Alberto Manuel Freijo, alias “Aceite” o “Aceituna”, sabía que estaba por ser capturado. Tal vez, no tenía idea de cuándo, pero sí la certeza de que sus minutos fuera de un calabozo estaban contados. Habían pasado 714 días desde que la Justicia le colocó una recompensa de 5 millones de pesos sobre su cabeza por el crimen del Germán Chávez, cajero del Banco Nación, en medio de un robo en 2020 que le dejó a la banda $190.000.
Tras el crimen, sus compañeros fueron cayendo de a uno por orden del Juzgado Federal Nº3 de Morón. Mientras tanto, el rostro de Freijo estaba en todas las sucursales del Banco Nación del país. Mucho no podía hacer. Era uno de los delincuentes más buscados por la Justicia. La Policía Federal había armado una unidad especial para seguirlo: el dato era que había cruzado la frontera a Brasil y estaba escondido allí. Sin embargo, la superintendencia de Delitos Complejos y Crimen Organizado de la Bonaerense, manejaba otra información.
La pista decía que “Aceite” seguía en el país y caminaba por la zona Sur del conurbano bonaerense: no se había escapado a ningún lado. Y así fue.
Esta tarde, “Aceite” cayó en el cruce de Noruega y La Haya, en Florencio Varela, mientras andaba con una mochila sobre su hombro. En ese bolso, cargaba un arsenal. Tal vez, aquel presentimiento de que era seguido y que no había más nada para perder, lo hizo llevar con él la ametralladora Halcón calibre 9 milímetros que le fue secuestrada, un arma que no es habitual de ver en las calles del Conurbano.
También, portaba una Bersa Thunder calibre 9 milimetros que fue con la que se tiroteó con los policías bonaerenses antes de ser detenido. Luego, tenía más cargadores, chalecos anti balas que decían “Policía”. Incluso, tenía en su poder una gorra color azul con las siglas de la Policía, un porta credencial con la placa de la Bonaerense y un juego de esposas.
Todo hace creer que “Aceite” se hacía pasar por efectivo policial, ya sea para robar o por si lo paraban. Es que Freijo es un delincuente con experiencia.
En agosto de 2013, el Ministerio de Seguridad de la Nación colgó sobre su cabeza una recompensa de medio millón de pesos de aquel entonces, cuando se fugó junto a una banda de otros doce desesperados del penal de Ezeiza a través de un boquete que cruzó treinta centímetros de concreto y luego un túnel, algunos eran criminales ultraviolentos, ladrones de bancos, asesinos de policías, miembros iniciados del PCC, el Primeiro Comando da Capital que rige el narcotráfico en la frontera paraguaya y parte del terror en las cárceles de Sao Paulo en Brasil.
“Aceite”, sin embargo, ya era un pesado. Tenía antecedentes por robo a mano armada en el Juzgado de Garantías N° 6 de La Matanza, causas en la Capital Federal desde 1999 cuando era menor de edad, luego un procesamiento por atentado a la autoridad agravado por el uso de arma que llegó a la Sala II de la Cámara Federal de San Martín.
Lo recapturaron en enero de 2014. La DDI de La Matanza lo encontró con medio kilo de cocaína encima en un operativo antidrogas. “Fue un parto encontrar a este tipo”, dijo un investigador histórico que le siguió el rastro tras la huida: “Y fue totalmente al pedo”. El 10 de mayo de 2016, de acuerdo a registros carcelarios, Freijo salió de la cárcel de Devoto, un hombre libre.
Hasta que a las 10.06 de aquel 31 de enero en la sucursal de Isidro Casanova del Banco Nación, el cajero Germán Chávez se abalanzó sobre Norberto “Luter” Salinas, el líder de la banda y cómplice de “Aceite”, cuando “Luter” se agachó porque se la habían caído un puñado de billetes. Chávez, jugador de eSports, bajista de una banda de heavy metal, intentó impedir el robo.
“Aceite”, en ese momento, apuntó y apretó el gatillo, pero la bala no salió. La pistola tenía puesto el pestillo de seguridad. Incrédulo por la falla, la solucionó y disparó.
La primera bala fue directo a la rodilla de “Luter”. La segunda fue en dirección a Chávez, que cayó en el acto, muerto de un tiro en el abdomen. Mientras, Salinas se arrastraba por el piso para huir como un pecador arrepentido. “Aceite”, apurado vaciaba las cajas y colocaba los fajos de dinero en una bolsa de basura. Levantó a “Luter” y lo llevó hasta la puerta del banco. Lo esperaban otros dos miembros de la banda que cuidaban que nadie ingrese con ametralladoras y la clientela tirada en el piso. Los miembros de la banda con la cara cubierta con máscaras y pasamontañas, a los tropezones, cargaron en andas a “Luter” y salieron por la puerta como pudieron.
Los billetes volaban por el aire en la corrida en dirección al vehículo que les iba a dar la fuga. Ya no había vuelta atrás. Habían asesinado al cajero y tenían que huir. El “chofer” los esperaba en la puerta, como estaba pactado. “Alto policía”, se escuchó. Era un agente de la Policía Federal Argentina, quien se encontraba en dentro del banco vestido de civil. Intercambiaron disparos mientras llegaban al auto, lanzaron a “Luter” en el asiento trasero y se subieron al Renault Fluence. Uno de los integrantes sacó la ametralladora y disparó contra el policía que se tiró al piso. Aceleraron y escaparon.
El resto de la banda cayó en los días posteriores, salvo “Aceite”, quien después de 714 días logró ser detenido tras tirotearse con la Policía.
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