Durante tres meses, los jurados populares que integran el juicio al viudo Marcelo Macarrón por el asesinato de Nora Dalmasso en el Tribunal de Rio Cuarto tendrán una especie de vida secreta, como estar en una serie de detectives que deben resolver un caso imposible. Pero esto va en serio. Para empezar, hay reglas.
No deben leer los diarios ni las redes sociales, ni hablar con sus compañeros de trabajo y mucho menos sintonizar los canales de noticias. Cuando salen de los Tribunales, vuelven a sus oficios. Entre ellos hay dos peones rurales, un productor de seguros, una peluquera, una esteticista, un empleado metalúrgico, el dueño de una PYME, una estudiante de Ciencias Biológicas, una empleada doméstica, dos amas de casa, una paramédica, un estudiante de Psicología, tres comerciantes, dos desocupados. Ningún medio podrá publicar sus nombres, mostrar sus caras o entrevistarlos.
Había un plantel de 16 suplentes para reemplazarlos. Desde el jueves quedaron 15. El jueves, cuando salió a fumar un cigarrillo, un jurado popular, Luis Moressi, se cruzó con Facundo Macarrón, que declaraba ese día, lo saludó y le dio un papel de parte de un allegado (sería su madre), que lo conoció en Córdoba. El mensaje era de apoyo. Así, incurrió en una infracción y fue apartado. Ofreció sus disculpas.
“Me equivoqué, pero fue más ingenuidad que otra cosa. Más allá de todo viví una linda experiencia. Durante estos días no vi redes ni la televisión. Todos conocemos el caso Dalmasso por todos estos años, pero es importante no contaminarse ahora con lo que se dice, con la interpretación del periodismo. Doy un ejemplo: si aparece una nota en la que se dice que Macarrón era testaferro de un político, por más que sea mentira, un jurado popular puede ser influenciado”, dijo Moressi a Infobae.
También, contó el proceso de cómo llegó a ser jurado popular después de ser seleccionado del padrón electoral. Luego, pasó un sorteo y una entrevista en la que le preguntaron vida cotidiana, si conoce a alguno de los involucrados y sus horarios laborales.
“Te dan una charla informativa y un pequeño cuadernito donde especifican obligaciones y funciones. Se pretende que seas parte del proceso y actúes sin prejuicios, con objetividad, imparcialidad, sentido común y basándose en las pruebas más que en los dichos”, aclaró.
“Es tedioso el hecho de estar tantas horas en una audiencia. Y más allá de que es un gran peso decidir si alguien es culpable o inocente, para llegar a la decisión hay que estar seguro. Sin dudas. Y para eso es importante el desarrollo del juicio y la deliberación con los otros jurados. Hay que prestar mucha atención de los que se dice y se muestra. Eso implica mucha tensión. Pero debo decir que hay gente cordial y atenta en la oficina donde nos seleccionaron. Es muy buen ambiente y te hacen sentir cómodo y confiado”, continuó.
La selección no fue sencilla y llevó muchas horas de trabajo y entrevistas. En agosto de 2021 quedaron preseleccionados 13 mil personas de toda la provincia (que figuran en el padrón) a los que les llegó por correo postal y electrónico una citación informándoles sobre el sorteo. Tras una serie de preselecciones en diciembre se conformó un padrón con 4 mil personas. Luego quedaron 60 (30 mujeres y 30 hombres) y el filtro final dejó a ocho titulares y 16 suplentes.
A los jurados se les advierte que no se dejen impactar por las emociones de los acusados o de los testigos de la querella. Lo que valen son las pruebas. Por ejemplo, en el juicio por jurados contra Fernando Farré, el femicida leyó una carta hacia sus hijos y buscó conmover.
Marcelo Macarrón quería ser juzgado por un jurado popular. Dijo no creer en parte de la Justicia, sobre todo en los fiscales de instrucción que pasaron por la causa. “Los jurados tienen los mismos derechos y obligaciones. Y deben, por sobre todas las cosas, tener imparcialidad. Asumen una responsabilidad civil y un juramento ante el Tribunal de Justicia”, dijo Gonzalo Romero, el coordinador de Juicios por Jurados en toda la provincia de Córdoba
Los suplentes no podrán deliberar, pero sí reemplazar a un jurado titular durante alguna de las audiencias. No aceptar ser jurado es una carga pública. Muchos de los jurados han cambiado sus horarios o se han pedido licencia. Cada jurado cobra 1800 pesos por hora de audiencia, sin contar los gastos de traslados. En este caso, todos tenían que tener una residencia mayor de cinco años en Córdoba, no tener antecedentes penales, presentar una declaración jurada y tener entre 25 y 65 años. A diferencia de otros lugares, no se alojan en hoteles. Por ende, no hay forma de controlar si ven las noticias o los diarios o si hablan con personas que no deben hablar. Se confía en el juramento de esa persona. Si no se cumple, cometería una falta administrativa.
Hay códigos. Cada jurado debe vestirse de manera formal. Puede no ser traje, pero tampoco musculosa o sandalias. Entre ellos pueden hablar pero se aconseja que sólo lo hagan en la deliberación. No pueden tener vínculos con la víctima, con el imputado ni con el fiscal. Tampoco ser abogados, de las fuerzas de seguridad o ejercer cargos públicos por elección popular. En el caso Dalmasso, al menos hubo dos recusaciones. Se trataba de un paciente de Macarrón y de una médica que lo conocía.
“Lo importante es que a diferencia de otros procesos como este, es que en nuestro caso se le pide a los jurados populares que fundamenten su voto. La decisión del veredicto está en manos de los ocho jurados y de dos jueces técnicos. El presidente del Tribunal no vota pero decide la pena”, dijo una fuente judicial. En el debate entre los jurados participa, como especie de veedor, el secretario del Tribunal.
El primer juicio por jurado en Córdoba fue justamente en Río Cuarto y terminó con un veredicto condenatorio. En estos 14 años, hubo 800 fallos y entre el 80 y 85% terminó por declarar culpable al acusado.
Así, ocho personas en Rio Cuarto deberán decidir si ese hombre al que ven durante horas en cada audiencia, Marcelo Macarrón, el que vieron tantas veces en la televisión y los medios gráficos, es culpable o inocente.
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