batista centran su enojo privado en los contadores platenses: “Creen que fue una maniobra orquestada. Fue un desastre. Hay mucho mal humor”.
Sciutti —de 42 años, ex empleada del Tribunal de Cuentas y la Jefatura de Gabinete de Ministros del Gobierno bonaerense— y Mitroff, ambos asociados en una firma de consultoría, eran parte de la cotidianeidad de la firma en Belgrano. Allí convivían con figuras como el ex juez y fiscal Héctor Yrimia o Eduardo Llaser, que se dice a sí mismo consultor en seguridad y socio de Yrimia, que se mostró en un video en un hangar anunciando que compraría un lujoso avión para “Leo”. Fueron señalados por fuentes del núcleo directo de Generación Zoe y por el otro contador de la firma, Norman Próspero, hoy preso en Córdoba en el marco de la causa por asociación ilícita y estafa en la que se encuentran prófugos Cositorto e Yrimia.
Desde la cárcel, Próspero aseguró ayer a Infobae: “Tenían una contadora financiera que había generado y armado un fideicomiso de administración y disposición. El gran flujo pasaba por el fideicomiso y lo manejaba todo ella, hasta que se rajó. El fideicomiso lo manejaba esta mujer a nivel contable y jurídico“. Se “rajó”, aseguran otras fuentes en el planeta Zoe, “porque se iba a trabajar en el Banco Central”, aunque el BCRA no figura como su empleador, al menos según sus registros previsionales. “Se fue argumentando que no quería mezclar quilombos, se rajó y dejó un bardo”, dice un jugador que conoce la interna. Sciutti, de acuerdo a estos relatos, tendría una posición preponderante. Mitroff habría corrido en un segundo lugar.
Generación Zoe fue hábil en borrar sus redes y sus sitios, pero se olvidó de algunas cosas. Los términos y condiciones del fideicomiso, con Zoe como fiduciario, todavía pueden ser descargados de su web principal. La propuesta es pretenciosa desde sus nombres, “Classic”, “Premium” e “Intelligent”, con montos que van de 500 a 50 mil dólares o más. También tiene un truco: la plata se queda, al menos por un tiempo.
“Plazo del aporte: El aporte de cada Fiduciante estará sometido a un plazo de inmovilización definido en Anexo al Presente, plazo durante el cual los Fiduciantes en General no podrán disponer de los mismos en cumplimiento de las Políticas de Administración”, dice el ítem 9 del contrato.
El ítem siguiente remarca: “Retiro anticipado de fondos aportados por el Fiduciante: El Fiduciante tendrá la posibilidad de retirar su aporte a partir de los 12 (doce) meses de efectuada sufriendo una multa aplicable sobre el capital aportado, definida en Anexo al Presente”. La multa por irse antes era feroz, una 50 por ciento.
El fideicomiso ciertamente fue utilizado. Se repite en los relatos de personas que aseguran haber sido defraudadas en Buenos Aires y Córdoba. Por ejemplo, una joven porteña que hoy prepara con su abogado una denuncia penal contra Generación Zoe afirma que entregó 20 mil dólares en billetes físicos a un hombre clave de la organización, que sin autorización la ingresó como fiduciaria. “Supuestamente estaba autorizado por la IGJ”, dice la víctima. No es un mal punto: cualquier contrato de fideicomiso debe estar inscripto en la Inspección General de Justicia.
De esos 20 mil dólares, 15 mil fueron al fideicomiso. Otros cinco mil fueron a parar a la máquina de criptomonedas de Zoe. Le prometieron un interés mensual del 8 por ciento por el dinero del fideicomiso. Por la jugada cripto, mucho más: un 25 por ciento.
Al final, cobró un solo mes. Su hombre en Zoe le llevó la plata en efectivo a su casa. Luego, la fantasmearon con excusas. No vio un centavo más. Mientras tanto, en La Plata, Sciutti y Mitroff evalúan qué decir.
Sciutti no ofreció respuesta a las múltiples consultas de Infobae, pero una persona sumamente cercana a Mitroff rompió el silencio por él.
“Estuvieron de octubre a noviembre. El servicio que hacían era de intermediación. Asesoraron a Zoe en el tema de fideicomisos, Cositorto quería uno. Y el administrador de ese fideicomiso era Generación Zoe. No tenían nada que ver con los inversores”, sigue la fuente.
Lo que sigue es inquietante: “En el fideicomiso entraron pocas personas, no sabemos cuánto. La mayor parte de la guita estaba en negro, plata física, en efectivo, filtrada o con el rollo de las criptomonedas. Eso, Julieta y Maximiliano lo saben bien. Los de Zoe pidieron hacer algo legal pero les pudo más la codicia y la ignorancia”.
Qué hay o hubo en ese fideicomiso, a cuánto asciende y a cuántos damnificados, dónde tenía sus cuentas, es algo que se desconoce. Si Zoe fue mantuvo una contabilidad paralela de dinero negro, eso es otra historia.
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